Estados Unidos, que tanto debe a España en el logro de su independencia frente a la Inglaterra del Rey Jorge III, olvida su herencia española. No sólo es que Carlos III, el General Bernardo de Gálvez, héroe de Pensacola o el financiero bilbaíno Bardoqui fueran decisivos – mucho más de lo que pudo serlo Francia y su general Lafayete- en tal logro, sino que buena parte del territorio actual de ese país fue descubierto, colonizado y evangelizado por nuestro país, asimilando a la población nativa, y no exterminándola, como nos muestran los westerns.
Una pléyade de nombres como Juan Ponce de León, descubridor de la Florida en busca de la fuente de la eterna juventud, Menéndez de Avilés, Álvar Núñez Cabeza de Vaca, Francisco de Coronado, Juan de Oñate o el recientemente canonizado Fray Junípero Serra, entre otros, jalona la historia de Estados Unidos, apenas unas décadas después del descubrimiento del Nuevo Mundo.
El olvido de los estadounidenses de este legado, que en realidad contribuye a enriquecer su identidad, es especialmente injusto en el caso de una de sus celebraciones más populares. Hablamos, claro está, del Día de Acción de Gracias, que cada año paraliza a todo el país, para disfrutar del pavo en compañía de la familia. Me ha venido a la memoria por un reciente artículo sobre dicha efeméride, publicado en el suplemento El Semanal, del diario ABC, o la emisión de la película interpretada por Spencer Tracy, en donde da vida al capitán del Mayflower, el célebre barco que transportó a los puritanos que arribaron a las costas de Massachusets. Dice el discurso oficial que, tras un duro invierno, en que los pioneros apenas tenías recursos ni medios para sobrevivir, fueron ayudados por los indígenas. Tras superar tan dura prueba, los colonos celebraron una comida de acción de gracias, con sus nuevos amigos (éstos, en realidad, de haber sabido el futuro que les deparaban estos conquistadores, con su exterminio, a buen seguro, se hubieran replanteado su ayuda).
Todo esto sucedía en 1.620, pero en realidad, 55 años antes habría tenido lugar ya, en la actual Florida, una celebración de Acción de Gracias, a cargo del conquistador español Pedro Menéndez de Avilés. Así es, este magnífico marino español, natural de Asturias, avistó la Florida (territorio en que ya había incursionado Juan Ponce de León, apenas dos décadas después del Descubrimiento de América), el 28 de agosto de 1.565, día de San Agustín de Hipona. El 8 de septiembre bautizó con ese nombre, San Agustín, la primera ciudad en tierras de Estados Unidos, que aún sigue habitada, y en la que más tiempo ondeó la bandera de España. Es decir, que este año se cumplirán 455 años de su fundación.
El padre Francisco López de Mendoza Grajales improvisó un altar y ofició la primera misa en tierras estadounidenses, procediendo a continuación todos los españoles a celebrar una cena de acción de gracias, por tanto, el primer thanks griving al Norte del Río Bravo. Parece que el menú pudo ser un cocido, a base de productos de cerdo y garbanzos, acompañado de galletas y vino.
La fundación de San Agustín y de la misión Nombre de Dios (a la que seguirían otras 200 sólo en Florida) marcó el inicio de la cristianización de los EE.UU, que se extendería hasta California y las costas del Pacífico. Y es que una de las misiones principales que encomendó el Rey Felipe II a Menéndez de Avilés fue precisamente la de «establecer misiones para mostrar a Jesucristo al pueblo nativo».
Pero incluso antes de que los pioneros del Mayflower arribaran a las costas de Massachusets en 1.620, aún hubo otro Día de Acción de Gracias protagonizado por españoles. Juan de Oñate, de orígenes vascos (su padre sirvió a Hernán Cortés en la conquista de Méjico), pero ya novohispano, pues nació en el estado mejicano de Zacatecas, había obtenido del Virrey de Nueva España, Luis de Velasco, en 1.595, autorización para ir como adelantando al norte del río Grande, en Texas y Nuevo Méjico. Organizó una expedición, que partió en 1.598, con colonos, 7.000 cabezas de ganado y bien provistos de provisiones y herramientas para construir, acompañados por un destacamento de militares y misioneros. Tras no pocas vicisitudes, durante su travesía por el desierto de Chihuahua, al llegar al nuevo territorio de Nuevo Méjico, del que sería el nuevo gobernador, y como muestra de agradecimiento por la gracia de haber podido superar tantas penalidades, la expedición celebró un Te Deum, al que siguió una representación de una pequeña obra de teatro compuesta por el religioso Marcos Farfán sobre la evangelización de los nativos, siendo ésta la primera representación teatral de la historia en territorio de los actuales EEUU. Esta expedición significó la civilización del Estado de Nuevo México y la apertura de la Ruta de Santa Fe, que durante más de un siglo unió a Ciudad de Méjico con esa ciudad norteamericana.
Por tanto, animo a que los estadounidenses, en vez de celebrar su Thanks Giving Day en el helado mes de noviembre, lo hagan en las más templadas fechas de septiembre, como ocurrió hace casi 455 años y, a ser posible, con un contundente cocido, regado por buen vino español.
Jesús Caraballo