Los jesuitas españoles encabezados por el santo misionero por excelencia, san Francisco Javier, no solo evangelizaron el Japón a partir de 1549, aunque luego malograda su misión por la posterior persecución contra los cristianos, sino que también introdujeron avances tecnológicos, como los relojes occidentales.
Los japoneses disponían ya de sus wadokei, relojes mecánicos diseñados para indicar la hora tradicional japonesa, en la que el día y la noche se dividen en 6 periodos, cuya duración cambia dependiendo de la estación.
Pero los relojes mecánicos que traían los misioneros españoles y que ofrecían como presente a los políticos gobernantes con los que se entrevistaban eran muy diferentes. Estaban fabricados en hierro o latón y ya en pleno siglo XVI y, al igual que sucede en la actualidad, dividían el día en 24 horas.
San Francisco Javier fue el primero en incluir, en 1549, entre sus presentes a un importante señor feudal de aquel país, un reloj mecánico, de “exquisita factura”, según refiere el célebre jesuita portugués Luis Frois, en su Historia de Japón.
A partir de entonces, el regalar relojes a destacados dirigentes, se convirtió en algo frecuente en los usos diplomáticos. De hecho, el mismo Frois regaló uno al poderoso daimio Oda Nobunaga, quien era un firme sostén del cristianismo y sus misioneros, si bien, no llegó a convertirse.
Las crónicas del jesuita Frois refieren dicho encuentro en los siguientes términos, en tercera persona: Wada le dijo al padre Frois que fuera con él a encontrarse con Nobunaga y que trajera consigo el pequeño reloj de sonería de exquisito mecanismo que el sacerdote le había mostrado antes, pues se lo había mencionado a Nobunaga, y él deseaba mucho verlo. Fueron Frois y el hermano japonés Lorenzo y lo encontraron a Nobunaga con solo unos pocos caballeros presentes. Vio el reloj con gran admiración y le dijo al sacerdote, que se ofreció varias veces a enviárselo como regalo: “Deseo mucho tenerlo. Sin embargo, no lo quiero porque sería un desperdicio para mí’. Dicho porque le parecía que sería difícil ajustarlo. Luego se pasaba dos horas preguntando al padre y al hermano Lorenzo sobre Europa y la India, mientras el señor Wada permanecía fuera, en una veranda, de rodillas, ayudando en todo lo que podía.
Desde entonces, poco a poco, fueron imponiéndose en Japón los relojes occidentales, aunque a los relojeros siempre se los miró con desconfianza como posibles cripto cristianos.
Sin embargo, pese a ese “éxito” tecnológico de los misioneros españoles en Japón, la evangelización, razón fundamental de su misión, se vio malograda por las persecuciones posteriores emprendidas por el shogunato, tras el éxito inicial de los jesuitas, que llegaron a convertir hasta 760 mil personas a principios del siglo XVI.
Unas persecuciones, iniciadas en 1614, y que desencadenaron la sangrienta rebelión de Shimabara, fruto de la alianza de ronin locales y campesinos católicos contra las impopulares políticas del sogunato Tokugawa. Pese a la resistencia, a mediados del siglo XVII los misioneros habían sido martirizados o expulsados del país. Todos los esfuerzos por reanudar la evangelización en Japón fueron infructuosos, no así en China, donde sentaron las bases de una sólida presencia cristiana.
Jesús Caraballo
Buen y bonito artículo Jesús.
Tan interesante como desconocido.