El impulso naval, el expedicionario y el de la Fe católica son tres conceptos estrechamente ligados a la hazaña del descubrimiento de América por los españoles y la consecuente evangelización del Nuevo Mundo. Fue el Descubrimiento un hito naval y expedicionario indiscutible, con un contenido de Fe que le dio fuerza, empaque, pues lo hilvanó, lo forjó.
Desde el primer momento los Reyes Católicos dispusieron la evangelización del Nuevo Mundo, encargándose de ello las órdenes religiosas de la época. Esta decisión le permitió a Corona española conseguir dos objetivos: mantener durante casi cuatro siglos la soberanía en los territorios de ultramar y la supervivencia de las poblaciones de indios nativos, tanto en América como también en Asia (Filipinas principalmente). Y es que las expediciones de la Corona lideradas por religiosos fueron realmente el embrión de la estructura social y administrativa básicas, incipientes, de los nuevos territorios españoles.
La figura que en mi opinión más destaca en este aspecto es la del mallorquín, hoy ya Santo, San Fray Junípero Serra, evangelizador de California. Un 16 de julio de 1769 fundó la primera misión, San Diego de Alcalá, actual San Diego. Rumbo a Monterrey fundó la segunda misión, San Carlos Borromeo. Procedía siempre igual: en lugar adecuado se levantaba una capilla, cabañas para los frailes y un pequeño fortín. Por curiosidad los indígenas se acercaban, invitándoles a establecerse. Les instruían en agricultura, ganadería y albañilería, les proveían de semillas y animales y se les catequizaba. Aprendían oficios de carpintero y herrero. A las mujeres les enseñaban tareas de cocina, costura y confección de tejidos. Destacaron con él los misioneros, también mallorquines, Francisco Dumetz, Luis Jaume, Miguel Pieras y Buenaventura Sitjar. Es de resaltar que al morir el padre Serra, a quien los indios le llamaban cariñosamente «el viejo», asistieron por más de 600 de ellos al sepelio por el afecto que le tenían. En el Capitolio de Washington tiene una estatua en su reconocimiento.
Pero realmente el primer religioso que se dedicó a descubrir y evangelizar territorio americano llegó con el segundo viaje de Colón, enviado a América con el mandato de los Reyes Católicos de evangelizar. Fue Fray Bernardo Boyl, Vicario Apostólico para las Indias Occidentales, facultades otorgadas por el Papa Alejandro VI.
Le siguieron incontables expediciones más, lideradas por religiosos católicos, que se dedicaron a explorar el continente americano y también Asia, Filipinas especialmente, al tiempo que evangelizaban a sus gentes. Destacaron en la tarea el dominico Antonio de Montesinos (1475-1540), primero en denunciar ante la Corona los abusos sobre los indígenas pues iban en contra de las premisas fijadas por los monarcas españoles. El controvertido Bartolomé de Las Casas (1474-1564), Francisco de Vitoria (1483/1486-1546) y Toribio de Benavente (1482-1569) son otros ejemplos de esta ingente tarea. A los misioneros franciscanos y dominicos se les sumaron también los jesuitas, como el Padre José de Acosta (1540-1600), de entre otras congregaciones.
Resaltó en esta tarea un lugar, el convento de Santo Domingo en México, durante mucho tiempo centro desde donde salían los religiosos que evangelizaron los actuales México y Estados Unidos.
Territorios tan lejanos como las Islas Galápagos fueron descubiertos también por religiosos, en este caso por Fray Tomás de Berlanga, destacado estudioso en cosmografía, geografía y navegación naval, precursor ya en el siglo XIV de la idea de comunicar el Atlántico con el Pacífico a través del istmo de Panamá.
El Río Amazonas es otro hito descubierto por un religioso, Fray Gaspar de Carvajal. Clérigo que acompañaba a Pizarro, consiguió llegar a su desembocadura tras recorrer casi cinco mil kilómetros a pie. Expedición de grandes penalidades por los terrenos pantanosos y ciénagas que tuvieron que atravesar y por los ataques de tribus locales, a veces “mujeres de pelo largo», de donde el río tomó su nombre, según refiere en su “Crónica Descubrimiento del río de las Amazonas”, fabulosa obra literaria. Fue también el fundador de la ciudad de Guayaquil, en Ecuador.
La Iglesia Católica también reconoce como pioneros de la misión evangelizadora de América a los denominados “12 apóstoles”, encabezados por Fray Martín de Valencia, que llegaron a Nueva España en 1524, y Fray Toribio de Benavente, que tuvo con Fray Bartolomé de las Casas sus diferencias de criterio evangelizador y de aplicación de las Leyes de Indias. Sus memorias relatan la odisea de sus expediciones.
Se da en algunos de estos ilustres personajes la doble versión de religioso y de marino/ soldado; pues a la vez navegaban, evangelizaban y también en muchos casos combatían, junto a los soldados, durante las expediciones. Un ejemplo con mayúsculas es el vasco Fray Andrés de Urdaneta, hacedor del Tornaviaje en el Océano Pacífico, que llamaron durante siglos el “Lago español”, y que hasta el año 1813 fue la ruta que siguió el famoso “Galeón de Manila”, ruta entre Manila y Acapulco, y regreso. Coincidió Urdaneta en sus travesías con Elcano y también con Miguel López de Legazpi, al que acompañó como ayudante en el Pacífico, siendo pionero pues en la evangelización de Filipinas.
El escritor e historiador Juan Hernández Hortigüela que inspira estas líneas, recomienda tres libros al respecto por haber sido escritos por sus protagonistas: «Naufragios», de Álvaro Núñez Cabeza de Vaca; «La verdadera historia de la Conquista de Nueva España», de Bernal Díaz del Castillo y «La primera vuelta en torno del globo», de Antonio Pigafetta.
Pues bien, a pesar de todo cuanto se ha mencionado aquí, parece que ahora vivimos una ola de actos en los que se pretende borrar toda esta historia en América, afectados por la aún vigente leyenda Negra contra España. Ejemplo es la Universidad de Stanford de California y las referencias a Fray Junípero Serra, justificando que lo hacen «porque es importante reconocer el daño hecho a la población indígena, que continúa afectando a los nativos americanos de la actual comunidad de Stanford» (sic.). Y lo mismo con las estatuas de Colón u otros símbolos de herencia española en el Nuevo Mundo, que están pasando por las mismas vicisitudes.
Pues nada, queden estas líneas a modo de resarcimiento y de reivindicación de la realidad. No dejemos de difundirlo.
Antonio Deudero Mayans