
El 4 de diciembre de 1798, el ministro de Marina del rey Carlos IV, Juan de Langara, firmaba una Real Orden confirmando una anterior orden de 24 de julio de 1798, confirmando el ascenso a un infante de marina a Sargento Primero de los Batallones de Marina. No sería una noticia especial si no fuera por la personalidad del soldado ascendido, cuyo nombre era Ana María de Soto.
Si. Habéis leído bien. El soldado agraciado con el ascenso y consecuente sueldo, pertenecía al sexo femenino.
¿Cómo rayos, una mujer había podido ascender a semejante rango, dentro de tal corporación? Os la vamos a explicar brevemente.

Ana María de Soto y Alhama había nacido en Aguilar de la Frontera, en Córdoba el 16 de agosto de 1775, en el seno de una familia campesina. Su futuro era de lo más neutro y no podía ser otro que acabar casada con otro labrador o quedarse en su casa paterna para ayudar a sus padres. Pero ella se revolvió contra este destino y decidió buscar fortuna.
Estamos hablando de finales del siglo XVIII y de la hija de unos labradores, no de una persona del nuestro siglo para quien un traslado desde un pueblecillo de Córdoba a Cádiz es la cosa más sencilla del mundo. Pero nuestra heroína consiguió llegar a Cádiz, presentarse ante los responsables de la infantería de marina y enrolarse bajo el nombre de Antonio María. En cuanto al nombre, era una verdad a medias, pero que lo cambiaba todo. Una mujer no podía enrolarse en la marina española, pero como Antonio se enroló por un periodo de seis años, el 26 de junio de 1793. Incluso se conserva el asiento propiamente dicho, donde describen a Ana como un sujeto de pelo castaño claro y ojos pardos.

Su primer destino fue la fragata Mercedes el 4 de enero de 1794, como soldado en la 6ª Compañía del 11º Batallón de Marina. En este buque participó en el ataque a Banyuls Sur Mer, durante la Guerra del Rosellón en 1794 y posteriormente en la batalla del Cabo de San Vicente en 1797. En esta batalla la Mercedes debió quedar malparada y entrar en puerto para reparaciones importantes. Como Antonio María se había distinguido en ambas acciones, pasó a formar parte del rol de otra fragata. La Matilde de 40 cañones, que también había participado en la misma batalla y se encontraba en puerto.

Antonio María, había luchado en dos importantes acciones navales y había salido indemne. Nadie entiende como consiguió ocultar durante cinco años su condición femenina. Puede que fuera un secreto a voces en la Mercedes y nadie quería desvelar el secreto por su carácter, que no debía ser ligero, o por su capacidad en las habituales tareas del servicio. Pero en la Matilde la situación era diversa y puede que sus antiguos compañeros no compartieran destino y desde luego no sus jefes.
Lo que sucedió es que lo que no había conseguido desvelar años de compartir letrinas, lo descubrió una vulgar enfermedad, que la obligó a ser examinada por un medico que no le conocía de nada e informó del hecho. Antonio María, era más bien Ana María.

La reacción de la oficialidad fue desembarcarla inmediatamente el 7 de julio de 1798. El 1 de agosto del mismo año se le dio licencia absoluta, pero no fue una licencia deshonrosa. En una Real Orden de 24 de julio se menciona su participación en las acciones precedentes así de otras tales como la defensa de Rosas en Cataluña y de Cádiz a bordo de lanchas cañoneras. Por este motivo se solicita una pensión vitalicia de dos reales de vellón diarios y el privilegio de poder usar los distintivos del cuerpo de Marina en “los trajes propios de su sexo”.
Dicha orden fue confirmada y aumentada por otra el 4 de diciembre del mismo año otorgándole el grado de Sargento Primero de los Batallones de Marina, haciendo mención de que debía atender a las necesidades económicas de sus padres.
Parece ser que nunca llegó a cobrar la citada pensión pero sí que consiguió alguna ayuda, ya que murió en Montilla a los 58 años de edad, cuando regentaba un estanco. El resto de su vida la pasó ayudando a su familia, como dictaba la orden que le concedió el grado de sargento.

La historia de Ana María no tuvo mucho impacto en la cultura popular hasta que en 2021, Alicia Vallina noveló su biografía. Parece ser que la novela, aunque no deja de serlo, está bien documentada y refleja con bastante rigor la situación de la época y las vicisitudes que debió pasar nuestra fémina.
Rindamos homenaje a nuestras mujeres, que sea en el campo que sea, saben, han sabido y sabrán defender los verdaderos valores de nuestra cultura.

Manuel de Francisco Fabre
