Todos los pueblos, todos los países, poseen en su folclore ancestral, como patrimonio inalienable, fábulas, mitos y leyendas que se han transmitido de generación en generación. Son las consejas que muchas veces sostienen la tradición de una cultura y que antaño, las más ancianas de la familia contaban a la luz de la lumbre las noches frías de invierno haciendo temblar de miedo o regocijarse con el relato al resto de la familia.
Hoy la industria cinematográfica las ha transformado en películas, con lo que su difusión es más amplia con el consiguiente beneficio, no solo económico, sino cultural que pueden aportar a la civilización
España no está exenta de ellas y tiene muchas, variopintas y bellas. Una de estas es ¿Por qué y cómo se formó la cadena montañosa que conocemos como Los Montes Pirineos, poco conocida pero que posee un encanto y belleza dignos de las más extendidas.
De pequeños, por lo menos a los de mi generación, nos enseñaron que España formaba parte de Europa, pero que estaba unida o separada de ella por los Montes Pirineos. Desde entonces me he sentido atraído y a la vez intrigado por qué a esa cadena montañosa se le denominaba de esa manera. Cosa que he conseguido averiguar tras algunas indagaciones y he llegado a la conclusión de que esta palabra procede de la lengua griega, ya que, en ella πüρ (pir) significa fuego, de ahí, pirotecnia o pirosis (creo que no hace falta explicación de éstas), y νέος (nuevo), por lo que podemos traducir, con cierta libertad “montes nuevos quemados”, es decir, unos montes que han nacido después de la quema de los que había anteriormente.
Son muchas y variadas las fábulas que explican el nacimiento de estos montes. Intentando ser ecléctico, procuraré recopilarlas en una sola.
Según el relato bíblico, seguimos el trabajo de Mateo Ballester Rodríguez (La Estirpe de Tubal: Relato bíblico e identidad naciona de España); tras el Diluvio universal quedaron sobre la faz de la tierra Noé y sus tres hijos: Sem, Cam y Jafet de quienes venimos todos los habitantes de ésta.
Ciñéndonos al caso de España a ella vino el nieto de Noé, Túbal que pobló la parte, poco más o menos de Despeñaperros para arriba, siendo Tharsis, hijo de Javán, también nieto de Noé quien ocupó la porción que corresponde a la actual Andalucía. Autores tales como Flavio Josefo y S. Jerónimo dan este hecho por bueno.
Cierto o no, en la Biblia se nombra Tharsis, como lugar de fabulosas minas que proveían al rey Salomón de inmensos tesoros, y aún hoy en la provincia de Huelva, existe un pueblo con este nombre al que Samuel Bochart (1599-1667) y Joseph Herman Hertz (1936) identifican como la capital del reino de Tartessos en cuya búsqueda, sin éxito, invirtió tiempo y dinero Adolf Schulten.
Sería muy extenso este escrito si hablásemos de la civilización tartésica, no obstante y por mor de la brevedad, haremos un pequeño escarceo sobre ella. Esta se desarrolló al sur de la Península Ibérica entre los siglos XII y V a. C., y su reino, según los antiguos autores griegos, se extendía desde Huelva hasta Alicante.
Dan fe de ella fenicios y griegos que comerciaron con sus habitantes, a los que, a cambio de sus riquezas metalúrgicas, aportaron árboles y bienes ignorados, entre ellos parece que el olivo, cuyo fruto la aceituna, hay quien defiende que proviene de la palabra fenicia zeitung, préstamo de la palabra zayta que tomaron de los arameos.
El historiador griego Éforo de Cime, siglo V a.C., describe “un mercado muy próspero, la llamada Tartessos, ciudad ilustre, regada por un río que lleva gran cantidad de estaño, oro y cobre de Céltica”.
Para Adolf Schulten, el nombre indígena de este río era Tartis, al que los griegos dieron el nombre de Ƭαρτ-ησσός, (Tartessós), de ahí que denominasen por extensión con ese nombre a todo el reino.
Dejando a un lado los reyes mitológicos de este reino, Gárgoris y Habis, sí conocemos el de uno histórico, llamado Argantonio por su contacto con los griegos focenses a los que colmó del dinero necesario, plata sobre todo, para que construyesen una muralla en Focea (actual Gediz, en Turquía) con la que poder defenderse de los persas
Este personaje mitológico, posiblemente no tanto, era rey de Tartessos que extendía sus dominios desde Huelva a Alicante, como hemos dicho.
Si recurrimos a la Mitología nos encontraremos que Hércules (el Heracles griego) tuvo que realizar una serie de trabajos que le habían sido impuestos por los dioses. Uno de ellos, el décimo de los que hubo que llevar a cabo, era el de apoderarse de los bueyes de Gerión.
Verosímilmente la leyenda tenga un sustrato de realidad, pues hay historiadores que afirman que este monstruo de tres cabezas era una agrupación de tres tribus que, siempre que una era vencida, la sustituía otra con mayor furia y vigor que la anterior.
Respecto a las famosas columnas que colocó Hércules para advertir a los navegantes que detrás de ellas había un mundo ignoto, peligroso y tenebroso, estigma que duró casi hasta la entrada de la Edad Moderna, parece ser que se trata de los montes Abyla y Calpe, a quien Aristóteles denomina como montes de Briareo.
A estas columnas se les puso el mote de Non Plus Ultra, es decir: No (hay) nada más allá, cosa que los hispanos del siglo XVI demostraron que no era cierto, ya que, más allá, descubrieron un mundo inexplorado, aunque posiblemente conocido desde el tiempo del vikingo Erik el Rojo, cuyo segundo hijo Leif Ericsson siguió una ruta desconocida hasta entonces y llegó a la mítica Vinlad (tierra del vino) que muchos historiadores han identificado con Terranova, pero que no establecieron en ella núcleos de población duraderos.
Lo cierto es que en escudo de España figuran las columnas referidas con la leyenda Plus Ultra.
Continuando con la leyenda de que Gerión había derrotado al rey Túbal, cuya hija Pyrenne, de extremada belleza, estaba enamorada de Hércules, tuvo que huir por miedo a Gerión que la perseguía, adentrándose en los bosques a los que dio nombre.
Este no obstante, a pesar se seguir su rastro, no fue capaz de encontrarla, por lo que lleno de furia, decidió prender fuego a estos bosques, para, que de esta manera acabara muriendo
Hércules loco de amor la buscó por todos lados, pero, cuando la encontró, ya estaba muerta, por lo que lleno de furia quiso levantarle un túmulo acumulando enormes rocas y montañas que dieron origen a los actuales Montes Pirineos.
Manuel Villegas Ruiz