Habían salido del puerto de La Coruña, hacia más de un año, el 24 de julio de 1525. La expedición, al mando de Garcia Jofre de Laoisa, estaba compuesta por siete naves y 450 hombres, era una de las mejor preparadas de su tiempo. Digamos que estaban utilizando tecnología punta en todos los aspectos y con una minuciosa preparación, pero la empresa superaba las posibilidades técnicas de principios del siglo XVI y aunque logró parcialmente sus objetivos, fue a costa de la vida del 90% de los embarcados.
El objetivo era seguir la vía descubierta por Magallanes, doblando el sur de América a través del estrecho de su nombre y después atravesar el Océano Pacifico para llegar a lo que hoy es el archipiélago de las islas Célebes. Una vez llegado al objetivo, se debía construir una fortaleza y enviar un barco de regreso para avisar a España. En paralelo se debía organizar el comercio de las especies y disputárselo a los portugueses. El negocio de las especies era todavía más lucrativo que el del oro y Carlos I, que financiaba la operación estaba muy interesado en implantarse en aquel rincón del mundo.
De las siete naves, tan solo cuatro lograron cruzar el difícil estrecho de Magallanes. Las tres que faltaban habían corrido distinta suerte. Una había naufragado, otra intentó la aventura a través de la vía africana y otra se amotinó y volvió por su cuenta a España.
Las cuatro restantes también corrieron distintos avatares. Apenas una semana después de salir del estrecho, una tempestad separó a las cuatro naves, que ya nunca volvieron a encontrase. El patache Santiago, de muy bajo tonelaje, no tenía suficiente capacidad para almacenar los víveres necesarios para cruzar el Pacifico y decidió subir al Norte para enlazar con las compañeros de Hernán Cortes que habían ya conquistado Méjico. Realizó un asombroso viaje de más de 10.000 km para llegar a Nueva España.
La carabela San Lesmes, viajó hacia el oeste y probablemente llegó hasta la isla de Amanu en la actual Polinesia Francesa. Digo probablemente, porque no hay ningún registro escrito, pero en 1929 se encontraron unos cañones españoles del siglo XVI en dicha isla.
La nao Santa María del Parral sí que tuvo un destino conocido, aunque bastante desgraciado. Un motín nada más llegar a su objetivo, acabó con la vida de su capitán y del tesorero. La tripulación embarrancó el navío, y fue apresada por los indígenas y esclavizada. Estos vendieron, dos años más tarde, a la expedición de Álvaro de Saavedra que venía desde Méjico , enviada por Hernán Cortes para ayudar a la expedición de Laoisa, y acabaron siendo ejecutados los cabecillas del motín.
La única que consiguió sus objetivos fue la nao capitana Santa Maria de la Victoria, pero a un precio muy elevado. En aquella época se tenían los medios técnicos para afrontar viajes en barco de varios meses sin tocar tierra, pero se desconocía la importancia de la vitamina C en la dieta humana y las consecuencias de su falta. Lo único que se sabía es que después un mes de navegación se declaraba una epidemia a bordo con síntomas de debilitamiento general y pérdida de dientes. No fue hasta principios del siglo XVI, que se conocieron los mecanismos para atajar el problema, que no eran otros que llevar a bordo limones o naranjas para complementar la dieta.
Sin conocer las causas ni el remedio, los tripulantes empezaron a enfermar y a morir. El piloto mayor, Rodrigo Bermejo falleció el 24 de junio. El 13 de julio murió el contador Alonso Tejada. Cuatro días después, el jefe de la expedición Garcia Jofre de Laoisa seguía el mismo camino y cinco días más tarde Juan Sebastián Elcano, que había sido nombrado nuevo general, también muere.
En su substitución, se nombró a Alonso de Salazar que había embarcado como tesorero de la San Lesmes, pero que había pasado a la nave capitana después del paso del estrecho de Magallanes.
En el recayó la responsabilidad de continuar con el viaje y bajo su mando, el 21 de agosto de 1526, se encontraron con la isla de San Bartolomé (hoy en día conocida como Maloelap). Esta isla pertenece a un archipiélago que posteriormente fue bautizado como Las Carolinas, por los descubridores españoles y posteriormente como archipiélago Marshall.
Alonso de Salazar fue por tanto el primer europeo que avistó tierra en este archipiélago, pero ni su nombre ni el que le dio a la isla han tenido acogida en los libros de historia.
Estas islas llevan hoy el nombre de Marshall en honor a un marino inglés del siglo XVIII, llamado John Marshall, que en el curso de un viaje que conducían convictos a Australia, después de dejar su siniestra carga en el continente, se dirigió hacia Cantón para cargar el barco con té. Durante el viaje se detuvo en las islas que ya eran archiconocidas por los españoles y les endilgó su nombre. O sea que hoy en día las islas se las conoce por el capitán de un barco que se dedicaba a la “exportación” de convictos ingleses, en lugar del nombre dado por un descubridor español.
Volviendo a nuestra expedición a las islas Célebes, Alonso de Salazar, murió poco después de rebasar las islas mencionadas. La expedición logró llegar a su objetivo y construir un fuerte, resistiendo durante diez años los ataques de indígenas y de los portugueses. Muy pocos consiguieron volver, pero entre ellos se encontraba Andrés de Urdaneta, que posteriormente, en la expedición de Legazpi para conquistar la Filipinas, encontró la ruta de vuelta hacia Méjico desde Asia y gracias a su descubrimiento el Océano Pacifico, se conoció en el mundo, durante 200 años, como el “lago Español”
Manuel de Francisco Fabre
Alonso de Salazar – Wikipedia, la enciclopedia libre
Toribio Alonso de Salazar | Real Academia de la Historia (rah.es)
Salazar, Toribio Alonso de Biografia – Todoavante.es