El 23 de enero de 1923, ocurrió uno de los episodios de nuestra historia que deben ser recordados para evitar caer en la cadena de miserias y errores humanos que acabó en tragedia. La efeméride en sí es positiva ya que este día se liberaron los prisioneros españoles en poder de los rifeños que mandaba Abd-El-Krim, pero nadie puede olvidar que murieron 8.000 españoles y 2.000 rifeños leales a España en apenas dos meses del caluroso verano de 1921.
En el desastre de Annual perdieron la vida no solo soldados sino también personal civil. Desde el primer momento, la Oficina Central de Asuntos Indígenas de Tetuán, realizó una eficaz actividad de contacto directo con los jefes de las cábilas, orillando la acción de los políticos del Gobierno Central, y consiguieron liberar a unas 400 personas entre militares y civiles, normalmente los rescates se realizaron mediante intercambio de prisioneros o directamente de retribución monetaria. Los cabileños estaban muy interesados en mantener esta lucrativa actividad pero al Gobierno de Madrid no le hacia la menor gracia que empezaran a llegar a la Península los liberados, sin el menor control y que cada uno de ellos contara su historia particular.
Finalmente, Abd-El-Krim, consiguió reunir a todos los prisioneros y secuestrados en un único lugar y así poder exigir un elevado rescate sin que se parte de él se distribuyera entre los jefes cabileños. La situación también al Gobierno Español le gustaba la nueva situación ya que asi podía controlar mejor la información que se conocía tras la llegada de un nuevo grupo. Finalmente, a partir de abril de 1921, la mayor parte de los prisioneros estaban concentrados en Axdir, población que hoy se encuentra en el norte de Marruecos en la provincia de Alhucemas a siete kilómetros de la ciudad del mismo nombre y que entonces era la capital de la autoproclamada República Confederal Tribal del Rif.
En Axdir se llegaron a concentrar unos 545, de ellos 54 civiles, 13 de ellos eran mujeres, aunque ni siquiera esta cifra es segura, pero durante los dos años de negociaciones y debido a las penosas condiciones del cautiverio, solo se llegaron a rescatar 367, el resto, fallecieron o 15 afortunados, consiguieron fugarse.
Razones por la cuales ocurrió el desastre de Annual, fueron diversos, pero sus orígenes se gestaron en el siglo XIX. En 1876 finalizó la tercera guerra carlista, que más bien debiera denominarse tercera guerra civil. Al finalizar la guerra, el Estado desmovilizó las tropas, pero no así la estructura militar y como consecuencia, Alfonso XIII heredó en 1902 un ejército compuesto por 529 generales, 23.767 oficiales y 110.926 de tropa. O sea 1 oficial por cada 4 soldados, cuando lo normal en Europa era 1 oficial por cada 20 soldados. Esto generaba un voluminoso Estado Mayor, mal pagado e incapaz de tomar decisiones.
Lo peor de todo no es que sobrasen oficiales, sino que habían demasiados mandos, o sea comandantes, teniente coroneles, coroneles y generales. Encima mal pagados. Esto hacia que la corrupción fuera generalizada. Además había un agravio comparativo. Los mandos se relevaban cada mes, mientras que de capitán para abajo, debían permanecer en sus puestos durante meses, observando cómo sus hombres padecían la falta de medios bajo un clima hostil y una población local, los rifeños, que tampoco estaban muy contentos de la situación.
La corrupción se manifestaba en diversos modos. Una forma era falsificar los estadillos del personal. Sobre el papel el general Silvestre, al mando de la operación, tenía bajo su mando más de 20.000 hombres entre tropas españolas e indígenas, pero se duda que esta cifra fuera real. Muchos de los soldados solo existían en estos estadillos y en base a ellos el estado versaba los fondos. Si estos soldados no existían realmente, el sobrante se repartía entre los mandos defraudadores.
Otra forma de emplear perversamente el dinero, fue el reparto sistemático a los jefes de las cabilas para que simularan una resistencia armada, para después rendirse rápidamente, reconocer la soberanía española y embolsarse cantidades que debieron emplearse para comprar material bélico. Ello hizo que el armamento ligero, fusiles y ametralladoras fuera el que marcara el ritmo de la contienda.
El desastre de Annual, ocurrió durante la llamada “Guerra del Rif”, que se gestó cuando en 1909, unos trabajadores españoles que trabajaban en las minas de hierro cercanas a Melilla fueron atacados y asesinados por tribus rifeñas. En 1911 se produjo el desembarco de Larache, con la consiguiente pacificación de la región. Después mediante el Tratado de Fez, el norte y sur del actual Marruecos, quedó bajo la responsabilidad española, mientras el centro fue adjudicado a Francia.
En 1923, el general Manuel Fernández Silvestre inició una acción para tomar bajo control total el área que iba desde Melilla hasta la bahía de Alhucema e inició una rápida ofensiva en profundidad. Entre Alhucemas y Melilla hay 100 kilómetros en línea recta, pero si pasas por el Monte Arruit, ya pasas de los 130 kilómetros y con los caminos de la época y región, las comunicaciones eran difíciles. Silvestre cometió el error de ir demasiado rápido sin atender correctamente la línea de abastecimiento y sin cubrirse adecuadamente las espaldas.
Mucho se ha criticado al general Silvestre, pero si se observa su biografía, ni era un general de salón ni era un indocumentado. Como muestra de ello, tenía el título oficial de intérprete de árabe. Pocos oficiales españoles podían ufanarse de esta titulación. Tampoco estaba falto de experiencia en combate real. Había luchado en Cuba, donde como consecuencia de las heridas sufridas, había perdido la movilidad del brazo izquierdo.
Lo cierto es que tenía un carácter exaltado y una característica aversión a reconocer la realidad de la situación en combate. Probablemente ignoró los trapicheos de sus subordinados respecto a la verdad sobre cómo se habían conseguido las rápidas conquistas y el malestar general en la zona debido a un duro invierno y unas cosechas paupérrimas durante las últimos años. Había hambre en el Rif y la población no se había vista mejorada por el reparto de sobornos que se habían quedado en las manos de los jefes de las cabilas. Era una población habituada a pequeñas guerras locales entre clanes y que consideraba normal el expolio total del vencido.
Fuera el motivo que fuera, el caso es que el general Silvestre alargó demasiado el avance sin consolidar los flancos, basando toda la estrategia en colocar puestos fortificados en puestos elevados, pero que en muchos casos estaban lejos de puntos de suministro de agua, elemento fundamental en verano en el norte de África. Probablemente, tampoco tenía consciencia real de que las fuerzas que mandaba no eran las que mostraban los estadillos oficiales. Seguramente su sistema de espionaje e información era deficiente.
El general Silvestre murió en Annual, en primera línea, y su cadáver nunca fue recuperado. Los puestos fortificados fueron cayendo uno a uno, huyendo la tropa a pie por una carretera infame, acabando casi todos ellos en el Monte Arruit donde, se acabaron rindiendo y fueron asesinados más de tres mil de ellos cuando habían entregado las armas.
La moral de las tropas que quedaron en Melilla quedó por los suelos y no se perdió también esta ciudad, por la acción de la marina y porque los rifeños estaban ya suficientemente satisfechos con el botín obtenido, solo en material de guerra quedaron en sus manos 20 000 fusiles, 400 ametralladoras y 129 cañones.
Hasta aquí esta es la crónica de un desastre militar, a continuación vino otro político y moral por parte del gobierno español. Poco se hizo para rescatar a los cautivos y casi todo a través de Delegación de Gustavo de Sostoa y Luis de la Corte Lujan pertenecientes a la Delegación de Asuntos Indígenas. Cuando Abd-El-Krim reunió a todos los supervivientes en Axdir y exigió cuatro millones de pesetas por su rescate, todo fue echarles la culpa a otros, peleas entre los diversos partidos políticos y orgullosos golpes en el pecho por parte de los militares. Se organizó una encuesta militar, el Expediente Picasso, el cual tardó más de un año en emitirse. De dicho expediente el único condenado fue el general Dámaso Berenguer, con una pena de tres meses de arresto. Mientras los prisioneros en Axdir se pudrían en unas condiciones deplorables. 163 fallecieron mientras en España se discutía.
Casi todas las culpas cayeron sobre los muertos, en cabeza el general Silvestre y muchos de los oficiales muertos. De acuerdo que muchos de ellos cometieron errores y otros huyeron cobardemente, pero muertos estaban. Hubieron muchas más responsabilidades en retaguardia, políticas y militares, pero estas nunca se depuraron.
Manuel de Francisco Fabre