
Cuando se habla de tropas españolas que entran en París, todos piensan en 1944, cuando la 9.ª Compañía de la 2.ª División Blindada de la Francia Libre, también conocida como División Leclerc, formada íntegramente por españoles entraron en la capital francesa, pero hay otros acontecimientos menos conocidos.
Entre 1559 y 1598, el reino francés se vio envuelto en una serie de conflictos armados que casi acabaron con el país. Los enfrentamientos empezaron con las destrucciones iconoclastas que los protestantes hugonotes cometieron con los objetos de culto religioso que los católicos consideraban sagrados. Los protestantes no distinguían y se destruyeron verdaderas obras de arte durante dichos episodios. Con la muerte del rey francés Enrique II, el conflicto, que hasta la fecha era religioso y de orden público, acabó siendo político por el reparto de poder y los distintos actores empezaron a organizar estructuras militares.

Con la excusa de la religión, las tres familias nobiliarias principales, los Guisa, de orientación católica, los Borbón, divididos entre hugonotes y católicos, y los Montmorency, también divididos entre ambas religiones, se dedicaron a pelearse entre ellas y de paso arrasando Francia. Lo que empezó con algaradas callejeras y destrucción de bienes acabó en guerras civiles donde se cometieron toda clase de salvajadas. El cuadro Matanza de San Bartolomé, del pintor contemporáneo François Dubois (1529-1584), muestra con crudeza a qué niveles irracionales puede llegar el ser humano.

Sería necesario un libro entero para describir la situación política francesa a finales del siglo XVI, pero resumiendo mucho para describir la entrada de tropas españolas en París, basta decir que en 1590, ya habían ocurrido tres guerras civiles. Enrique IV, hugonote de religión protestante, calvinista e hijo de Catalina de Médicis, había tomado la iniciativa y puso sitio a París en mayo de 1590. La población de París era mayoritariamente de religión católica, después de la Matanza de San Bartolomé de 1572, donde hubo un exterminio sistemático de protestantes en la ciudad, y después de este sangriento hecho, no podían esperar una actitud benigna en caso de rendición. La resistencia fue desesperada
El ejército de Enrique IV era profesional, pero estaba formado por alrededor de 15.000 hombres y casi carecía de artillería. Las defensas de la ciudad, aunque superaban en número al atacante, estaban formadas por milicias ciudadanas con poca formación militar. Ante esta situación, Enrique IV se limitó a tomar los altos de Montmatre, desde ahí bombardear la ciudad y bloquear los accesos a París para hacerla rendir por hambre.

En julio, Enrique IV recibió refuerzos y consiguió apoderarse de todos los arrabales. Los sitiados se encontraban en situación de extrema hambre, con miles de muertos por las calles. El rey entró en negociaciones y propuso unas condiciones para que París capitulara, cosa que hubiera hecho si no se hubieran recibido noticias de que un ejército aliado estaba en camino. El contingente era, en teoría, internacional, pero en realidad estaba compuesto fundamentalmente por tercios españoles procedentes de los Países Bajos al mando de Alejandro Farnesio, Duque de Parma, que estaba en camino.
Los españoles consiguieron romper el cerco el 30 de septiembre y entraron en la ciudad no solo las tropas, sino un imponente convoy de víveres. Las tropas fueron recibidas con entusiasmo. Enrique IV todavía intentó un último asalto, pero no era lo mismo enfrentarse a milicias ciudadanas que a veteranos españoles procedentes de los aguerridos Tercios.

Farnesio nunca estuvo de acuerdo con esta operación que tuvo que ejecutar a regañadientes bajo las órdenes directas de Felipe II y se retiró en cuanto pudo. La situación en los Países Bajos no aconsejaba alejar a las tropas de la provincia rebelde. Sin embargo, dejó una pequeña guarnición que fue bien acogida por la población. Tres años más tarde, el 25 de julio de 1593, Enrique IV se convirtió al catolicismo con la famosa frase “París bien vale una misa”, lo que da una idea de las convicciones religiosas de los actores de aquellos acontecimientos. El 22 de marzo de 1594, el nuevo rey de Francia entró en París donde fue bien recibido por la población y… por el contingente español que todavía estaba en la ciudad para garantizar que el proceso fuera totalmente pacífico.
Las tropas españolas abandonaron París el mismo año y no volvieron hasta 1944, cuando también fueron recibidas con simpatía.

Manuel de Francisco Fabre