
Aquí nos estamos refiriendo al poeta y militar que nació en fecha indeterminada entre 1491/1503. Su padre se llamaba García Laso de la Vega, pero en aquella época había cierta confusión entre nombres y apellidos, ya que estos se consideraban como linajes y se podían adoptar libremente, bien el del padre o bien el de la madre, en función de la importancia de cada uno de ellos. El curioso caso es que el nombre de Garcilaso, significa hijo o del linaje de García y pasó de apellido a nombre y en algunos casos, como en él del padre de nuestro poeta, se corrompía en dos nombres o se utilizaba el antiguo más consolidado.
No debemos confundir al héroe de nuestra historia, con el inca Garcilaso de la Vega, escritor español, nacido en Cuzco (América), que era su sobrino nieto y cuya madre, Isabel Suárez Yupanqui, era nieta de Huayna Cápac, penúltimo Sapa inca del Imperio Incaico.

Volviendo al poeta renacentista que nos ocupa, fue un personaje muy típico del Renacimiento español, como Alonso de Guillén y Contreras, más conocido como el Capitán Contreras, o Jerónimo de Pasamonte, Miguel de Castro o Diego Duque de Estrada, todos militares de vida azarosa y que tuvieron tiempo para manejar la pluma con soltura. Todos ellos han sido fuente de inspiración para el escritor contemporáneo Arturo Pérez-Reverte
Nació en Toledo y quedó huérfano a corta edad, pero tuvo la suerte de estar bien apadrinado y se educó en la corte del rey Fernando El Católico y cuando este murió, en 1516, pasó a depender de la corte de Carlos I. Allí recibió una formación que podría sorprender a nuestros lectores, puesto que recibió lecciones de griego, latín, italiano y francés, así como de esgrima, aprendiendo a tocar la cítara, el arpa y el laúd. No se sabe muy bien si es que Garcilaso no sabía a que dedicarse o bien sus mentores no se acababan de decidir para que servía. Probablemente porque sobresalía tanto en las artes marciales como en las convencionales.

Durante las Guerras de los Comuneros, luchó al lado de los partidarios de Carlos I y eso afianzó su carrera militar y el apoyo del Emperador. Muy pronto se casó y empezó a escribir poemas de tipo popular mientras era regidor de su Toledo natal. El contacto con el ambiente en la corte y su amistad con el poeta Juan Boscán Almogáver, hizo que su producción literaria cambiara de rumbo, pero de poesía no podía vivir ni le interesaba, y en 1529 lo encontramos participando en la guerra contra Florencia y mal no lo debió hacer como soldado, ya que Carlos I le concedió 80.000 maravedíes anuales para toda su vida, en recompensa por los servicios prestados «sin obligación de servir ni residir en nuestra corte».
Garcilaso no dejó de escribir poesía durante toda su azarosa vida, pero su estilo tiene un antes y un después. Esta frontera está señalada por su estancia en Nápoles. En esta ciudad estuvo siempre por motivos oficiales. A pesar de que Carlos I le exoneró de vivir en la corte, no se olvidó que le había concedido una pensión vitalicia, y ésta había que ganársela y por ello estuvo en Nápoles, entre 1522 y 1523, y posteriormente en 1533.

En su primera estancia, se integró totalmente en la vida social de la ciudad y tomó contacto con los autores italianos Petrarca, Sannazaro y Ludovico Ariosto, los cuales pasaron a ser referentes en sus trabajos poéticos. Su mentalidad, plenamente renacentista, valoraba el mundo grecolatino y buscaba una escala de valores basada en los méritos de los individuos. Creía que el hombre era el centro del universo y podía dominar el mundo y modelar su propio destino. Consideraba que la razón prevalecía frente al sentimiento, aunque daba gran importancia a las pasiones. Su ideal de las personas es el perfecto caballero, dispuesto tanto a manejar la pluma como la espada. Su ideal de la belleza, es la naturaleza y dentro de ella la mujer, pero siempre en un marco idealizado y un tanto apartado de la realidad.

Su obra poética impactó no solo en sus contemporáneos del Siglo de Oro sino que llegó a nuestra cultura contemporánea, cuando nuestro Rafael Alberti escribió su “Elegía a Garcilaso”.
Hemos dejado, a propósito, para el final, describir los acontecimientos de su muerte.
Garcilaso murió, cuando, nombrado maestre de campo y mandando un tercio de infantería de 3.000 hombres, trepó por una escala de asalto en las murallas de la fortaleza de LeMuy, cerca de Frejus, en Francia. Recibió una pedrada, cayó al foso gravemente herido y murió a los pocos días.

Hoy en día nos podemos preguntar como uno de los mejores poetas de nuestro renacimiento, pudiera morir al frente de un tercio en Francia, pero es que los españoles de hace 500 años estaban forjados con otro metal. Como dijo el filosofo medieval Bernardo de Chartres, “Somos como enanos a hombros de gigantes”
El mismo Garcilaso fue el primero en definirse como un atormentado espíritu, atrapado entre dos oficios tan dispares como son la guerra y la poesía.

Manuel de Francisco Fabre
https://es.wikipedia.org/wiki/Garcilaso_de_la_Vega
https://es.wikipedia.org/wiki/Garcilaso_(desambiguaci%C3%B3n)Literatura española del Renacimiento – Wikipedia, la enciclopedia libre