Patente de la V-1 (Ramón Casanova) (18 septiembre 1917)

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El 18 de septiembre de 1917, un catalán nacido en Campdevanol, un diminuto pueblo en el centro de Cataluña, patentaba en Barcelona, un “Motor de explosión para toda clase de vehículos”. La misma persona, en octubre de 1944, leía con asombro en el ‘The Illustrated London News” un artículo que describía el funcionamiento de una V1 que no había explotado y que había podido ser analizada por los británicos. Su asombro se debía a que el funcionamiento del ingenio alemán era idéntico al patentado por él mismo 27 años antes. ¿Cómo era esto posible?

Ramón Casanova Danés

El autor de la patente se llamaba Ramón Casanova Danés y era nieto de un industrial que poseía una forja industrial. Las forjas eran instalaciones que producían piezas de acero que habían sido tratadas mediante trabajos mecánicos. En concreto, en la zona de Ripoll, las forjas eran fraguas que trabajaban el acero aprovechando las existencias locales de minas de carbón y hierro. El trabajo mecánico se producía mediante unos artilugios llamados “martinet” y que a pesar de su nombre que recuerda un pequeño martillo, era justo lo contrario, un martillo monstruoso. Para accionarlo, lo normal era aprovechar la fuerza hidráulica de un rio local y esto fue lo que hacia el abuelo de Ramón. Aprovechar los recursos locales para producir laminados y piezas industriales. Consiguió que una actividad con tradición del siglo XV, fundar una fragua familiar de considerable peso en la comarca.

Ramón era pues el sucesor de una larga saga de forjadores de hiero en Ripoll. Su padre, Damián Casanova Costa, se preocupó de que su única hija, Concepción, tuviera una formación esmerada y fue enviada a Barcelona y Madrid para doctorarse en filosofía, pero aparentemente para sus hijos Ramón y Manuel, le preocupó más que recibieran una formación local, muy apegada al negocio familiar. No quiere decir esto que no tuviera ocasión y medios para aprender, sino que probablemente, sus estudios los hizo fuera de las horas de trabajo. Acabó dominando cuatro idiomas, pero nunca obtuvo ningún título oficial.

El caso es que entre su trabajo en la empresa familiar y sus estudios todavía le quedaba tiempo para hacer inventos,…literalmente. Una de sus pasiones eran el deporte y el automovilismo, pero cuando en 1903 los hermanos Wright hicieron su primer vuelo, la noticia debió llegar a Ripoll y años después, la aviación entró dentro de la panoplia de aficiones de Ramón.

De lo que se dio cuenta rápidamente, es que los motores que se estaban utilizan para mover las primitivas aeronaves, carecían de la capacidad necesaria para dar velocidad a los vehículos. Todos los sistemas propuestos hasta aquel momento se basaban en la hélice y eran una herencia de la tecnología marina. El rendimiento de una hélice no es muy grande y encima hay que tener en cuenta que el rendimiento del motor de explosión que la empuja tampoco lo es.  A Ramón se le ocurrió quemar directamente el combustible y aprovechar el chorro de los gases para empujar hacia delante.

No vamos a entrar en detalles técnicos, pero el problema es que se requiere una velocidad inicial bastante alta para que el invento funcione y Ramón no acababa de encontrar la solución con todas las pruebas que hizo y los destrozos que causó en las naves propiedad de su padre.

En 1917, Ramón, con 25 años, decidió patentar la idea, aunque no estuviera totalmente pulida, pero el mismo año su padre, Damián, consiguió un contrato con la empresa constructora de automóviles de lujo La Hispano-Suiza. El contrato suponía la creación de un taller en Ripoll para la construcción de las piezas y Damián puso a su hijo al frente. Para Ramón se acabaron las ideas alocadas y los inventos avanzados. El nuevo trabajo requería de plena dedicación y además su padre le cerró el grifo de la financiación.

Como resultado de esta nueva situación fue que Ramón dejó de inventar artilugios mecánicos y se tuvo que dedicar en cuerpo y alma al proyecto familiar. Probablemente no es lo que mas deseara en la vida pero como buen catalán, Ramón era pragmático y dedicó en cuerpo y alma a hacer fructífero el encargo que su abuelo le puso entre las manos.

Mientras, sus inquietudes existenciales, ya que no le permitían invertir tiempo en tecnología sí que le permitieron dedicarse a la política. Ramón se embarcó en los proyectos de Acció Catalana y posteriormente Unió Socialista de Catalunya y en Palestra. Ambas organizaciones que coqueteaban con el catalanismo independentista. Su posición intelectual derivó cada vez más hacia la izquierda radical catalana independentista, aunque sin llegar a la ilegalidad.

En 1936 estalló la guerra civil española y el impacto en la lejana comarca del frente de guerra del Ripollés fue bastante fuerte. La familia de los Casanova pensaban estar al margen del conflicto político, dada sus buenas relaciones con la Generalitat, pero el hecho es que sus empresas familiares fueron contundentemente confiscadas.  Los propietarios quedaron como simples administradores de las diversas sociedades, pero sin ninguna capacidad real de gestión a largo plazo.

A pesar de ser considerado como casi un héroe catalán por las actuales responsables políticos de la región, No hay casi ninguna referencia clara de que sucedió pero el hecho es que Ramón se embarcó en un extraño viaje técnico al Reino Unido en 1939. El viaje estaba aparentemente financiado por la Generalitat pero nunca llegó a poner el pie en las islas Británicas. Ramón no hizo el viaje solo, sino con toda su familia, lo que indica que estaba huyendo de algo, probablemente de la barbarie republicana, lo cierto es que se quedó en Francia y consiguió trabajo en Tuchan (al norte de Perpignan) y más tarde en Toulouse. Allí trabajó en la fábrica de aviones Dewoitine, que sería absorbida por la SNCAM (Société nationale des constructions aéronautiques du Midi), predecesora de la actual AIRBUS.

El mismo año el ejército de Franco irrumpió en Cataluña y las tropas republicanas iniciaron el repliegue hacia Francia. Los responsables políticos de la Generalitat no pudieron controlar la situación y algunos exaltados locales incendiaron las instalaciones propiedad de los Casanova. Todo el patrimonio familiar se fue en humo.

Al restaurarse la situación económica, la antigua fabrica de los Casanova era tan solo una ruina sin valor y las nuevas autoridades las vendieron al mejor postor. Sin embargo un hermanastro de Ramon, Jose Maria, hijo de un segundo matrimonio de Damian, consiguió hacerse con el control de los bienes y volver poner en marcha el negocio. En 1940, la Wermacht aplastó al ejército francés y Toulouse quedó bajo el control indirecto de Alemania. Ramón por una extraña razón, dejó su trabajo en Francia y volvió a España, donde las autoridades franquistas no pusieron ninguna dificultad a que continuara trabajando en la empresa de su hermano que suministraba material sensible a las nuevas autoridades a pesar de sus conocidas ideas independentistas.

Fue apenas cuatro años mas tarde cuando descubrió que su invención estaba siendo utilizada por los alemanes para bombardear Londres.

¿Fue casualidad?

¿Se le escapó información vital durante su trabajo en Francia?

En todo caso fue un genio español que a pesar de sus veleidades independentistas, consiguió medrar bajo el paraguas del Estado Español, dirigido por Franco. En la Cataluña de 2025, hay varias organizaciones financiadas por la Generalitat que desean presentar el caso de Ramón Casanova como un genio local, pero siempre silencian su extraño exilio a Francia cuando gobernaba la Generalitat de Companys y de la facilidad con que rehizo su vida y patrimonio bajo en régimen de Franco.

Manuel de Francisco Fabre

https://es.wikipedia.org/wiki/Ramon_Casanova_i_Dan%C3%A9s

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