LOS SANFERMINES, LA FIESTA GRANDE

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“Siete de julio, San Fermín”, canturrea la canción más tradicional de Pamplona. Uno de los festejos más famosos incluso a nivel internacional, y controvertidos de nuestro país, a través de los encierros. Las celebraciones de San Fermín, conocidas por todos como ‘Sanfermines‘ son unas fiestas populares que se celebran cada año a principio del mes de julio en la capital de Navarra y que fue mitificada por Ernest Hemingway con el toro como protagonista y una tradicional prueba de madurez para los jóvenes navarros, un acontecimiento que llena la ciudad de Pamplona de visitantes de todo el mundo.

Ernest Hemingway llegó a Pamplona con 24 años en el año 1923. Vino como reportero del diario Toronto Star en busca de material para sus reportajes periodísticos. Su carácter apasionado, actitud abierta y una clara predisposición para involucrarse en el ambiente hicieron que no tuviera muchas dificultades para conectar con la gente, lo que facilitó su total integración en la fiesta. Así comenzó el idilio entre Pamplona y los Sanfermines y el escritor. Tres años después de su primera visita a Pamplona publicó la que fue su primera novela de éxito, The sun also rises traducida al castellano con el título Fiesta. Puede decirse que, si bien los Sanfermines ya eran unas fiestas grandes, Hemingway las hizo universales.

Los festejos comienzan con el lanzamiento del chupinazo desde el balcón del Ayuntamiento de Pamplona, a las 12 del mediodía del 6 de julio, y terminan a las 00:00 horas del 15 de julio con el Pobre de mí…, una canción de despedida.

La fiesta que dio origen a los Sanfermines se remonta a cuando Pedro de París, siendo obispo de Pamplona, llevó a Navarra las reliquias de San Fermín desde Francia y designó el 10 de octubre como el día de la celebración de su conmemoración. Se cree que posteriormente, en el siglo XVI, esta fiesta fue trasladada al mes de julio, coincidiendo con las ferias de ganado y el buen tiempo, porque Pamplona era un lugar de mucha lluvia y frío en el mes de octubre. San Fermín era, según se cree, el hijo de un gran jefe romano de Pamplona en el siglo III. San Saturnino, un misionero francés que se encontraba en un viaje evangelizador por la península ibérica, le convirtió al cristianismo.

Ordenado como sacerdote en Toulouse, San Fermín volvió a la capital navarra como obispo, pero finalmente lo degollaron en la ciudad de Amiens un 25 de septiembre, fecha en la que se conmemora su martirio. Al contrario de lo que se piensa de manera popular, San Fermín no es el patrón de Pamplona, sino de la Comunidad Foral, mientras Saturnino, obispo de Toulouse y mártir, ostenta el título del verdadero patrón de la capital navarra.

Curiosamente, lo que en realidad dio origen a los encierros fue el traslado de los toros desde el campo hasta el centro de las ciudades. Nació por tanto de la necesidad de llevar a los animales desde el extrarradio de la ciudad al coso taurino. Durante el trayecto, en el que los pastores guiaban a los toros de lidia desde las dehesas de la Ribera de Navarra hasta la Plaza Mayor, donde se celebraban las corridas, un caballo abanderado guiaba el recorrido mientras los pastores lo cerraban a su paso y los lugareños se sumaban al trayecto con varas y palos. Entraban de madrugada y a la carrera hasta llegar a la plaza correspondiente para ser luego toreados, y a ese paso a la carrera comenzó a unirse gente poco a poco hasta devenir en lo que hoy en día conocemos.

A día de hoy, los animales son trasladados el día anterior, en un evento conocido como Encierrillo, hasta unos corrales en el centro de la ciudad donde los toros pasan la noche previa a los encierros que les guían hasta la plaza de toros. El “apartado” en la plaza de toros, permite a los aficionados ver el ganado antes de la corrida.

La suma de tradiciones y costumbres de las diferentes épocas han ido dando forma a las fiestas y los encierros que hoy vive Pamplona entre el 6 y el 14 de julio que van desde el famoso Chupinazo, del día 6, hasta el famoso atuendo de los sanfermines. La razón del pañuelo rojo, símbolo del martirio de San Fermín, recae según se cree, sobre una cuadrilla de los años 50 alcanzó la fama al incluir el atuendo rojo al cuello y la aparición del famoso cántico a San Fermín que se interpreta antes de cada encierro. Los pañuelos al aire indican que faltan pocos segundos para el comienzo de los sanfermines.

El chupinazo es el cohete que se lanza el día 6 de julio de cada año a las doce del mediodía desde el balcón de la casa consistorial de Pamplona para señalar el inicio de las fiestas de san Fermín o sanfermines. Congrega gran número de público y se retransmite en directo por televisión. Es el chupinazo más famoso del mundo. Desde el 6 de julio de 1941, a pesar de que algunas personas encargadas de lanzar el cohete han hecho algunos cambios en el tradicional grito, la fórmula que mayoritariamente se ha pronunciado ha sido la siguiente: “Pamploneses, Pamplonesas. ¡Viva San Fermín! Gora San Fermín!”.

El Riau-Riau es un acto tradicional, con espíritu crítico y de protesta contra la autoridad, que nunca ha tenido consideración oficial y no se incluye en el programa de fiestas. Aunque su formato ha variado con los años se celebra la tarde del 6 de julio, aproximadamente hacia las 16:30h., cuando la corporación municipal en «Cuerpo de Ciudad» salía del Ayuntamiento para participar en la función de Vísperas en la Iglesia de San Lorenzo. Ciudadanos, turistas, La Pamplonesa, la comparsa de Gigantes y Cabezudos o rondallas ocupan la plaza del Ayuntamiento, y posteriormente la calle Mayor, cantando y bailando el «Riau Riau» un vals compuesto a mediados del siglo XIX por Miguel Astráin con el nombre de «La Alegría por San Fermín». De esta forma se impedía el paso de la Corporación Municipal haciendo que un recorrido de apenas 500 metros tardara en completarse varias horas.

Una de las actividades más famosas de los sanfermines es el Encierro que consiste en una carrera de personas a lo largo de un recorrido de 849 metros delante de los 6 toros cuando salen desde los corrales de Santo Domingo y que serán lidiados por la tarde en la corrida de toros y 6 cabestros o mansos que sirven un tanto de guía para los toros y también para en cierta forma tranquilizarlos y que culmina en la plaza de toros. El primer encierro de las fiestas es el del día 7 de julio y el último el del día 14.

Antes del encierro los corredores del tramo de Santo Domingo entonan un cántico Poco antes del comienzo del encierro los corredores que van a correr en el primer tramo, el de la cuesta de Santo Domingo, se encomiendan a la imagen de San Fermín, el patrón de las fiestas, con una canción que dice: “A San Fermín pedimos, por ser nuestro patrón, nos guíe en el encierro dándonos su bendición”. Muchos corredores llevan bajo el brazo un periódico con el que han hecho un rollo y que les servirá para darle en la testuz al toro que pudiera alcanzarles y hacerse así el quite, bajando después, paso calmo, hacia la calle de la Estafeta.

Hay veces en que la gran carrera lleva también lances de tragedia. Algún atolondrado se cruza con un corredor y le hace perder el equilibrio; algún irresponsable llama la atención de cualquier toro ocasionando que se separe de la manda, y es el toro suelto es uno de los mayores peligros del encierro porque se defiende furiosamente, quizá aterrado, embiste al bulto; elige presa, ataca y cornea. Los mozos y toros entran en la plaza tras recorrer las calles del casco antiguo y el recorrido termina en el propio coso donde los seis toros serán lidiados por la tarde por tres famosos matadores de alternativa, vestidos de seda y oro.

El Capotico de San Fermín es un capote pequeño que cubre a la figura real de San Fermín en la capilla y a la pequeña de cincuenta centímetros a la que los corredores se encomiendan antes de cada carrera. Existe un dicho en lengua castellana que apunta que «Echar un capote» quiere decir ayudar a alguien, de la misma manera que los hacen los subalternos al diestro cuando éste se ve en un apuro en un lance con el toro. El capotico de San Fermín haría las veces de subalterno milagroso ante las situaciones inéditas e inexplicables que se dan en un encierro.

Con el «Pobre de mí» se acaba Sanfermin, en la Plaza del Ayuntamiento a las doce de la noche del día 14. La gente se junta y va cantando el ¡Viva San Fermín! Gora San Fermín!… ¡Pobre de mí, pobre de mí, que se han acabado las fiestas de San Fermín!, la canción de despedida, y el «ya falta menos» (para que llegue el siguiente San Fermín, claro). La gente está triste porque todo se acaba y vuelve la rutina, pero también está deseando que se acabe porque no puede más. En realidad el Pobre de mí es la culminación de todo un día de despedidas: la despedida de los gigantes, por la mañana, la despedida de las peñas en la plaza por la tarde.

El cántico es repetido varias veces por los mozos y mozas, acompañados por una banda de música, que acaban entonando la canción «uno de enero, dos de febrero…» como deseo del pronto inicio de la fiesta al año siguiente, mientras se retiran del cuello el pañuelo rojo que se colgaron al inicio de la fiesta. Desde la contigua Plaza de los Burgos se lanza una traca de fuegos artificiales para marcar el final de las fiestas. Y ya está, se acabó, aunque no para todos: mucha gente se niega a lo inevitable y sigue de copas toda la noche mientras la vida diaria le va segando la hierba debajo de los pies, le cierra bar tras bar y el amanecer le pilla todavía de blanco y rojo.

El ambiente pamplonés y sanferminero que allí se vive, no se ha conocido igual ni se conocerá en ninguna parte del mundo.

Jaime Mascaró

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