En 1525, la ciudad de Milán cae bajo el dominio español. En dicha ciudad se encontraba Janello Torriani, ingeniero nacido en Cremona que no dudó en aprovechar la ocasión de trabajar en un imperio que prometía recompensas a los más válidos, independientemente de sus orígenes y posición, y se puso a las órdenes de Carlos I. Al llegar a España se cambió el nombre por el de Juanelo Turriano y con él ha pasado a la historia, como diseñador del sistema para llevar agua a Toledo.
Poco sabemos de la vida de Juanelo antes de que fuera contratado por Carlos I, pero lo cierto es que el emperador se fijó en él, por sus habilidades en el campo de la relojería. Fue nombrado Relojero de Corte y construyó dos artefactos que se hicieron muy famosos en su tiempo. Fueron los relojes astronómicos llamados Mocrocormo y Cristalino. Tuvieron tanta fama que llegaron a tener incluso nombre propio. Su característica principal es que eran capaces de mostrar la posición de algunos astros en cada momento. Una maquina tan complicada, que posteriormente fue desmontada para conocer su funcionamiento, pero después fue imposible volver a montarla.
Este trabajo consolidó su posición en la corte y llegó a ser amigo personal de Carlos I y le acompañó a su retiro en Yuste. Ahí tampoco permaneció inactivo y diseñó todo un sistema hidráulico para acumular el agua y distribuirla por los jardines adyacentes. Algunos arguyen que las balsas de agua construidas con este fin, fueron fuente de mosquitos y demás vectores de enfermedades y contribuyeron a la muerte del emperador, pero esto no llegó a oídos de Felipe II que continuó confiando en sus servicios.
El nuevo monarca no solo le confirmó su antiguo empleo sino que le nombró Matemático Mayor. Este cargo le daba derecho a una renta de 200 ducados anuales, pero no toda la extensión de su actividad real, que abarcaba proyectos de mecánica, ingeniería, astronomía y arquitectura. Como hemos dicho antes, había construido el sistema hidráulico de Yuste, pero además fabricado las campanas de El Escorial, diseñado una maquina voladora y construido un autómata de madera. La fama de Turriano llegó a Roma y el papa Gregorio XIII lo reclamó para colaborar en la modificación del calendario juliano, que todavía regía en aquella época. Los trabajos culminaron con el calendario que todavía está vigente actualmente: el calendario gregoriano.
Pero la obra por la cual es más conocido Juanelo, fue el sistema de bombeo de agua a la ciudad de Toledo. Como cualquier visitante puede comprobar, Toledo se encuentra al lado del rio Tajo, pero nada menos que cien metros más arriba. O sea que es como el suplicio de Tántalo. El agua estaba a la vista, pero no había forma de conseguirla. Para una ciudad que ejercía de capital de un imperio de ámbito mundial, era un problema de calibre.
Para solucionar el problema se habían convocado sucesivos concursos, e ingenieros de diversas nacionalidades habían intentado resolver la cuestión sin llegar a nada práctico, salvo cuantiosos gastos a cargo del erario real. Felipe II encargó la resolución del problema a Juanelo, pero bajo las condiciones de un contrato bastante peculiar. Debía suministrar un caudal determinado, durante todo el año, en el punto más alto de la ciudad. La ciudad debía pagar por el agua y Juanelo el mantenimiento de la máquina.
En 1569, Juanelo entrega la máquina más asombrosa jamás construida en aquella época, con un sistema de norias encadenadas que, aprovechando la energía del rio Tajo, conseguía elevar un caudal de más de 11 litros al minuto. El artificio cumplía perfectamente los requerimientos, pero hubo un problema. El punto más alto de la ciudad, era propiedad del ejército, que se quedó el caudal. La ciudad no recibió nada y por tanto tampoco pagó el alquiler, con lo cual Juanelo se quedó solo con el costo de mantenimiento, que debía ser bastante elevado y en medio de un pleito legal descomunal.
Tras seis años de pleitos, la solución aportada por Felipe II fue construir otro artificio adosado al primero, costeado íntegramente por la Corona. Este segundo también funcionó correctamente pero, como Juanelo había dejado de mantener el primero, el monarca incluyó en el contrato una cláusula que le permitía quedarse con el complejo sistema. De modo que Juanelo, a los 83 años, se quedó sin obtener el pago del primer bombeo y con el mantenimiento a su costa, aunque evidentemente conservaba las rentas de sus cargos en la corte real.
Ambos sistemas de bombeo eran muy complejos de mantener y con el tiempo dejaron de funcionar. Fueron finalmente desmontados, uno hacia 1650 y el otro a principios del siglo XVIII. Juanelo murió en Toledo el 13 de junio de 1585 sin haber sacado beneficio económico alguno de sus obras hidráulicas.
Juanelo consiguió, en vida, un reconocimiento a sus habilidades técnicas e hizo carrera en la corte española, donde él era un extranjero. No es el único caso que podemos encontrar en la historia del imperio español, donde a pesar de lo que diga la leyenda negra, se primaban la eficacia, los conocimientos y las capacidades.
Manuel de Francisco Fabre
Juanelo Turriano – Wikipedia, la enciclopedia libre
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