Fallece Juan José Navarro (5 febrero 1772)

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Juan José Navarro de Viana y Búfalo, tal era su nombre completo, es más conocido por su título de Marqués de la Victoria. Fue una pieza fundamental en la Armada española del siglo XVIII y aunque es más conocido por sus éxitos militares, de ahí su titulo, tuvo también una extensa producción literaria en el ámbito militar.

Nació en Sicilia, en la localidad de Mesina, el 30 de noviembre de 1687, en el seno de una familia de hidalgos de origen navarro, con muy limitados recursos económicos. Sin embargo estos recursos fueron bien utilizados en la formación de Juan José y muy pronto destacó en el aprendizaje de las lenguas, se interesaba por las matemáticas y la mecánica, además de manejarse muy bien con los instrumentos de dibujo, cosa poco habitual en los individuos que se preparaban para la carrera militar.

En 1695, con ocho años, sentó plaza en el Tercio Fijo de Nápoles, lo que significaba que se encontraba bajo el paraguas de dicho Tercio, o sea que entraba en la cantera de futuros oficiales. De momento era tan solo un estudiante que, como tal, siguió con sus estudios de Humanidades, filosofía y matemáticas. Tres años más tarde cambiaba de horizonte y se trasladaba a Milán, pasando al Tercio Viejo de la Mar de Nápoles, donde entró como soldado aventajado, lo que era el equivalente a cadete en las escuelas de oficiales modernas.

En 1701 la Guerra de Sucesión llegó al Milanesado y Navarro se vio envuelta en ella con el empleo de alférez. En 1707, España abandonó el disputado Milanesado y evacuó a las tropas. Con ellas Navarro pasó a Valencia, desde donde participó en numerosas acciones. Esta vez el enemigo era distinto. Se trataba del centenario peligro musulmán. En este contexto, participó en la expedición de socorro a Oran, donde fue encargado del diseño de mejora de las fortificaciones, trabajo que ya había realizado en Milán. Ahí, en una incursión del enemigo, fue muerto su hermano, y su padre, que era el capitán de una de las compañías, fue hecho prisionero y murió antes de poder ser rescatado.

Navarro pasó a mandar provisionalmente la antigua compañía de su padre y enviado a la Península para participar en las acciones a favor del futuro rey Felipe V. Entre otras participó en la conquista de Alicante y Valencia y del castillo de Miravete, en la provincia de Tarragona. Su buena suerte acabó en Almenar, donde junto a 600 oficiales, cayó prisionero de las tropas favorables al Archiduque Carlos.

Con la paz de Utrech, Navarro ascendió a capitán efectivo y al mando de la vieja compañía de su padre, participó en diversas acciones en Cataluña donde pasó a mandar una compañía de granaderos. Esto era un ascenso, ya que los granaderos eran considerados como especialistas, al ser su arma principal los explosivos. Cuando finalizó la contienda fue enviado a Tarifa y ahí su carrera dio un vuelco fundamental al ingresar en la recién reformada Real Armada. Ascendió a primer alférez de la Compañía de Guardias Marinas Nobles.

Los motivos que movieron a José Patiño y Rosales, secretario de Estado, a elegirle fue, primordialmente, además de sus brillantes hechos de armas en Italia y España, el ostentar una preparación nada común: poseía una cultura vasta y profunda, tanto eclesiástica como profana, dominaba la alta matemática, le era familiar la geometría, era un experto dibujante, hablaba varios idiomas. El 1 de marzo de 1717 Felipe V le encomendó el régimen, educación y disciplina de los nuevos cadetes.

Pero no cambió su perfil profesional y a finales del mismo año, se puso al frente de una compañía de cadetes y se encuadró en la escuadra organizada por José Patiño para la conquista de Cerdeña. Fue la primera vez que participaba en una operación naval y fue en una doble función. Capitán de su compañía y segundo comandante en el buque insignia, el Real, navío de sesenta y cuatro cañones.

En 1719 ascendió a teniente coronel, pero no dejó continuar al frente de su compañía de Guardia Marinas. Aprovechó este periodo de calma para profundizar en el estudio de la construcción de navíos y de la organización de arsenales, que consideraba, con razón, que eran pieza vital para mantener en orden los navíos de la Armada. Estudió las normas y conceptos de las potencias marítimas extranjeras y dio publicidad a los puntos fuertes y débiles de cada uno de ellos. En 1728, con 41 años, fue nombrado capitán de fragata.

Al año siguiente, ocurrió un acontecimiento fortuito, que cambió una vez más su vida. Durante una visita protocolaria de Felipe V e Isabel de Farnesio a la compañía de Guardias Marinas, hubo una demostración de las varias capacidades de los cadetes en variados aspectos, ¡Entre ellos el baile! Durante este acontecimiento social, Felipe V conoció personalmente a Navarro y detectó sus amplias cualidades, no solo militares. El rey ordenó que se incorporase a su Corte en Sevilla y a partir de este momento sus opiniones tuvieron especial acogida en las decisiones del rey.

Por su influencia ascendió a capitán de navío el 17 de marzo de 1729, con el mando del navío San Fernando, de 94 cañones, muy pronto modelo de los de su clase, especialmente en ejercicios al cañón. Sin embargo este especial afecto provocó las envidias y rencillas de su entorno, de las cuales no se vio libre José Patiño, Secretario de Estado, que consiguió alejarlo de la Corte, designándolo en 1730 para organizar la llegada de valores de Indias con la Flota de galeones. Ni siquiera realizando este trabajo, Navarro dejó de observar e innovar y, fruto de las observaciones realizadas durante este viaje, propuso un sistema de señales mediante banderas para comunicarse entre los buques. Durante este período siempre estuvo en activo, lejos de la Corte. En una de estas acciones le vemos en Oran para llevar al ejército del duque de Montemar. Corría el 1732.

Hubo que esperar a la muerte de Patiño en 1736 para que se le ascendiera al generalato, al nombrarle jefe de la Escuadra de Cádiz. En este momento, entrego el mandó de su querida Real Compañía de Guardias Marinas a su amigo Jorge Juan Santacilia, otro gran hombre de este siglo.

Muestra de su inquieto espíritu es la solicitud de admisión en la Real Academia Española, solicitud que fue aprobada por unanimidad.

Juan José Navarro participó en múltiples acciones de su tiempo, pero es recordado injusta y fundamentalmente por su participación en la Batalla de Tolón o cabo Sicié, donde aguantó, él solo, frente a la acción indecisa de los aliados franceses al mando de Claude-Élisée de Court, el ataque de los ingleses. Y decimos que es recordado injustamente por esta acción cuando su aportación a España fue mucho mayor en el ámbito científico. Es el autor de un centenar de publicaciones e inventor del sistema de señales marítimas mediante banderas. Informó sobre las reformas a efectuar en astilleros  y arsenales. Aconsejó sobre los procedimientos en los buques de guerra y encima fue un estupendo dibujante técnico, muy capaz a la hora de diseñar y describir defensas costeras.

Siempre había disfrutado de excelente salud, pero sufrió una herida en un pie que infectada le provocó un desmayo la Navidad de 1771. Mal curada derivó en una gangrena. Falleció el 5 de febrero de 1772. Había vivido 84 años, de ellos, 76 de servicio con cinco monarcas, Carlos II, Felipe V, Luis I, Fernando VI y Carlos III, durante los cuales se halló en cincuenta batallas y cinco sitios.

Manuel de Francisco Fabre

https://dbe.rah.es/biografias/19338/juan-jose-navarro-de-viana-y-bufalo

https://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Jos%C3%A9_Navarro

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