A fines del siglo XVIII, en una España que veía venir un conflicto mayor debido a las escasas facultades del rey Carlos IV, un burgalés de un perdido pueblo en la Castilla más clásica, realizó una hazaña que se adelantó casi 110 años al primer vuelo de los hermanos Wright que realizaron en Estados Unidos en 1903.
Podría pensarse que Diego era algún erudito o ingeniero militar, pero nada más lejos de la realidad. Diego Martín Aguilera, era un labrador, semianalfabeto y propietario de las tierras y ganado heredados de sus padres. Pero tenía un gran ingenio e inquietudes que le empujaban a explorar en el campo de la mecánica aplicada.
Nació en 1757 en Coruña del Conde, pueblo de la provincia de Burgos y muy pronto quedo huérfano, y tuvo que hacerse cargo de sus siete hermanos. La explotación de una heredad agrícola y ocuparse de controlar una familia numerosa, no le debía dejar mucho tiempo para elucubraciones extrañas, pero parece que su inteligencia natural y su interés en solucionar todo tipo de problemas mecánicos, le llevó a diseñar, construir y poner en marcha toda una serie de artilugios de aplicación inmediata en su entorno rural.
Primero fue un mecanismo que mejoró el funcionamiento del molino de agua que todavía es visible en las orillas del rio Arandilla. Después otro para aumentar la productividad de los batanes y finalmente una adaptación de los instrumentos existentes para poder aserrar los mármoles de las canteras de la vecina Espejon.
Sus estudios prácticos sobre los molinos de viento de la zona, le llevaron a la idea de estudiar el vuelo de las aves y construir un aparato más pesado que el aire y capaz de emularlas. No tenía formacion científica pero si una capaz de análisis fuera de lo común. Pensó que si quería copiar el vuelo de las aves, debía inspirarse en las de mayor tamaño y de gran peso. Empezó a estudiar el vuelo de águilas y buitres. Después diseñó trampas para atraparlas, con dos fines. Uno era el de hacer acopio de plumas en buen estado y otro para poder analizar la relación entre peso de las aves atrapadas y envergaduras de alas y cola. Estuvo involucrado en estas actividades, nada menos que ocho años ayudado por el herrero del pueblo, Joaquín Barbero y de una de sus hermanas.
Una actividad de esta índole, no pudo pasar desapercibida en un minúsculo pueblo como era Coruña del Conde. Seguro que todo el mundo estaba al corriente y que las apuestas y comidillas debían ser el tema central de las conversaciones en torno de los hogares.
Finalmente con la ayuda de su amigo el herrero, construyó un armazón recubierto de las plumas recogidas, donde se alojaban unos estribos que daban un movimiento de abanico a las alas.
Finalmente, el 15 de mayo de 1793, subieron el artefacto a la parte alta del castillo del pueblo y se preparó para la prueba. Antes de saltar, con la mayor tranquilidad y seguridad en sí mismo, anunció que “Voy a Burgo de Osma, de allí a Soria y volveré pasados unos días”.
El salto al vacío, no fue una caída en picado como todo el mundo vaticinaba, sino que remontó el vuelo entre cinco a seis varas y tomó dirección hacia Burgo de Osma. O sea que fue capaz de sustentar el vuelo y dirigir el aparato hacia un destino predeterminado. Sin embargo a los pocos segundos de vuelo, se rompió una de los pernos de hierro que le ayudaban a mover las alas, e inicio el aterrizaje. Este se produjo de forma suave, al otro lado del rio y después de recorrer unos 360 metros, o sea unas 431 varas castellanas.
Diego, volvió a su casa, sano y salvo, probablemente pensando en cómo mejorar su aparato. Sin embargo la envidia y el miedo irracional, hicieron acto de presencia. Un grupo de vecinos, quemó el aparato y denunció el hecho ante las autoridades.
Llegó a participar en el pleito, la Inquisición. Hay quien ha escrito que la Inquisición falló en contra de Diego, por obscurantismo y atraso, pero nada más alejado de la realidad. La Inquisición dictaminó que el pueblo no había enajenado una propiedad privada de forma alocada, sino que había hecho bien en destruir el aparato que solo podía provocar daño a su aventurero dueño. Diego nunca fue condenado a nada, a pesar de que varios vecinos de su pueblo sí que lo consideraban necesario porque creían que tenía pactos diabólicos. O sea que el atraso cultural estaba en el vecindario y no en la pública institución.
No sabemos las razones, pero Diego no volvió a realizar otra intentona. Murió seis años mas tarde en su pueblo natal a la edad de 44 años.
Aquí queremos dejar constancia que 110 años antes de que los hermanos Wright consiguieran planear 37 metros, un español con pocos estudios y mucho coraje, había volado 360 metros sobre el cielo castellano
Manuel de Francisco Fabre
https://es.wikipedia.org/wiki/Diego_Mar%C3%ADn_Aguilerahttps://blogs.publico.es/strambotic/2016/05/burgales-volador/
Muy interesante el artículo, pero creo que le sobra la mención a Carlos II: «en una España que veía venir un conflicto dinástico debido a la pobre salud de rey Carlos II».
Parece que ha habido una confusión entre el siglo XVII y el siglo XVIII.
Tienes toda la razón. Centrado en el hecho, me he situado cien años atrás. Gracias por tu comentarios. He corregido el articulo.
Vaya. Habrá que pedir que se reconozca como primer vuelo, ¿no? Campaña para España en la Historia
Estimado Manuel,
Muy interesante y sabroso de leer tu relato, pero no pude dejar de notar que Diego nació en1757 y que realizó su vuelo en 1793 a los 36 años de edad, lo que suma inteligencia, dedicación y valentía a su logro por su juventud.
Sin embargo no logro relacionar la fecha del encabezado del artículo (15 de mayo de 1254), con lo narrado.
Gracias por escribir de manera amena la historia.
Saludos cordiales:
Xavier Páez
Fue en 1793. Hay un error en el encabezado. Gracias por el comentario.