Cuando en 1750, la mujer de un hidalgo de escasa fortuna dio a luz a su hijo, nadie podía pensar el brillante futuro que le esperaba y el escaso reconocimiento que a su figura le da su tierra natal.
La familia de Francisco A. Mourelle de la Rúa no tenía los recursos necesarios para auparle a la Real Compañía de Guardia Marinas de Cádiz y se tuvo que contentar con entrar a los trece años en la Academia de Pilotos de Ferrol. Con quince años se embarco por primera vez como meritorio y con dieciocho obtuvo el título de pilotín y embarco en un buque destinado para el transporte de tropas a Puerto Rico. Con veintidós años ya era segundo piloto de la corbeta Dolores y realizaba un viaje de diecisiete meses a la isla de Trinidad y el Orinoco.
En 1775, ya no recibió destinos con base en la península, sino que fue destinado al puerto de San Blas, en la costa mejicana del Pacifico, como primer piloto. Ahí fui adscrito a una expedición científica, con un doble objetivo. Alcanzar la mayor latitud posible y detectar la posible presencia de buques rusos.
La expedición, estaba formada por tres navíos. La fragata Santiago, al mando del jefe de la expedición, teniente de navío Bruno Heceta, la goleta Felicidad y el paquebote San Carlos. Mourelle embarcó como segundo del teniente de fragata Juan Francisco de la Bodega y Cuadra. El San Carlos tenía como destino el presidio de San Diego, para llevar provisiones y según lo previsto, se separaron el 24 de marzo, habiendo partido de San Blas el 16 de marzo.
El 14 de julio, habían cartografiado, gran parte de la costa norte de la actual costa de California y Oregon y estaban en el límite del estado de Washington, cuando por necesidad de hacer aguada, desembarcaron en una rada. Con la mala fortuna que los hombres encargados de ello, fueron asesinados por los nativos.
Este incidente y el mal tiempo, hicieron que la tripulación de la fragata desistiera y volviera a San Blas el 29 de julio. El resultado fue que en la pequeña goleta, el tándem compuesto por Bodega y Mourelle, se convirtió en los protagonistas del éxito de la expedición. Y fue un éxito realmente remarcable. Llegaron a alcanzar los 58 grados de latitud Norte, al norte de la Columbia Británica, en pleno Canadá y donde no había llegado todavía ningún europeo.
El 7 de octubre, entraron en Monterrey, donde les esperaba Heceta y finalizaron la expedición. Prueba de la dureza del viaje es que ambos comandantes, Mourelle y Bodega, debieron ser hospitalizados en tierra, no pudiendo ser reembarcados hacia San Blas hasta el 1 de noviembre.
Además de un experto marino y buen cosmógrafo, Mourelle era un excelente escritor y despierto observador de su entorno. Redacto un detallado Diario, donde recogió no solo las incidencias que afectaban a la expedición, sino información etnográfica sobre las áreas donde recalaba la expedición. Culturas, organizaciones, costumbre y religiones de los pueblos autóctonos. Según parece, su diario llego a Inglaterra y fue utilizado por James Cook. Fue traducido al inglés y publicado en 1781 por Daines Barrington.
Fue ascendido a alférez de fragata en 1776 y participo en otra expedición al Pacifico Norte, alcanzando en 1779 la latitud Norte de 60 grados, nunca alcanzada hasta estos momentos por barcos europeos en el Pacifico.
Durante este periplo, se había desencadenado la guerra entre Inglaterra y España. Esta obligo al virreinato de Méjico a prestar ayuda a la Filipinas. Mourelle, cambio de escenario y de las gélidas aguas del Pacifico americano, a las tórridas de la costa asiática. Embarcó en 1780 hacia Manila y allí por falta de enemigo, los ingleses no aparecieron por ahí, Mourelle fue encargado de llevar información reservada a Méjico en la peor época del año para hacer el viaje de vuelta.
Zarpó en 1780 y realizó con éxito la navegación y de paso descubrió las islas Vavao del archipiélago de la Tonga y otras pequeñas islas de Tuvalu. En 1781, llegaba a San Blas con éxito. También en este caso escribió un detallado informe que en este caso fue aprovechado por la expedición Malaspina.
A partir de este momento fue destinado al Mediterráneo, donde participó en diversas acciones contra los ingleses. Llegó incluso a recibir encargos en la época de Fernando VII, y tuvo algunos disgustos por no reconocer la autoridad del gobierno constitucional de 1820.
Murió con el rango de brigadier y jefe de escuadra en Cádiz en 1820.
Un buen marino, excelente etnógrafo y bravo militar, olvidado en nuestros libros de texto.
Manuel de Francisco Fabre