Hoy en día tenemos conocimiento de las relaciones políticas y sociales del reino godo con la Iglesia, principalmente por la figura de Isidoro de Sevilla. Pero para analizar la postura de la Iglesia hispanogoda con el reino godo católico, debemos conocer el influjo que tuvieron tres obispos: San Leandro, San Isidoro y San Julián.
San Leandro y san Isidoro fueron hermanos, su familia fue natural de la provincia cartaginense, por avatares de la vida acabaron asentándose en la orilla del Guadalquivir, entre Sevilla y Écija. El hermano mayor, Leandro, ocuparía el obispado de Sevilla el cual ocupó su hermano Isidoro a la muerte del primero. Su tercer hermano, Fulgencio, fue consagrado poco después como obispo de Écija.
En la época del episcopado de san Leandro se vivieron acontecimientos políticos de gran trascendencia, tanto para la monarquía goda como para la Iglesia católica. Leandro tuvo mucho que ver con la conversión de Hermenegildo al catolicismo, hijo del rey Leovigildo, que nunca dejó de profesar el arrianismo, y hermano del futuro rey Recaredo. Hermenegildo hizo acuñar en sus monedas el lema “al rey de Dios la vida” (regi a Deo vita), esto en su época le ayudó a comunicar al pueblo un nuevo estatus político.
Este simbolismo político pudo haber sido ideado por Leandro, hoy caben pocas dudas, y volvería a utilizarlo años después cuando el rey Recaredo adjuró de la fe arriana, en el Concilio III de Toledo durante el año 589. Leandro instituyó la unción por el crisma del nuevo rey como elemento esencial en su investidura.
El rey Leovigildo moribundo se convierte in pectore a la fe católica y recomienda a su hijo Recaredo que tome a Leandro como consejero. El rey permite el regreso del exilio de algunos obispos y clérigos católicos, de esta forma Leandro se da cuenta de que se abre una nueva etapa. En el III Concilio de Toledo, el obispo Leandro pronunció una famosa homilía con la que concluyen las actas del sínodo, copiadas en la colección canónica “Hispania”. El optimismo de Leandro en la felicidad del reino terrestre, en este caso la monarquía goda, es tal que no duda en la futura conversión de toda la Humanidad.
Tras vivir una vida tan apasionada, a finales de la década de los noventa, muere Leandro y de inmediato es elegido para sucederle en la sede hispalense su hermano Isidoro. Este no tendrá las ideas que su hermano sobre cuales debían ser las relaciones entre la Iglesia y el poder terrenal, de los reyes y la aristocracia de la monarquía goda. Estas ideas se acogerán con pesimismo por el papa Gregorio Magno en lugar del optimismo que manifestaban las de su hermano Leandro.
Al rey
San Isidoro y San Julián. le sucede su joven adulterino Witerico en 603, pero una conjura palaciega acaba con su vida en 610. Isidoro pasa sin pena ni gloria los años del reinado de Witerico. Con la llegada del nuevo monarca Gundemaro, Isidoro ya con más madurez y prestigio reconocido encuentra mayor protagonismo en la corte. Isidoro escribe el documento decretum que declara a Toledo metrópoli de toda la Cartaginense. Gundemaro no dura mucho, fallece de muerte natural en 612 y es sucedido por Sisebuto, Isidoro se convierte en amigo personal del rey y de esta manera ve acrecentada su influencia política.
Isidoro fue un firme defensor de la superioridad del poder religioso sobre el civil. El rey debía apoyar a la Iglesia cuando ésta lo solicitase para imponer su disciplina y su doctrina, sirviendo en su misión de caridad hacia los pobres frente a las soberbias de los poderosos. Sisebuto se destacó por su legislación antijudía, que en el año 616 obligó a la conversión a todos los judíos visigodos. Esta ley supuso una injerencia del poder civil en la Iglesia, por lo que Isidoro, probablemente, no estuvo de acuerdo con una decisión tan radical. No obstante, Isidoro dejó clara su posición frente a los judíos que cristalizó en su tratado Sobre la fe católica contra los judíos. Pero para un intelectual como Isidoro la solución contra los herejes y los judíos no debía ser la coacción sino la convicción mediante la palabra.
En el año 621 Suintila sube el trono, dirige una campaña decisiva contra los bizantinos de la península, y de esta manera consigue su expulsión entre los años 623 y 625. Fue una de las cosas que más celebró la nobleza andaluza y el propio Isidoro, se acabó con lo que quedaba del Imperio Romano en Hispania. Isidoro se atrevió a dejar por escrito el mayor elogio que ningún eclesiástico había hecho de un soberano godo. Lo hizo en su Historia de los godos. En el conjunto de virtudes de Suintila alabadas por Isidoro en esa obra destaca el apelativo de “padre de los pobres”. Isidoro consideraba función específica de la Iglesia, atender a las necesidades de los pobres para impedir que fuesen presa de los poderosos.
El gran historiador Ricardo de la Cierva sintetiza la figura de Isidoro así: “Isidoro es un pregonero del reino de España. Registra como hecho histórico la unificación del territorio, una vez lograda la expulsión de los bizantinos bajo Suintila. La autoridad le viene de Dios, pero pasa por el pueblo, en quien reside primariamente el poder”.
De igual manera merece la pena destacar la visión que el obispo hispalense tenía sobre la monarquía, y cual debía sur función moderada, en sus Etimologías podemos leer: “los reyes son llamados así de la palabra regir; como sacerdote se deriva de santificar así rey de regir. Más no rige quien no corrige. Se conserva el nombre de rey obrando rectamente; se pierde pecando; por lo que circulaba entre los antiguos este proverbio: serás rey si te portas rectamente; no lo serás sino obras así. Son dos las virtudes principales de los reyes: la justicia y la piedad; se pondera más en los reyes la piedad, pues la justicia es por sí severa”.
De la Cierva sigue exaltando el legado histórico de Isidoro: “las enseñanzas prácticas y teóricas del enciclopédico prelado revelan una amplísima cultura, un gran sentido de la realidad política, una posibilidad cuajada ya de orientación intelectual para un futuro que nunca existió”. Y no existió porque la invasión musulmana no lo permitió. Pero su herencia pasó a Europa, las escuelas catedralicias, origen de las universidades, no fueron una novedad carolingia sino la mayor de las aportaciones isidorianas. Con los decretos del IV Concilio de Toledo instauró la enseñanza en todos los obispados, como haría Carlo Magno un siglo más tarde. Isidoro muere el 4 de abril del 636.
El último personaje al que debemos destacar su labor en las relaciones políticas entre Iglesia y realeza visigodas fue el primado de la Iglesia Julián. Su episcopado refleja las complejas relaciones con el poder político, con los reyes y la nobleza durante el siglo VII. El que será san Julián perteneció a una familia de judíos conversos de Toledo, hecho insólito en la historia de la iglesia hispanogoda. El 1 de marzo de 654, siendo Julián bastante joven, la judería toledana firmó un acuerdo de abjuración definitiva de su fe y costumbres.
Julián actúa bajo el reinado de Wamba, en su Historia de Wamba o de la rebelión del duque Paulo, presenta al rey como el príncipe perfecto, Wamba aparece encarnando una nueva realeza cristiana. Cabe destacar la defensa que Julián hizo de todas sus iglesias y su disposición para ayudar a los más débiles. Lo anterior perfila la imagen de un obispo defensor de sus funciones episcopales como del clero de su sede, frente a los poderes como la monarquía o los nobles laicos.
Para lograr su objetivo volvió a la antigua definición isidoriana ministerium superior y divino del obispo, reclamando el patrocinio de su clero diocesano y de todos los humildes de su diócesis. Julián trató con ahínco su enfrentamiento con los judíos, para ello en el Concilio XII de Toledo se decidió la nueva legislación según la cual, los obispos se convertían en los máximos responsables para hacer cumplir las decisiones convenidas. En virtud de ellas, se mandaba como los conversos debían comportarse en los días de las antiguas fiestas judías.
Julián luchó por aumentar el poder social y político de la iglesia hispanogoda, y en especial de la sede primada de Toledo, pero también contribuyó a legitimar la monarquía goda en España. Julián con frecuencia sustituye el término “godos” por el de “hispanos”, y el término político Regnum gothorum por el de Hispania. Años después, en el Concilio XIV de Toledo del 684 llegó a considerar la nueva expresión “Reino de España” totalmente equivalente al tradicional “Reino de los godos”.
José Carlos Sacristán