Luis de Moscoso Alvarado, es uno de esos descubridores poco conocido. Con él sucede algo parecido a lo acontecido con Magallanes, muy conocido por la gesta de la primera vuelta al mundo, pero realmente quien la dio fue Elcano. En este caso, la exploración del sudeste de los Estados Unidos fue iniciada por Hernando de Soto, pero quien dirigió los restos de la expedición hasta Méjico fue Moscoso, en un periplo digno de ser recordado.
El 21 de mayo de 1541, Hernando de Soto, murió a orillas del Mississippi. Antes había designado a Moscoso como su sucesor y este nombramiento fue refrendado por los hombres que estarían después bajo sus órdenes y esto a pesar de que en parte se le culpara de la debacle contra los Chikasaws en marzo del mismo año, cuando, ante un súbito ataque indígena, se perdieron muchos caballos, doce hombres murieron y desaparecieron muchos bastimentos.
La elección se demostró ser de lo más adecuada. Lo primero que hizo Moscoso fue conocer las opiniones de su gente. La mayoría deseaba volver a tierras dominadas por los españoles, Después de más de tres años de aventuras en el sudeste americano, estaban cansados de luchar y no encontrar ni riquezas ni un lugar adecuado para asentarse.
Había varias opciones para organizar la vuelta. Se podía intentar ir por tierra, siguiendo el camino hecho por Cabeza de Vaca. Construir botes capaces de navegar rio abajo y después aventurarse hacia Cuba. O bien hacer lo mismo pero una vez en el mar, costear hacia Méjico. Dadas las dificultades para construir naves fiables con capacidad para afrontar la navegación fluvial y después la marítima, Moscoso decidió intentar la vía terrestre.
La caminata ha sido reconstruida por Charles Hudson. Según este historiador, Moscoso dirigió a sus hombres hacia el este, andando más de 700 kilómetros. En el noroeste de Luisiana, giró hacia el sur, llegando a lo que 150 años más tarde sería la zona donde los franciscanos instalaron una serie de misiones en lo que seria la Confederación India Hasinai. A partir de ahí la expedición si dirigió hacia el oeste adentrándose en Tejas, pero al atravesar las regiones desérticas del este de Tejas, se encontraron que el terreno no les ofrecía suficientes recursos para mantener a más de trescientos hombres con sus equipos. Además había fallecido el interprete Juan Ortiz que les había acompañado desde el principio y la comunicación con las tribus locales era cada vez más difícil. Moscoso decidió retroceder hacia el Mississippi.
Al llegar al rio, fue cuando se demostraron las capacidades como líder de Moscoso. Todo el entorno era hostil y había que sacar ingenio para encontrar los materiales adecuados para construir las pequeñas naves. Se debían que construir las suficientes para que cupieran todos los hombres. Moscoso no quería de ninguna de las maneras dejar a nadie atrás. Faltaban materiales, entre ellos el hierro y tuvieron que fundir todo lo que estaba a mano. Mientras la construcción avanzaba, tuvo que organizar el acopio de víveres y su preparación y mantener un sistema permanente de vigilancia, ya que los ataques indígenas eran constantes. También tenía que sostener la moral alta de unos expedicionarios, cansados ya de todo.
El 2 de junio, inició el descenso por el Mississippi. Las dificultades no hicieron más que empezar. Moscoso ya no tenía armas de fuego y ni siquiera ballestas. Rodelas, cascos y defensas pasivas, habían sido fundidas para obtener material de construcción en los bergantines. Diariamente eran asaltados por los indígenas de “Quigualtam”, empeñados en destruirlos totalmente. Tuvieron que improvisar barricadas en los flancos de las naves, para protegerse de la caída incesante de flechas.
Finalmente el 16 de julio de 1543 llegaron a mar abierto. Alii Moscoso optó por la vía oeste, manteniéndose a la vista de la costa, al no confiar en la resistencia de sus naves. El grupo cruzó Matagorda Bay, Corpus Christi Bay y Aransas Ba (en la terminología actual americana). Finalmente llegaron al “rio de canoas”, donde desde hacía diez años el monje franciscano Andrés de Olmos había establecido una misión cerca del antiguo poblado de los Huastec.
Ahí los hombres se repusieron e increíblemente hubo una seria discusión acerca del siguiente movimiento. Había muchos participantes que proponían volver a las orillas del Mississippi para fundar un establecimiento. Parecía que aquellos hombres todavía no habían tenido suficientes aventuras. Finalmente, Moscoso se impuso y volvieron a la capital Méjico a rendir cuentas al Virrey Juan de Garay.
Al llegar a la ciudad e Méjico, Moscoso escribió dos breves cartas a Felipe II y pareció como si su sed de aventuras se hubiera apagado, ya que se casó con su prima, de considerable fortuna. Nada le impedía vivir tranquilamente de sus rentas, pero entró al servicio del Virrey Antonio de Mendoza a quien acompañó en 1550 en una inspección a Peru. Ahí murió al año de llegar de muerte natural. Muy probablemente no era este el final que esperaba a su vida.
Manuel de Francisco Fabre
TSHA | Moscoso Alvarado, Luis de (tshaonline.org)
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Luis de Moscoso Alvarado | Real Academia de la Historia (rah.es)