Cuando en 1899, los últimos de Baler abandonaron sus puestos en el recinto de la iglesia del mismo nombre, no podían imaginar lo que iba a suceder, en aquellas islas, 45 años después, siendo protagonistas, esta vez, inocentes civiles, que no tenían intención ni posibilidades de defenderse con las armas en la mano.
En 1898, con la firma del Tratado de París entre España y Estados Unidos, se ponía fin formalmente a la guerra entre ambos países y España cedía la soberanía sobre Filipinas a Estados Unidos. Debido a esto, los sitiados en Baler son conocidos como los últimos de Filipinas. Sin embargo, ello no significó la evacuación de los españoles residentes en las islas. Bajo la nueva organización, los españoles siguieron trabajando en la antigua colonia y a menudo con notable éxito.
Los filipinos rápidamente se dieron cuenta que los Estados Unidos no deseaba la independencia del archipiélago y se desató una guerra de una crueldad inusitada. Murieron más de un millón de filipinos, hasta que en 1901 el insurgente Emilio Aguinaldo, firmó la rendición.
A partir de esta fecha los americanos hicieron lo posible para borrar la memoria española en las islas, pero ante su sorpresa, no lo consiguieron y más bien se observó el efecto contrario. Varios motivos contribuyeron a este hecho. Por un lado, Filipinas no era un territorio de reciente presencia española. Desde que Legazpi desembarcó en el siglo XVI, más de doscientos cincuenta años habían transcurrido, durante los cuales, se había construido una sociedad mixta, con características propias. Durante el siglo XIX y a raíz de la independencia de los estados americanos, se había desarrollado un comercio internacional, basado en los conocimientos marítimos y de organización de varias sociedades del norte de España que habían dejado una fuerte impronta. Además, durante el primer tercio del siglo XX, una constante inmigración hacia las islas, producto de la situación económica en la antigua metrópoli, habían contribuido a mantener los vínculos con España.
La guerra civil en España, incluso contribuyó a que estos vínculos se reforzaran. Republicanos y Nacionales, debatieron con denuedo, eso sí, dialécticamente, acerca de la que ocurría en la Península Ibérica y este hecho también tuvo su contribución en el reforzamiento de los lazos de unión con España. Además, los españoles o descendientes de españoles que habitaban en las islas, pertenecían en gran número a la elite de ciudadanos con mayor poder económico e influencia.
A los americanos, no les gustaba en absoluto la situación, pero tampoco podían hacer gran cosa en un mundo que no entendían demasiado.
Con la Segunda Guerra Mundial, y la invasión japonesa, la situación entró en un impase. Los japoneses eran teóricos aliados de los alemanes y los españoles éramos neutrales. Se respetaron las propiedades y derechos civiles, pero tampoco era bienvenida nuestra civilización cristiana, tan alejada de los modelos nipones. La situación estalló con la progresiva derrota de Japón y la llegada de las tropas de Estados Unidos, a las puertas de Manila con la intención de ocuparla.
En la filosofía nipona, no entraba la idea de la derrota ni la de la clemencia. Ni siquiera con los no combatientes. En su última idea de resistir a ultranza, los robustos edificios construidos por la administración española en el barrio de Intramuros, se convirtieron en herramientas de su locura. No les importaba que estuvieran rodeados por civiles e incluso eso les molestaba. No querían que nadie fuera testigo de su derrota. Empezó una matanza indiscriminada de civiles por parte de las fuerzas niponas utilizando arma blanca, y explosivos de baja potencia.
Por otro lado, los americanos no deseaban pérdidas humanas entre sus soldados y empezaron a bombardear a distancia con artillería pesada.
El resultado fue la destrucción casi total de la ciudad. Más de 100.000 civiles muertos, entre ellos 300 de los 3000 españoles que vivían en Manila. Casi toda la arquitectura española arrasada. Culturalmente lo peor vino después, ya que más de 500 españoles se repatriaron casi inmediatamente, ya que loa americanos tampoco los deseaban allí y después los ingenieros de los vencedores, con sus excavadoras de limpieza, arrasaron con los restos de lo que había quedado, con la esperanza de borrar todo vinculo con España. Tampoco les fue muy bien. Después de la guerra, el 4 de julio de 1946, Estados Unidos concedió finalmente la independencia a las Filipinas, incapaz de entender a su pueblo ni a su cultura.
La batalla duró desde el 3 de febrero al 3 de marzo de 1945. Pero hemos escogido el 18 de febrero como efemérides, porque este día en 1995, fue erigido en la Plaza de Santa Isabel, ubicada en Intramuros en Manila, un sencillo monumento que recuerda la masacre.
Manuel de Francisco Fabre
https://es.wikipedia.org/wiki/Batalla_de_Manila_(1945)
https://www.abc.es/historia/20130918/abci-esoanoles-masacrados-manila1945-201309170911.html