Entre la Historia y la Leyenda
Leovigildo, rey de los godos entre el 568 y el 586, como rey de Hispania se había marcado un objetivo, que no era otro que unificar bajo su corona todos los territorios de las antiguas provincias de la Hispania romana.
Por ello, continuaría con el creciente acoso puesto en marcha por su antecesor, Liuva I, en el año 565 de la provincia bizantina de Spania, en latín Spaniae, ubicada en el sureste de la Península, ocupada por el emperador Justiniano I el Grande, donde antes estuviese el desaparecido Reino de los Vándalos.
Aunque, la conquista definitiva de la provincia no se produciría hasta el año 624, reinando el rey godo Suintila, una vez que los apoyos de los hispanorromanos se inclinasen hacia los ya católicos reyes de Hispania.
Probablemente, por los pobres resultados obtenidos en la campaña contra Spania mantenida durante los años 570 y 571 se marcó una meta más fácil, poniendo su esfuerzo en la conquista de Corduba, Córdoba, ocupándola en el 572 dando, así, fin a la larga rebelión mantenida por esta ciudad.
Los planes de conquista del rey Leovigildo no terminaban aquí, ya que en el 570 antes de su cabalgada hasta la Spania bizantina había atravesado el territorio autónomo hispanorromano de la Oróspeda (del griego ‘el que pone fin a los llanos’), al norte de Sierra Morena, región que conquistaría definitivamente en el 577.
Pero, las ambiciones del rey no solo se orientaban hacia el sur peninsular, sino que ya mucho antes había puesto sus ojos en la frontera noroeste del reino.
En el 573 se ocuparía de la tribu astur de los ‘sappos’ habitantes del enigmático territorio de la Sabaria del que no se conoce con certeza su ubicación, aunque se suele identificar con las actuales provincias de Zamora y Salamanca.
Seguidamente, se dirigiría más al norte ocupándose primero de los Cántabros en el 574, tomando la ciudad de Amaya (Amaia), ‘madre’ en indoeuropeo, que se convertiría en la capital del Ducado de Cantabria, dependiente del reino de Toledo. Siglos más tarde, en el 714, volvería a ser conquistada, pero en esta ocasión por tropas musulmanas al mando del bereber Tarik ibn Ziyad.
Un año más tarde, en el 575, ocuparía los montes Aregenses, en la actual provincia de Orense que, aunque oficialmente eran parte del reino suevo del rey Miro, en la realidad era un territorio fuera de su control gobernado por el caudillo local Aspidio.
Como último paso, se ocuparía de los vascones concluyendo con la victoria del rey sobre ellos en el 581, fundando en dicho lugar la ciudad de Victoriacum.
Nada sabemos de lo ocurrido con los várdulos (bárdulos) habitantes de la Vardulia (Bardulia), región ubicada al norte de la actual provincia de Burgos, alguna mención se dispone de este pueblo como que una unidad de várdulos sirvió durante años en el Muro de Adriano al norte de la actual Inglaterra, ‘Cohors Primae Fida Vardullorum civium Romanorum equitata milliaria’, y que la leyenda nos aproxima a la fundación de Castilla en la Bardulia.
¡Pero eso ya es otra historia!
El lector se habrá dado cuenta que de forma preconcebida no se ha mencionado a lo largo del relato, salvo muy al final, la relación con el reino de los suevos vecinos peninsular de los godos.
Responder a dicha pregunta nos hace remontarnos a la historia de la Roma Imperial, en la que ya se mencionan en diferentes escritos la existencia de los suevos formando una unidad como nación que ocupaba gran parte de la actual Alemania.
Aunque, para los aspectos que nos interesan en estos momentos, podemos centrarnos en que eran una de las principales tribus germánicas que en el año 406 atravesó el río Rin para, posteriormente, recorrer y saquear la Galia romana.
Aprovechando la debilidad del emperador Honorio y sus enfrentamientos con el usurpador, nombrado emperador por las tropas de Britania en el 407, Constantino III.
En estos primeros años de saqueo y pillaje se uniría con otra tribu germánica como eran los Vándalos originales de las costas de la actual Suecia en el mar Báltico, que posteriormente pasarían a Centroeuropa y desde allí al Imperio Romano.
En el 409 estas tribus entrarían en la Hispania romana, junto con un tercer grupo formado por los Alanos, tribu de origen iranio que llegó a occidente desde las costas orientales del mar Negro, huyendo de la presión de los Hunos que les había derrotado en el 370.
Su entrada se produce sin oposición desde Aquitania donde se encontraban asentadas, probablemente al ser llamados por un tercer usurpador al trono de Roma, Máximo, con el fin de enfrentarse a los ejércitos de Constantino III.
Durante los primeros años de ocupación de Hispania siguieron haciendo lo ‘habitual en ellos’, como era dedicarse al pillaje y saqueo de las antiguas provincias romanas, hasta que en el 411 se procede al reparto de los territorios de Hispania entre las diferentes tribus bárbaras.
Para los suevos les quedaría las zonas costeras de la Gallaecia, estableciendo su rey Hermerico la capital en Bracara Augusta (la actual ciudad de Braga en Portugal).
Los vándalos Asdingos, encabezados por el rey Gunderico, recibieron los conventos de Astorga y Clunia en el interior de la provincia de la Gallaecia.
Los vándalos Silingos, con el rey Fredebaldo (Fridibaldo), se asentarían en la Bética y los Alanos bajo el mando de su rey Ataces ocuparían la Lusitania y la Cartaginense, conquistando la ciudad de Emérita Augusta (Mérida) estableciendo allí su capital hasta el 418.
Poco les duraría a Silingos y Alanos ya que Roma firmó un foedus (tratado) con el rey visigodo Walia recuperando entre el 416 y el 417 las provincias de la Bética, Lusitania, Tarraconense y Cartaginense.
Refugiándose unos y otros en el norte con los Asdingos.
Este cambio en el equilibrio de poderes los llevó al enfrentamiento con los suevos en la batalla de los montes Nerbasios (420), de localización poco clara, los cuales fueron salvados de su total derrota por la intervención del ejército hispanorromano bajo el mando del comes Hispaniarum Asterio.
En su huida hacia el sur los vándalos destruyeron Braga al igual que asolaron los territorios por los que pasaron antes de su ‘salto’ en el 425 al norte de África y a las Islas Baleares, islas que se mantendrían bajo control vándalo hasta el 535 cuando fueron reconquistadas por el emperador Justiniano I.
Pero, volvamos a centrarnos en la tribu de los suevos.
A partir de este momento, la historia del Reino de los Suevos (Regnum Suevorum) se divide en cuatro periodos…
Desde el 428 al 456, con la desaparición de los vándalos y bajo el gobierno de los reyes Requila y Requiario se expanden por toda la franja occidental de la Península ocupando ciudades como Astorga (Asturica), Braga (Bracara), Lisboa (Olisipo), Mérida (Emerita), Sevilla (Hispalis) y Cádiz (Gades).
Desde el 456 al 469, el rey Teodorico II expande el reino visigodo de Tolosa por Hispania, derrotando en diferentes ocasiones a los suevos, extendiendo su influencia política y religiosa sobre ellos llevando al rey suevo Requimundo a su conversión al cristianismo arriano.
Desde el 469 al 550, si de todos estos años poca documentación histórica se dispone de este período oscuro todavía se conoce menos, pero la información existente, entre leyenda e historia, hace suponer lo siguiente…
El reino suevo se consolida como el primer reino independiente de la Hispania romana, integrándose la población germánica, formada por cristianos arrianos, y la galaicoromana, de confesión cristiano-católica.
Y el asentamiento de los celtas procedentes de Britania en la costa lucense huyendo de las invasiones anglosajonas.
Desde el 550 al 585, de lo poco que se sabe existe constancia de ciertos hechos de gran importancia…
Del abandono del arrianismo y su conversión al catolicismo, siendo el primer reino católico de la Hispania romana, no existiendo certeza si se produjo en el 550 con el reinado del rey Chariarico o en el 570 con el rey Teodomiro convocante del concilio de Lugo (569) para la confirmación de la conversión de los suevos al catolicismo.
De la realización de dos concilios convocados por el papa Juan III, el Primer concilio de Braga del 561 centrado en la condena de la doctrina priscilianista, reinando el rey Ariamiro, y el Segundo concilio de Braga del 572 dotando de su propio derecho canónico a la Iglesia nacional sueva, reinando el rey Miro.
La llegada al poder del rey godo Leovigildo en el 568 lo cambiaría todo, probablemente uno de los reyes de mayor relevancia en la historia de España, que con la publicación del Codex Revisus (Código de Leovigildo) unificaría las etnias goda e hispanorromana en un único pueblo de cultura hispanorromana.
Las reformas, la reorganización territorial y su política expansionista le llevaría más pronto que tarde al enfrentamiento con el reino vecino de los suevos.
Venciendo en primer lugar a los ejércitos del rey Miro (583) así como, a los sucesores de este, Eborico (Eurico) destronado en el 584 por Andeca (Audeca), siendo este último derrocado, destronado y recluido en un monasterio en el 585.
Restableciéndose el arrianismo en su territorio, respetándose las sedes y obispos católicos existentes.
Más tarde, en el III Concilio de Toledo (589), Recaredo, hijo de Leovigildo, adjuraría del arrianismo convirtiendo al catolicismo de forma definitiva tanto a godos como a suevos, alcanzándose la unificación religiosa con la población hispanorromana.
Vicente Medina Prados