A pesar de lo que diga la leyenda negra, el siglo XVI en la Península Ibérica, fue una época de oro en la ingeniería y las cortes de Carlos V y Felipe II, estuvieron plagadas de genios de la técnica aplicada. Uno de ellos fue Pedro Juan de Lastanosa.
Lastanosa nació en Monzón (Huesca), no se sabe exactamente en que fecha, en el seno de una familia acomodada, el único problema es que era el hermano menor entre 21, lo cual le dejaba poco margen para disponer de la hacienda paterna. Dicen que en aquella época, los segundones de una familia acomodada, no tenían más salida que el ejército o la Iglesia, pero parece ser que no es totalmente cierto. A Pedro Juan no le gustaba ni una cosa ni la otra, lo que le gustaban eran los números y la técnica. Como muchas veces en la vida, la necesidad hizo de virtud y Lastanosa aprovechó las enseñanzas impartidas por su tío Pedro de Lastanosa y en 1553 lo vemos como ayudante de Jerónimo de Girava.
Jerónimo de Girava no era un cualquiera y estuvo involucrado en la realización de los primeros mapas que mostraban el Nuevo Mundo. Para llegar a ser su discípulo se suponía tener una mente despejada, buena destreza mental y capacidad matemática superior a la media.
Lastanosa partió hacia Bruselas y colaboró ahí en diversas traducciones técnicas y también en la concepción de obras de ingeniería hidráulica. Con su maestro partió a Milán y a la muerte de este en 1556, se quedó en Italia. Se requirió su presencia en Nápoles donde fue nombrado ingeniero de obras hidráulicas. En 1559 redactó la solución técnica a la traída de aguas a la ciudad y a la restauración de los acueductos.
Felipe II era consciente de que la técnica era uno de los puntales de su imperio y quería que en su corte hubiera ingenieros capaces de aconsejarle en los nuevos retos que aparecían en un mundo en constante transformación. Uno de ellos fue Lastacosa, que se incorporó a la corte imperial en 1563 con el título de “maquinarios’ y “maestro de fortificaciones”.
Desde su puesto intervino en obras de ingeniería, como la Acequia Imperial de Aragón, los riegos de Murcia, las fortificaciones de los Alfaques y las mediciones topográficas para hacer el mapa de España junto a Pedro Esquivel, otro famoso cosmógrafo de la corte.
Otra de las facetas en las cuales se empleó a fondo fue en la aprobación de libros relacionados con su profesión y en los dictámenes para la concesión de privilegios de invención de maquinas, o sea las actuales patentes. Él mismo obtuvo un privilegio de invención sobre un molino de pesas.
Tuvo un estrecho contacto con Benito Arias Montano, otro de los espíritus ilustrados de la corte de Felipe II y con el realizó una titánica operación de catalogación de la biblioteca del Real Monasterio de El Escorial. Se trató con otros profesionales de su época como Juan de Herrera, Juanelo Turriano, fray Mariano Azaro.
Acabó sus días en Madrid el 29 de junio de 1576 y como cosa digna de resaltar en el inventario que se hizo de sus bienes en el momento de su fallecimiento, se encuentra una relación de quinientos cincuenta libros. Pocos particulares de su época y menos no siendo nobles tenían semejante volumen de libros en su biblioteca partículas.
Manuel de Francisco Fabre
Pedro Juan de Lastanosa | Real Academia de la Historia (rah.es)
Pedro Juan de Lastanosa, el olvidado – Ingenieros en la Corte de Felipe II