El madrileño Museo Nacional de Ciencias Naturales ( dependiente del CSIC, Centro Superior de Investigaciones Científicas) acoge uno de los mejores ejemplos, sin duda único, de la ciencia multidisciplinar recogida en una plasmación artística, el Quadro de la Historia Natural Civil y Geográfica del Reyno del Perú, o Cuadro del Perú, obra de la Ilustración española en sus virreinatos de Ultramar.
Tras su periplo por diversos emplazamientos ― Secretaría de Hacienda e Indias, Palacio Real de Madrid… ― finalmente recaló donde se encuentra actualmente, el único cuadro en Europa que recoge de forma multidisciplinar la realidad de un territorio americano.
No hay ningún cuadro similar en Europa que ofrezca una visión multidisciplinar así de un territorio americano, en este caso el de Perú. Incluye prolijo texto escrito, obra del economista vizcaíno José Ignacio de Lecuanda, que ilustra las imágenes del pintor Louis Thiébaut, perteneciente a una familia de grabadores franceses que ilustraron libros de historia natural de conocidos naturalistas como Humboldt, entre otros. Este último nunca estuvo en Perú, pero pintó el cuadro acudiendo a diferentes fuentes originales.
El autor de los textos, José Ignacio Lecuanda y Escarsaga, ilustrado naturalista, nació en la localidad vizcaína de Gordojuela, en 1747, y falleció en Madrid, en 1800,a punto de regresar al virreinato del Perú. Además de su pasión por el naturalismo, este ilustrado era tesorero real y contador de la Real Hacienda.
Con tan solo 16 años, llegó a Perú, donde se formó como economista, en la Universidad de San Marcos, fundada por la Corona española y decana de las universidades americanas. En la capital, Lima, contrajo nupcias, en 1773 con María Ignacia Ulloa, criolla, con quien no tuvo descendencia. A España no regresaría hasta 32 años después. En el Virreinato se imbuyó de las ideas de la Ilustración, como miembro de la Sociedad de Amantes del País, y colaborador asiduo del periódico “El Mercurio Peruano”.
Se cree que Lecuanda se inspiró para su obra el Cuadro del Perú, en el libro del ilustrado trujillano Miguel Feijóo de Sosa “Relación descriptiva de la ciudad y provincia de Trujillo del Perú”.
Nuestro protagonista recorrió la diócesis de Trujillo — 1782 a 1785 —, acompañando al Obispo Baltasar Martínez Compañón, natural de la localidad navarra de Cabredo (1737), y fallecido en la capital colombiana, Bogotá (1797). Una diócesis que abarcaba desde el Pacífico al Amazonas.
Esa visita fue muy provechosa para Lecuanda, quien aprovechó para tomar numerosas notas, que luego serían la base de bien documentados tratados científicos. El mismo obispo encargó nada menos que 1.421 dibujos y acuarelas, recogidos luego en 9 tomos, que incluían flora, fauna, música indígena, traducción al español de lenguas locales…
Y es que el Obispo Martínez Compañón, al igual que la mayoría de los clérigos hispanos, era un hombre de gran cultura. Había estudiado Filosofía, en el Convento de la Merced de Calatayud, Leyes y Cánones en las universidades de Huesca y Zaragoza, y fue rector universitario hasta tres veces. Hacia el final de su vida colaboró con el gran naturalista gaditano, José Celestino Mutis, en su estudio “Flora de Bogotá”. Arzobispo de Santa Fe de Bogotá, en esa ciudad impulsó la formación de las niñas, sin distinción de clase social, en el Monasterio de la Enseñanza. También impulsó la fundación de colegios y seminarios. Sin duda, se trata de uno de los mayores ejemplos de promoción de la fe, la ciencia y la educación.
El obispo animó a Lecuanda a que fuera recopilando los datos de las regiones que iban visitando, aprovechando Lecuanda dicho material para su famoso Cuadro del Perú, además de para sus artículos en el “Mercurio Peruano”. Además, también escribió el “Plan sobre las mejoras de las minas de Hualgayoc”, que el obispo remitió al virrey Teodoro de Croix, en 1786. Lecuanda tuvo ocasión de tratar a la famosa expedición científica de Malaspina, que recaló en Lima en dos ocasiones, dando testimonio de ello en su Cuadro del Perú, en el que empezó a trabajar en 1794, llevándole la tarea cinco años (tras su regreso a España, en 1796, concluyó la obra en 1799). En la Madre Patria, se relacionó con destacadas personalidades ilustradas, a través de la Sociedad de Amantes del País. Cuando se preparaba para embarcar y regresar a su añorado Perú, falleció en Madrid, en 1800.
Jesús Caraballo