La verdad de la incorporación del Reino de Navarra a España

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Batalla de Noáin

El pasado 30 de junio se cumplieron 500 años de la batalla de Noáin, librada cerca de Pamplona, ocasión que, una vez más, ha aprovechado el nacionalismo vasco para manipular la Historia y homenajear a los más de 5.000 “mártires” o “gudaris” -neologismo inventado en los años 30 del siglo XX- supuestamente caídos en aquel enfrentamiento. Para empezar, resulta poco creíble que hubiera tal cantidad de víctimas. En la batalla de Villalar, en abril de ese mismo año de 1521, el bando comunero apenas tuvo mil bajas.

Pero, además, la realidad es que en 1513 los navarros habían quedado muy satisfechos con la incorporación a Castilla en un régimen especial, pues Navarra conservó su estatus de reino y sus Cortes. La unión con la corona de Castilla consistió en tener el mismo monarca, quien estaba representado por un virrey en Pamplona; se abrió a los navarros el acceso  a los empleos y a la Corte de la Monarquía Hispánica, y se mantuvieron sus fueros y  privilegios. Este sistema duró hasta la Ley Paccionada de 1841.

El Reino de Navarra -antes de Pamplona, entre 824 y 1162- fue uno de los pilares de la Reconquista. Alfonso I el Batallador, de la dinastía Jimena, rey de Aragón y de Pamplona, conquistó Zaragoza (1118), Tudela (1119) y Tarazona (1119). Durante su matrimonio con la reina Urraca I de León, se tituló «emperador de las Españas». Pero después de su fallecimiento sin hijos en 1134, las noblezas aragonesa y navarra desobedecieron su testamento, que legaba a las órdenes de caballería sus reinos y dividieron éstos. Así, su hermano Ramiro fue nombrado rey de Aragón, y García Ramírez, rey de Pamplona.

Después de casi sesenta años de unión entre ambos reinos, se separaron, y Pamplona quedó sin frontera con al-Ándalus. En las décadas siguientes, Navarra perdió Álava, Guipúzcoa, Nájera y Logroño en favor de Castilla y todo puerto en el Cantábrico.

Varios monarcas de Castilla y Aragón planearon el reparto de Navarra. Al morir Sancho VII en 1234, los magnates navarros ignoraron el deseo de éste de que el reino lo heredase Jaime I de Aragón y llamaron a un sobrino del difunto, Teobaldo, conde de Champaña. De esta manera se asentaron en Navarra las dinastías francesas (Champaña, Capeta, Évreux y Foix) que gobernaron ininterrumpidamente hasta 1512, salvo unos cincuenta años a mediados del siglo XV. Estos monarcas extranjeros, sobre todo los Foix, prestaban más atención a sus estados en Francia que a Navarra.

. Guerra civil

En 1451, comenzó una guerra civil entre los bandos agramonteses y beamonteses. Poco después de su conclusión (1464), Fernando de Aragón, hijo y heredero de Juan II (rey consorte de Navarra por su matrimonio con Blanca I), llegó primero al trono de Castilla (1475) como consorte de la reina Isabel, y luego al de Aragón tras la muerte de su padre Juan II (1479). Uno de los objetivos de Fernando el Católico fue la corona de Navarra, aprovechando la reanudación de la guerra civil en 1483.

Por el Tratado de Valencia (1488), la reina navarra Catalina de Foix y su marido Juan de Albret, cedieron la tutela del reino a los Reyes Católicos y aceptaron guarniciones castellanas a cambio de que se abrieran al comercio las fronteras de Castilla y Aragón. Las guerras en Italia y España con el rey de Francia, que también tenía pretensiones sobre Navarra, impulsaron a Fernando a buscar la anexión del reino navarro,(cuyo territorio incluía una pequeña comarca en Francia, Ultrapuertos.

Durante una de las guerras desencadenadas por los Valois, en 1512 Fernando, rey de Aragón y ya gobernador de Castilla, ordenó al duque de Alba la conquista de Navarra. La operación se realizó en unos pocos días de julio. Entre los 15.000 soldados, figuraban, junto a desterrados navarros, muchos vascos.

En la batalla de Velate y Elizondo, a finales de ese año, las milicias guipuzcoanas derrotaron a tropas navarras y francesas. En 1513, la reina de Castilla, Juana I, concedió a las Juntas Generales la inclusión en el escudo provincial de doce cañones en recuerdo de la participación de Guipúzcoa en la conquista navarra. En 1979, esos cañones fueron borrados, para imponer el olvido sobre la verdadera histórica vasca.

. Definitiva incorporación a Castilla

Las Cortes navarras aceptaron, en 1513, la anexión y el virrey concedió un perdón real, pero varios nobles y rebeldes se refugiaron en Ultrapuertos, al otro lado de los Pirineos. En 1515, Fernando el Católico integró Navarra en la Corona de Castilla. En realidad, Navarra fue el último territorio español en incorporarse al reino de España recién restituida su integridad hacía apenas unos años, incluso después de las ciudades norteafricanas de Ceuta y Melilla.

En 1519, murió Maximiliano I y a la elección imperial se presentaron su nieto Carlos de Habsburgo, rey de España desde 1516, y Francisco I, rey de Francia desde 1515. La victoria de Carlos, gracias a las riquezas de Indias (pagó un soborno a los electores de casi 850.000 florines de oro), enfadó tanto a Francisco que formó una alianza con Venecia para enfrentarse al nuevo emperador, al papa León X y a Enrique VIII de Inglaterra. El conflicto concluyó cuando el francés fue capturado en Pavía en 1525, pero antes llevó la guerra a la Península.

En 1520, se ausentó de España, Carlos I, para ser coronado emperador y se levantaron los comuneros en Castilla. Entonces, Francisco permitió al pretendiente navarro, Enrique II de Albret, reclutar un ejército de franceses, con mercenarios alemanes y algunos navarros. Las tropas atravesaron los Pirineos en la primavera de 1521, rindieron en mayo Pamplona (donde cayó herido Íñigo López de Loyola, futuro San Ignacio) y atacaron Logroño.

Después de derrotar a los comuneros, el gobernador de Castilla, Íñigo Fernández de Velasco, conde de Haro y condestable de Castilla, organizó un ejército de unos 20.000 hombres, al que se unieron contingentes aragoneses. Las milicias de Vizcaya, Guipúzcoa y Álava aportaron más de 5.000 hombres, y los navarros leales, 4.000 soldados, dirigidos por Francés de Beaumont.

En la llanura de Noáin se libró una batalla, en la que Enrique II perdió su fugaz reino. Los muertos en su ejército debieron de rondar los 800. En el otoño, los franceses volvieron a atravesar la frontera, esta vez por Guipúzcoa, y tomaron el 18 de octubre Fuenterrabía, que no se recobraría hasta febrero de 1524.

Carlos I de España, que regresó por fin en 1522, actuó respecto a los rebeldes castellanos y navarros como lo habían hecho los Reyes Católicos en la guerra civil: clemencia, con sendos perdones en 1523 y 1524. Enrique II fue rey sólo en Ultrapuertos, la sexta merindad navarra, y por merced de los monarcas franceses. Un nieto suyo, Enrique IV, se convirtió en el primer Borbón rey de Francia.

A continuación, los navarros conocieron un largo período de paz en el que aumentaron la población y la prosperidad. Muchos de ellos fueron funcionarios de la Corte, inquisidores, soldados, catedráticos en Salamanca, obispos y hasta virreyes.

Una de las familias aristocráticas que más sufrieron por encontrarse en el bando vencido fue la de Juan de Jasso, doctor por Bolonia y presidente del Consejo Real de Navarra, al que Juan II de Aragón había concedido el señorío de Idocin. El cardenal Cisneros, gobernador de Castilla, hizo desmochar el castillo de Javier debido a las reuniones que en él celebraron cabecillas de los agramonteses después de la muerte del rey Fernando.

Dos de los hijos de Juan de Jasso, que había muerto en 1515, Miguel y Juan, se unieron a la invasión francesa de 1521 y se les condenó a muerte, aunque luego recibieron el perdón del emperador. Otro de sus hijos, el benjamín Francisco (San Francisco Javier) conoció en París a Ignacio de Loyola y desde 1534 le acompañó en el grupo inicial que luego sería la Compañía de Jesús (aprobada por el Papa en 1539). Francisco Javier fue enviado por Loyola en misión a Oriente, evangelizando el sur de la India, Ceilán, las Molucas y Japón. Murió en la isla de Shang-Chuan (Sancián) en 1552, cuatro años antes que su antiguo adversario, mientras aguardaba un barco que le llevase a China a continuar predicando el catolicismo.

Jesús Caraballo

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