EL GALEÓN SAN JOSÉ Y SU TESORO

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Popa del san José

El San José, de 40 metros de largo, con su gemelo y compañero hasta su fin, el San Joaquín, fue encargado por el gobierno de Carlos II en 1696, en el astillero de Usúrbil, cerca de San Sebastián, entregándose ambos buques dos años después con la misión de custodiar las Flotas de Indias. Su armamento, algo débil para la época y para su tamaño, era de unos 60-62 cañones, los mayores de a 18 libras de bala, siendo el resto de a 10 y seis libras de bala, más pensado para enfrentarse a corsarios que a buques regulares.

Ambos buques fueron a Cádiz y, durante la guerra de Sucesión Española, contribuyeron a la defensa del puerto y de la plaza ante el ataque y desembarco de la escuadra angloholandesa del almirante Rooke, distinguiéndose en la victoria el ya viejo marino don José Fernández de Santillán, que recibió por sus servicios el condado de Casa-Alegre y además, conservó el mando de la Flota de Tierra Firme.

El galeón español, nave capitana de la Flota, partió junto al San Joaquín, la nave almiranta, y diez buques de carga desde Cádiz el 10 de marzo de 1706 rumbo al caribe y con destino a Cartagena de Indias. A sabiendas de la presencia de buques ingleses hostiles ― debido al conflicto por la sucesión al trono español ― el rey Felipe V ordenó que se le brindara una fuerte protección representada en 26 navíos. Llegó a Cartagena de Indias, entonces virreinato de la Nueva Granada, hoy Colombia, el 27 de abril de ese mismo año, con la idea de dirigirse a Portobelo. Sin embargo, su partida hacia Portobello se dilataría dos años.

Abraham Duquesne

En Portobelo, se discutió bastante tiempo si era seguro que el galeón zarpara de regreso a Cartagena. Según estaban advirtiendo desde Cartagena, un grupo de naves inglesas estaban merodeando el área. No obstante, y a pesar de que la mayoría se negaba a salir, el capitán Fernández determinó que lo más conveniente era zarpar, entre otras razones para no perder la ayuda ofrecida por el general francés Abraham Duquesne —adversario en la última batalla del almirante holandés De Ruyter —, que se ofreció a escoltar en su regreso a España. Además, Fernández consideraba que el galeón y la flota que lo acompañaba estaban suficientemente blindados para repeler el ataque de los ingleses.

Tesoro del san José

El 2 de febrero de 1708, su capitán, el general José Fernández de Santillán, conde de Casa Alegre, por fin resuelve partir, junto con el San Joaquín y otros navíos de la flota española. Zarpó de Cartagena de Indias hacia lo que actualmente es Panamá (antes Portobelo) donde recogió el tesoro extraído de Perú, Ecuador y México, siendo cargado con lingotes, monedas de oro y plata, además de otras mercancías; todo con un valor total de 11 millones de pesos de la época.

El San José llevaba en su bodega todo tipo de objetos valiosos, ejemplos del arte y la tecnología del siglo XVIII, una enorme colección de monedas acuñadas en América en cantidad de varias toneladas, barras de oro, plata, porcelana china, joyas y piedras preciosas.

​Consciente del riesgo, el capitán Fernández zarpó hacia Cartagena el 28 de mayo del mismo año, acompañado por 16 barcos entre los que destacaban las naves militares San Joaquín, la más emblemática de la flota y que contaba con 64 cañones, y Santa Cruz, que dotaba de 55, pero para ese momento disponía solamente de 44. Estas dos embarcaciones, junto con el San José, eran las que transportaban la mayor parte de las mercancías, gracias a su poderío ofensivo.

Portobelo
Charles Wager

Mientras los españoles realizaban sus diligencias en Portobelo, el capitán inglés Charles Wager, fue informado por varios espías de sus movimientos. Wager contaba con una flota bien armada y se dirigió a la ruta por la que el San José debía pasar para llegar a Cartagena. La emboscada de Wager tuvo lugar muy cerca de las Islas del Rosario, un archipiélago a unas 30 millas del puerto de Cartagena. La flota fue atacada por corsarios ingleses el 8 de junio y se hundió con su cargamento en la Batalla de Barú (en la península de Barú, actual mar de Colombia).

El ataque británico no se hizo esperar. El navío Kingston, dotado de 60 cañones, abrió fuego contra el San Joaquín, mientras el Expedition, comandado por Wager, arremetió contra el San José a menos de 60 metros. La idea principal de Wager era apoderarse del galeón para conseguir el preciado cargamento. Sin embargo, tras una hora y media de intercambio de fuego, con la caída de las sombras, el buque español estalló al reventar su Santabárbara por una u otra razón, hundiéndose inmediatamente en aguas del Atlántico, de forma que, de sus casi 600 tripulantes y pasajeros, que iban a bordo del San José, solo sobrevivieron entre 5 y 11 personas.

Ante aquel desastre, los ya muy inferiores buques españoles tuvieron que batirse en retirada, siendo apresado el Santa Cruz, al mando de Don Nicolás de la Rosa, conde de Vega Florida, tras una heroica resistencia que duró hasta las cuatro de la madrugada, luchando solo contra tres enemigos, y perderse encallada al huir la urca Concepción, si bien pudieron salvarse sus ocupantes, que quemaron el casco para evitar que fuera saqueado. A la mañana siguiente, el San Joaquín reagrupó a los 11 mercantes y, tras desarbolar a uno de sus perseguidores y utilizar sabiamente su conocimiento de los fondos costeros, lograron salvarse entrando en Cartagena.

Los británicos quedaron defraudados pese a su triunfo, pues el San José se hundió con toda su carga y el San Joaquín logró escapar, y era costumbre que el oro y la plata se embarcasen precisamente en los buques de guerra, para mayor seguridad y control, por lo que el botín en el Santa Cruz, único apresado, fue bien modesto.

El Almirantazgo separó del servicio a los capitanes de los dos navíos menores, Bridges y Windsor, por su floja actuación en el combate. Ascendió, sin embargo, a contralmirante a Wager, que empezó así una promoción que le llevaría a ser finalmente Primer Lord del Almirantazgo. Anteriormente, había participado en la toma de Gibraltar en esa misma guerra, en el combate de Vélez-Málaga (donde resultó herido Blas de Lezo, aun guardiamarina) y en la toma de Barcelona, hasta entonces fiel a Felipe V.

Gabriel García Márquez

Gabriel García Márquez relata el hundimiento del San José en las primeras páginas de El amor en los tiempos del cólera y también Cien años de soledad, aunque nunca explicite la localización de la intriga en Cartagena de Indias. Alude a ese evento como testigo del papel de la ciudad cómo el centro de la exportación de oro y piedras preciosas de Hispanomérica, después de haber sido, según él, el primer mercado de esclavos en las Américas, con olvido de Salvador de Bahía, naturalmente.

Búsqueda del tesoro

A partir de 1980, varias empresas y buscadores de tesoros intentaron localizar el tesoro valorado en 10.000 millones de dólares estadounidenses, siendo durante mucho tiempo uno de los tesoros perdidos más buscados en el mundo. El 25 de octubre de 2011 una corte de Washington declaró al galeón como propiedad del Gobierno de Colombia, pero la empresa Sea Search Armada (SSA) había presentado a finales de marzo sus argumentos para un recurso de apelación, ante la Corte de Apelaciones del Distrito de Columbia, en el que continúa reclamando sus derechos sobre el tesoro del galeón, diciendo que encontró el naufragio antes que Colombia y reclama US$10.000 millones, lo que en sus cálculos corresponde a la mitad del valor del galeón. La empresa estadounidense recurrió a la corte de su país después de que el Gobierno de Colombia se negara, a cumplir la orden dictada en 2007 por la Corte Suprema de Colombia, que concedía a la compañía la mitad del tesoro, una vez que este fuera rescatado de las profundidades, pero la Agencia Nacional de Defensa Jurídica del Estado, que asume la defensa de Colombia en el caso, calificó ese reclamo como “grotesco” y “frívolo”, afirmando que “las coordenadas que da el demandante no son las coordenadas donde está el galeón”.

Este fue el trágico combate que dio origen a la polémica legal y al pleito actual por la propiedad del tesoro que alberga el pecio, dado que los restos del galeón fueron descubiertos el 27 de noviembre de 2015, a 600 metros de profundidad, por investigadores del Instituto Colombiano de Antropología e Historia, personal de la Armada Nacional de Colombia y de la Dirección General Marítima en las costas cercanas a Cartagena de Indias, siendo descrito como “uno de los más grandes hallazgos de patrimonio sumergido, si no el más grande, dicen algunos, de la historia de la humanidad”.

Este mismo año, el ministro de Asuntos Exteriores español dijo que “España no renunciará al galeón porque es un barco de Estado”. Sin embargo, ambos gobiernos han mantenido la intención de lograr una resolución amistosa y diplomática de la disputa.

En 2018 a raíz de esta situación se plantearon soluciones jurídicas nuevas como considerar el galeón San José y los demás buques de la Carrera de Indias como patrimonio común y compartido y para respaldarlo se creó el Observatorio del Patrimonio Cultural Subacuático Común y Compartido, para evitar conflictos similares en el futuro.​

En 2019, la comunidad indígena boliviana de los Qhara Qhara interpuso una demanda de derechos sobre estas riquezas, sumando evidencias de que parte de las riquezas que contenía el barco les corresponden, pues, se extrajeron del Cerro Rico de Potosí mediante la violencia y la explotación.​ El galeón fue declarado en 2020 como un bien de interés cultural de Colombia, por lo que el gobierno defiende que su valor no se debe ni se puede contabilizar en términos monetarios.

Posteriormente, el 6 de junio de 2022 se anunció el descubrimiento de dos nuevas embarcaciones, una contemporánea al galeón San José y otra algo posterior, cerca de donde se encontró este. La Armada Nacional y la Dirección Nacional Marítima de Colombia hicieron la primera exploración no intrusiva del galeón, gracias a la cual se conocieron imágenes del mismo, en las que se pueden observar cañones, algunas monedas y una vajilla china.

La opinión pública hasta hace pocos años consideró el patrimonio subacuático como «tesoros ocultos» en estos casos y aceptaba que vinieran a pertenecer a quienes los encontraban, pero desde 1985, con la Ley de Patrimonio Histórico y la Convención de la Unesco sobre el Patrimonio Subacuático, estos pecios son declarados bienes de interés general de las sociedades, los Estados, las Naciones y la Humanidad entera. Colombia no forma parte de la convención de la Unesco, por lo que no está obligada a respetar la soberanía del barco como española, sino que por encontrarse en su territorio puede disponer del mismo.

La posición del gobierno español es que se trata de un «barco de Estado», y no de titularidad privada, lo cual hace que esté protegido por la inmunidad soberana. «La inmunidad soberana sobre el buque implica que ningún Estado pueda tomar una decisión unilateral sobre lo que afecte al buque sin la conformidad del Estado de bandera». En este sentido, el derecho internacional señala que los barcos de guerra tienen inmunidad soberana, es decir, gozan de una especie de extraterritorialidad como si fueran un pequeño espacio de territorio de su Estado de origen allá donde estén, especialmente si han sido hundidos en combate.

Jaime Mascaró

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