Don Francisco de Rivera y Medina, fue un destacado marino, al servicio de Felipe II, III y IV. Su actividad en la Armada, empezó en el Mediterráneo, sirvió después en defensa de las provincias españolas en Brasil, luego ayudando en las luchas contra Las Provincias Unidas y finalmente acabó sus días protegiendo las rutas españolas en el Atlántico.
Su currículum fue de los mas extraordinario. Bueno, se podría decir que sería extraordinario hoy en día, aunque en el siglo XVII sería fácil encontrar bastantes ejemplos de este temple. Pero es que aquellos españoles estaban hechos de otra pasta. Repasemos rápidamente sus contribuciones a la Corona Española,
Batalla de la La Goleta, en Túnez. En el contexto de las guerras entre España y el Imperio Turco, participó en la toma de la ciudad y fue ascendido a capitán por el Duque de Osuna.
Batalla del cabo Celidonia, en la costa sur de Anatolia. Donde con 5 galeones,1 patache y 1.600 soldados, no solo derrotó a 55 galeras que trasportaban a 12.000 soldados, sino que les ocasionó 3.200 muertos y les hundió 10 galeras. El solo sufrió 34 muertos y no perdió ni un solo navío. Fue ascendido a almirante por esta acción.
Batalla naval de Ragusa. Ragusa es la actual Dubrovnik, la costa adriática de lo que hoy conocemos como Croacia. Esta vez el conflicto era contra los venecianos, que jugaban un papel un tanto ambiguo en la lucha por el control del Mediterráneo en el siglo XVII. El caso es que aquí, con 15 galeones y algunas galeras, consiguió poner en fuga a una formación veneciana de 18 galeones, 34 galeras y 6 galeazas. Esta acción contribuyó a que conservara su titulo de almirante, a pesar de que su valedor, el Duque de Osuna, había caido en desgracia.
Jornada del Brasil. Esta vez el escenario fue totalmente distinto y el adversario también. Ya no se trata de turcos ni de venecianos, ni estamos en el Mediterráneo. Hemos cruzado el Atlántico y nos encontramos frente a Salvador de Bahía. En 1625, era la capital de la colonia portuguesa de Brasil. Había sido atacada, saqueada y tomada por una expedición de los Provincias Unidas de los Países Bajos, que tenían toda la intención de hacer lo mismo con las colonias portuguesas de Sumatra y Malaca. Quedárselas. La experiencia con los portugueses demostraba que no tenían la suficiente fuerza como para mantener el pulso.
Pero aquí se encontraron con un enemigo distinto con el que no contaban. Ahora Brasil pertenecía a la Corona Española y ésta se lanzó en defensa de sus posesiones. El rey de España organizó una flota mixta franco portuguesa, en la cual incluyó a Francisco de Rivera. No vamos a entrar en detalles, pero, finalmente, se recuperó el control de la ciudad de Salvador de Bahía, se apresaron seis naves enemigas y recuperaron mercancías robadas por un valor aproximado de 300.000 ducados. El prestigio de Francisco, continuó en auge.
Envío de refuerzos a Flandes. Cambio de escenario, siempre dentro del Atlántico, pero esta vez en Europa. El almirante al servicio de España Michel Jacobsen, en 1631, requería refuerzos y dinero urgentemente, para continuar con la defensa de las posesiones españolas en Flandes. Burlando la vigilancia holandesa del estrecho, Francisco consiguió hacer llegar a Fort-Mardyck, cuatro mil soldados y 200.000 ducados de plata. Misión cumplida.
¿Qué impulsó a Francisco, con semejante historial, a escribir una carta de súplica al rey Felipe IV el 23 de febrero de 1623? Pues, el motivo era que Francisco se consideraba con los suficientes méritos como para obtener el Hábito de Santiago, del cual había solicitado su concesión. Para obtenerla se requería pureza de sangre, o sea que no hubieran antepasados judíos ni musulmanes o moriscos. El espíritu de la Ley se refería a parientes cercanos, padres o abuelos, pero la “diligente” comisión que investigaba el caso, descubrió que una tatarabuela había sido judía conversa. Basándose en este rocambolesco hecho, no se le denegaba la concesión, pero se alargaba artificialmente el proceso. Según parece, a Francisco no le faltaban enemigos, envidiosos de sus éxitos.
Cansado de pleitos y de retorno de la victoriosa acción de Brasil, Francisco, escribió la carta de queja a Su Majestad.
Podemos decir que Felipe IV actuó rápidamente y emitió orden de que se le concediera el honor solicitado por Francisco. La historia terminó bien para Francisco. Y es que en España hay mucho envidioso, pero no siempre consiguen triunfar.
Manuel de Francisco Fabre