Martin de Rada fue una de las personas que más hicieron en la defensa de los indígenas que se encontraron en el siglo XVI en una encrucijada histórica. En Mesoamerica, las antiguas estructuras políticas y tecnológicas que habían gobernado durante cientos de años las tierras de Centroamérica se habían derrumbado y por otro lado las políticas que venían de Europa, bajo la égida de los españoles, no acababan de mostrar su lado más humano para con los más desfavorecidos del antiguo imperio mezquita. En Filipinas, no habian grandes imperios y los habitantes de las islas estaban indefensos ante los abusos de los recien llegados. En ambos casos Martin de Rada, compagino sus tareas de cientifico cosmologico con el ingrato trabajo de pelearse duramente con algunos dirigentes españoles que no veian a los indigenas como personas con alma humana.
Nació en Pamplona en el seno de una familia bien relacionada, tanto por parte de padre, como por parte de madre, los Cruzat. Varios de ellos tuvieron un papel destacado en las misiones. Su tío era el abad del Monasterio de la Oliva y Martín se perfilaba como su sucesor y, con ello, llevar una vida relajada y sedentaria, pero el destino final fue muy distinto.
Con 11 años fue enviado a Paris para recibir formación en latín y griego, matemáticas, geografía y astronomía. Probablemente también de literatura ya que con facilidad citaba a clásicos griegos y romanos. De todas formas, poco sabemos de los seis años que pasó en la capital gala. Su formación se vio interrumpida debido a los desórdenes que se producían en Paris debido a los conflictos entre católicos y protestantes,
En España se encontró con que el futuro previsto por sus padres se le había cerrado y decidió entrar en la orden de los agustinos en Salamanca. Hasta 1556 estudió teología, sin olvidar su formación en matemáticas y cálculo cosmológico. Esto quiere decir que era capaz de calcular la posición de un punto en el globo terráqueo, en función de la posición del sol o de la luna, en un momento concreto del día. En 1557 decidió que su vocación era misionera, acudiendo a la llamada del don Juan de Tavera, que por orden de Felipe II, estaba reclutando frailes que acompañaran a los soldados en sus conquistas
Muchos de sus amigos y familiares estaban en absoluta desacuerdo con esta decisión, ya que los viajes atlánticos arrojaban frecuentemente en las costas americanas a tripulaciones diezmadas, cuyos componentes no se recuperaban jamás de las penurias sufridas durante el periplo. Sin embargo, Rada hizo caso omiso y en 1560 estaba en el colegio de San Pablo de México, donde continuó su formación ya que, en muy poco tiempo, el padre Alonso de Veracruz había logrado reunir una biblioteca de contenido asombroso y una completa colección de instrumentos náuticos.
Los dominicos estaban bien arraigados en América debido a la filosofía de evangelización. Habían hecho caso omiso de las órdenes imperiales y hacían su labor en la lengua local. Cuando llegaba un nuevo misionero, lo primero que hacían era asignarle una región y le encargaban el aprendizaje de su lengua. A Rada le tocó la lengua otomí, lengua que aprendió en tan solo tres meses y en la que escribió unos “Sermones Morales” y un “Arte de la lengua otomí”. Desgraciadamente ambos libros se perdieron durante el periodo de desamortización mejicano en 1861. Hasta entonces se conservaban en el convento de San Pablo de México. Cosas del presunto modernismo masónico del siglo XIX.
Pero sus aventuras no acabaron ahí. El 21 de noviembre de 1564, lo encontramos embarcado en la nave capitana San Pedro, junto a Fray Andrés Urdaneta, en la expedición de Miguel Lopez de Legazpi, con el objetivo de encontrar un punto cercano a las islas Molucas, fuente de las especies, asi como para descubrir un camino de retorno hacia América.
La razón de la presencia de Rada en la expedición era doble. Por un lado, había demostrado su capacidad para adaptarse a un ambiente totalmente distinto al europeo, y desarrollar ahí una labor misionera, y por otro tenía conocimientos técnicos suficientes para poder construir cartas de navegación fiables.
Los agustinos no se encontraban en la expedición como simples portadores de cruces. De hecho, los compañeros de viaje que Urdaneta había elegido tenían más capacidades que los dirigentes seglares. Urdaneta tiene experiencia práctica de navegación y conocimientos teóricos. Rada le superaba en capacidad de cálculo, mientras que otros como Diego de Herrera y Andrés de Aguirre tenían una capacidad practica de gestión mucho mayor que cualquier otro participante en la expedición.
Legazpi llegó con sus naves a Samar, en Filipinas, en febrero de 1565 y se trasladó a Cebú dos meses mar tarde. Casi inmediatamente, Urdaneta fue enviado de vuelta a América y fue el primero que consiguió hacerlo. Martin de Rada se quedó con Legazpi, en principio colaborando en estrecha colaboración, pero rápidamente se distanció y las críticas a la gestión de los españoles fue cada vez mas agria.
Sin embargo, juntos pasaron la hambruna inicial y juntos iniciaron la implantación en Panay con la creación de escuelas en Dumangas y Oton. Rada participó activamente en todas las discusiones con los portugueses para certificar que las islas no se encontraban en el área asignado por el Papa para el reino de Portugal. Su capacidad de cálculo y de realización de observación astronómicas fueron fundamentales en este aspecto.
En un texto que se conserva de puño y letra de Rada de 1569, se perfilaban sus ideas acerca de las nuevas tierras descubiertas. En general las islas no tenían grandes recursos naturales, sus habitantes eran pobres y su conversión al cristianismo era superficial, siendo fácil presa para que los españoles abusaran de ellos. Si algún interés había en las islas era como puente para poder facilitar el comercio con la China o incluso su conquista. Legazpi era de la misma opinión y 1571 trasladó la capital a Manila.
A partir de aquel momento Rada intenta pasar al continente con un propósito evangelizador, pero fracasa. Se centra entonces en la defensa de los filipinos y en el aprendizaje de la lengua Visaya. Sin embargo, el traslado a Manila puso en contacto a los españoles con comerciantes chinos y Rada vio enseguida el interés de esas relación y como era de esperar, aprendió el chino.
El 5 de julio de 1575, consigue desembarcar en China formando parte de una pequeña delegación, que consiguió poco más que ser recibidos por un representante del magistrado local. Repite la aventura en 1576 con todavía menos suerte, ya que el capitán del navío chino que los transportaba los abandonó en una isla antes de llegar al continente.
Desde entonces su labor se centra en el estudio y confección de cartas astronómicas. El mismo Felipe II le ordena su confección y el responde que mal puede hacerlas sin los instrumentos necesarios. Sin embargo, de alguna manera debió resolver el problema, porque en 1578 se lamenta que debe dejar el trabajo por estar incluido en la expedición hacia Borneo, con el fin de colocar a un raja local que había sido depuesto.
La expedición fue en principio exitosa, mientras se limitó a apoderarse de las localidades costeras, pero cuando hubo que internarse en el interior, las enfermedades hicieron estragos entre los expedicionarios. Martín de Rada, tuvo que volver, para morir de fiebres durante el viaje de vuelta.
Pocas de sus obras han llegado hasta nosotros, pero sabemos que escribió varias gramáticas de lenguas americanas, filipinas y chinas. Sus documentos por los cuales es más conocido son sus descripciones de los viajes a China. Son las primeras descripciones fiables del funcionamiento del imperio chino, libres de fábulas y elementos maravillosos. Solamente basados en la observación y la razón.
Manuel de Francisco Fabre