
A principios del siglo XIX y en un recién independizado México, un polifacético abogado y político, llamado Carlos María de Bustamante Merecilla, nacido en Oxaca, Nueva España (actual México), costeó la impresión de un manuscrito del siglo XVI, conocido actualmente como “Códice Florentino”, aunque en el momento de su composición se le llamó “Historia general de las cosas de Nueva España”.
Bustamante fue el típico producto de la civilización que España trajo al Nuevo Mundo. Hijo de español y criolla (Nueva Hispana), se educó en Nueva España, inició los estudios de jurisprudencia en la Ciudad de México, que finalizó, con la obtención del título de abogado en la recién creada Real Universidad de Guadalajara (3 de noviembre de 1792). Empezó trabajando bajo el paraguas del Imperio Español, pero muy pronto empezó a colaborar con las ideas independentistas, siendo encarcelado en 1805.

No pasó mucho tiempo en la cárcel y cuando salió se unió al grupo dirigido por José María Morelos, esto le valió la entrada en la cárcel en diversas ocasiones y cuando en 1821, se proclamó la independencia de México, volvió a ser encarcelado por el nuevo gobierno mexicano al proclamar su disgusto ante alguna de las actuaciones de la nueva administración.
Su vida se vio marcada por las breves estancias en la cárcel, pero siendo más numerosas las sufridas debido a sus correligionarios que las padecidas por las acciones de los realistas españoles. Su obra como escritor fue bastante irregular, pero fundamentalmente está compuesta por la búsqueda y publicación de documentos de la época española. Entre ellas se encuentra la “Historia General de Nueva España” del fraile franciscano español Bernardino de Sahagún, escrita entre 1540 y 1585 y la cual no había sido impresa hasta aquel momento.

Había diversas razones por las cual la obra de Bernardino de Sahagún no había sido impresa. Una fue la recomendación de Felipe II para que solo se distribuyera en círculos cultos, otra fue la cantidad de imágenes a color y finalmente que casi la mayor parte estaba redactada en náhuatl, macrolengua yutoazteca que era la lengua franca de Centroamérica en el momento de la conquista española y que actualmente todavía hablan tres millones de mexicanos. Que se redactaran en lengua local, obras en Nueva España, no era un hecho aislado. Lo realmente excepcional era la cantidad y calidad de las imágenes.

La publicación de Bustamante, lanzó al gran público una obra que hasta aquel momento había sido solo conocida por eruditos y especialistas. Probablemente, el documento que manejó e imprimió Bustamante era una copia sin ilustraciones que debió quedar en Nueva España, ya que en el mundo actualmente solo existe un original que se encuentra en la Biblioteca Medicea Laurenciana de Florencia, y que a su vez es un ejemplar que Bernardino de Sahagún envió al Papa Pío V en 1580.
El contenido del códice es excepcional. Contiene más de 1800 ilustraciones que fueron realizadas por escribas autóctonos, “tlacuilos” en terminología local, con técnicas europeas. Los textos fueron escritos por mexicas que, formando parte de la nobleza del antiguo imperio, estaban cursando estudios en la ciudad de Tepeapulco. El texto está escrito en dos columnas, en la parte izquierda, en náhuatl, evidentemente con caracteres alfabéticos, al carecer el náhuatl de alfabeto propio, y en la derecha su traducción en español o latín. Es evidente que Bernardino revisó los textos, pero los originales fueron redactados por los propios mexicas. Prueba de ello es que a veces falta la traducción, ya que el franciscano carecía de los conocimientos necesarios en lengua náhuatl para efectuar esta tarea.
La intención inicial de Bernardino era dar a los misioneros que iban llegando de Europa los conocimientos básicos de la cultura mexica y de su religión. Como él mismo escribió,
“Puesto que los predicadores y confesores médicos son de las almas, para curar las enfermedades espirituales conviene que tengan experiencia de las medicinas y de las enfermedades espirituales: El predicador, de los vicios de la religión mesoamericana, para enderezar contra ellos su doctrina, y el confesor para saber preguntar lo que conviene, y saber entender lo que dijeron tocante a su oficio. Para predicar contra esas cosas, y aun para saber si las hay, es menester saber cómo las usaban los indígenas en tiempo de su idolatría.”

El texto, que se inició en 1547, fue creciendo, tal vez sin que el propio autor se diera cuenta; actualmente es una de las fuentes principales para el conocimiento de la cultura mexica. Sin embargo, no fue hasta 1905, y en España, que Francisco del Paso y Troncoso publicó, en forma de láminas en Madrid, toda la colección de ilustraciones. Se tuvo que esperar hasta el 1979 que el gobierno mexicano, editara una copia completa del códice.
La obra, desde el momento que fue realmente accesible al gran público, fue objeto de ataques, sobre todo por parte de indigenistas a los que no les gustaba que se diera publicidad a los atroces ritos de la religión que se encontraron los españoles al llegar, pero diversas excavaciones arqueológicas realizadas en el siglo XX, corroboraron muchos macabros aspectos de la obra.

La íntima intencionalidad de Bernardino de Sahagún, tampoco está muy clara. Por un lado, quería mostrar el lado inhumano de las prácticas, digamos oficiales, de los americanos. Por otro lado, conoció de cerca al pueblo llano que más bien había sufrido aquella religión y el franciscano deseaba mostrar su vida corriente antes de la conquista.
Los motivos de Bustamante para editar la obra de Sahagún también fueron varios y contradictorios. Defensor de los derechos humanos desde un principio cuando trabajaba para la Justicia Española, su sensibilidad humanística le llevó a buscar cuanta información prehispánica encontrara, para descubrir que antes de la llegada española, no había un sistema de escritura moderno y que los registros encontrados eran de difícil interpretación. Defensor de las ideas independentistas, fue encarcelado en más ocasiones por los nuevos mejicanos que por los antiguos administradores de Nueva España. Defensor de la potencia del nuevo estado, tuvo que presenciar la derrota y perdida material de California, Nuevo México, Arizona y Tejas a manos de los Estados Unidos, una potencia que a principios del siglo XIX no se parecía en nada a los actuales EEUU. Tuvo suerte de morir en 1848 y así no tuvo que contemplar como el actual México tiene un PIB per cápita de 13.197 € frente a los 32.590 € de España (datos de 2024). A pesar de las dificultades de la actual España, más les hubiera valido permanecer bajo un paraguas común y luchar juntos para construir un mundo mejor.

Manuel de Francisco Fabre