Todo el mundo conoce los patios andaluces, pero, ¿has oído hablar de los patios mallorquines?. Los patios de Córdoba y Sevilla, así como los Cármenes de Granada, tienen una fama que traspasa las fronteras de España. Pero no son las únicas ciudades que pueden presumir de estos espacios, puntos de socialización de las antiguas casas de familias nobles y burguesas. Palma, capital de la isla de Mallorca, es conocida en el resto de España como ‘la ciudad de los patios’.
Entre el silencio de las angostas calles del casco histórico de Palma y un olor a humedad característico de los lugares sombríos, los patios de las casas señoriales de Palma se alzan como un retrato único de la evolución de las familias más influyentes de la ciudad. Junto con La Lonja de Palma, el Palacio Real de la Almudaina, y el Palacio Episcopal, los patios de Palma constituyen los ejemplos más representativos de la arquitectura civil en la ciudad.
Palma cuenta con alrededor de 60 patios medievales y renacentistas. En el centro histórico de Palma se esconden, como un secreto esperando ser revelado, interesantes patios de antiguas residencias nobles y burguesas. Para algunos su origen se remonta a la casa romana, pero parece clara la influencia arquitectónica de la casa medieval catalana, llegada en el año 1229 con la Conquista de Mallorca. Los patios de Palma de Mallorca se remontan al siglo XIII, y constituían una de las partes más visibles de las mansiones y casas señoriales de la antigua aristocracia local, que vivía alrededor de la catedral. En su día fueron símbolos de estatus y poder, reductos de silencio y de paz que con el paso de los siglos se han convertido en la huella más deliciosa de la historia de una ciudad que atesora uno de los cascos antiguos mejor conservados del Viejo Continente.
Los patios más antiguos de los que se tiene constancia datan de los siglos XIV y XV. Un documento de principios del XIX, extraído del Archivo Municipal de Palma, recoge más de 500 patios privados en el centro de la ciudad. Se trata de casas de la alta nobleza y de poderosos mercaderes, pero también de la pequeña aristocracia, clases medias profesionales, clero y funcionarios, pero con el paso del tiempo muchas de estas casas palaciegas pasaron a ser propiedad de entidades públicas; otros se han reconvertido en museo y no pocos son viviendas independientes donde viven los palmesanos.
Son reductos de paz y silencio. Nos transmiten tranquilidad y nos trasladan a épocas remotas de claro sabor medieval. Ya hablaba Azorín, corriendo el año 1906, de “patios vastos en los que no se oye nada, ni se ve a nadie; y en los que un farolón viejo de vidrios blancos pende del techo. Se respira en esta Palma venerable un sosiego, una calma sedante, una paz que en un punto apacigua nuestros enardecidos nervios de cortesanos”.
Alcanzaron su máximo apogeo entre los siglos XVI y XVIII y no había palacete ni casa que se preciara sin un patio a la altura. Y es que estos rincones empedrados, a medio camino entre el espacio público y el privado, eran en realidad la entrada a la vivienda y un lugar lleno de vida que reflejaba un porte y una distinción perfectamente calculados por sus moradores. El patio en sí mismo marca la categoría familiar: es un espacio empedrado, con una ligera inclinación para recoger el agua de lluvia y guardarla en una cisterna, y que suele comunicarse con un jardín. Hacia él miran ventanas y balcones, adornados con hierros forjados, “ampits” y balaustradas. A partir de 1800 los patios se adornaron con macetas de plantas de hojas verdes. Albergan también establos y cocheras y fue, por encima de todo, donde bullía la actividad doméstica, el comercio y los negocios ligados a la profesión del propietario.
Son unos espacios a medio camino entre la calle y la casa. El lugar en el que se mezclaban lo privado con lo público, algunos todavía siguen siendo lugares de paso, aunque hoy en día, muchos de los patios de Palma han perdido ese carácter público y no pueden ser visitados. Algunos incluso ni vistos, ocultos tras sus portones metálicos. Rincones silenciosos con escaleras monumentales, palmeras, pozos…, incluso carruajes. Los patios de Palma constituyen una aportación de la ciudad al patrimonio de la Humanidad, aunque nadie haya arreglado todavía los papeles para oficializar tal declaración.
En 1918, el arquitecto Guillem Reynés hizo una descripción muy clara y concisa de la tipología modélica de la casa ciudadana con patio: «Un portal de medio punto da entrada a un zaguán espacioso con un patio central desde donde arranca la escalera. Con ligeras variantes, las crujías que rodean los patios se encuentran sostenidas por arcos; y en la disposición de las escaleras, de una gran variedad en la unidad de criterio, es tema obligado la indispensable galería del rellano que permite la entrada al piso, con una puerta a cada lado. … Un entresuelo para estudios y un ‘porche’ o desván para trastero y tendedero completan los servicios de nuestros palacetes. Es siempre la misma tradición romana en torno a un patio».
Una de las funciones de los patios de las casas señoriales de Palma era servir de espacio de descarga de productos del campo. Los señores (propietarios) de posesiones cobraban una renta con dinero ‘contante y sonante’ y recibían en el patio de su casa los productos en especie (agatges) estipulados en los contratos de arrendamiento. El Archiduque Luis Salvador, hacia 1880, nos recuerda la actividad frenética que se desarrollaba en los patios: «El patio forma pórticos muy apropiados para la descarga de los carros que traen al señor los más variados productos de sus fincas».
CAN VIVOT
El primer marqués de Vivot, Juan Sureda Villalonga, fue el responsable de la actual estructura de la casa y del patio en el siglo XVII y quien alrededor del año 1725 reformó la que sería la casa de la familia Sureda. Ubicado en la calle de Can Savellá, número 4, se trata de un patio barroco que conserva su aspecto desde la citada reforma, de planta rectangular, con su gran galería con tres arcos. Está rodeado por columnas de mármol rojo con capiteles de aires corintio, con suelo de empedrado con formas geométricas, enormes arcos rebajados. Al fondo se encuentra una escalera imperial que arranca con dos columnas y continúa con un pasamanos de hierro. El techo del artesonado protege de la lluvia a varios carruajes antiguos: un auténtico museo. Luego hay un segundo patio, con la antigua entrada y una cochera, con una galería barroca con una balaustrada con bustos de mármol. Ya en el siglo XIX se consideraba de los más bellos de la ciudad, según el Archiduque Luís Salvador (que también lo calificaba de “pomposo”). Hoy en día, “el más emblemático, suntuoso y elegante”. Hay que destacar que en esta casa se tramó la conspiración en favor de los Borbones durante la guerra de Secesión.
CASAL SOLLERIC
La antigua casa residencia del Marqués de Solleric, situada en el Passeig del Born, número 27, es hoy un espacio expositivo de artes visuales contemporáneas. La casa, del siglo XVIII, se construyó desde cero, sin tener que respetar espacios o muros anteriores. Dando lugar a un patio en pendiente y empedrado, cerrado con arcos apoyados sobre columnas y una escalera monumental doble de estilo rococó en transición hacia el neoclasicismo, que le da un aire de distinción y le otorga indiscutiblemente el ser uno de los patios más bonitos de Palma de Mallorca.
CAN BORDILS
Las sucesivas reformas de este edificio, ubicado en el Carrer de l’Almudaina, 9, han eliminado casi todo rastro de la casa medieval de la familia Sureda. De hecho, la última —donde se incorporó la escalera— es de mediados del siglo XX. Tal vez, demasiado sobrio, comparado con el resto. Hoy en día acoge la sede del Archivo Municipal de Palma. Es una de las casas señoriales más antiguas que se conservan en Palma ya que fue edificada en el siglo XIII sobre basamentos de época musulmana, aunque ha tenido varias reformas. El patio es de planta cuadrada, con una interesante forma claustral, con arcos en los cuatro lados. Los arcos están sostenidos por pilares hexagonales. La cubierta del tramo cubierto del fondo del patio presenta un artesonado de madera y, en el primer piso, se conserva un artesonado del siglo XVI.
CAL REGUER
Avanzamos hasta finales del siglo XIX, cuando se terminó la casa del Marqués del Reguer, de estilo neogótico. Está situado en la calle Unión, 3, con el suelo adoquinado, los arcos, la escalera… Aunque podría parecer como los demás, todos tienen un algo especial que los hace únicos. Hoy en día, acoge la sede del Círculo de Bellas Artes de Mallorca y se conoce también como Centro Cultural Balaguer (Casal Balaguer). Su portal exterior es un arco de medio punto y la entrada tiene una cubierta con artesonado. El patio está empedrado, con cuatro palmeras a los lados. Los marqueses del Reguer se hicieron con esta casa en 1730 antes de que los adinerados comerciantes Blanes la adquirieran. Formó parte del legado del músico Josep Balaguer y hoy es propiedad municipal. Tras este espacio hay un tramo cubierto con artesonado, que prologa a la escalera de tres tramos. Merece especial atención la cubierta de una cúpula con lunetas del vano, que data del siglo XVIII.
CA LA GRAN CRISTIANA
La casa de los condes de Ayamans, que reformó en el siglo XVII, es un edificio gótico de raíces musulmanas reformado en el siglo XVI, es más conocido como Ca la Gran Cristiana. No se llama Casal Ayamans o Cal Ayamans por una de las habitantes de la casa: Catalina Zaforteza i de Togores, que fue una mallorquina de buena familia que apoyaba la causa carlista. El hecho de que los carlistas fueran llamados “cristianos” y por su influencia en las guerras carlistas, fue conocida como la ‘gran cristiana’, apodo que también se otorgó a este edificio gótico, actualmente sede del Museo de Mallorca en el Carrer de la Portella, 5. Tiene un portal principal con arco de medio punto, da la bienvenida a una residencia de tres pisos creada con la unión de varias viviendas antiguas. Su planta noble presenta balcones barrocos y un desván de ventanas góticas.
CAN OLEZA
El patio de Can Oleza, ubicado en Carrer d’en Morey, 9, sirvió de inspiración para todos los que se construyeron, o reformaron, a partir del siglo XVIII. Se levantó a finales del siglo anterior con los arcos rebajados, logia, las columnas jónicas, la barandilla de hierro forjado. Su historia convierte este patio primigenio en uno de los patios más bonitos de Palma de Mallorca.
CAN CALDÉS
La mezcla de estilos en Can Caldés va desde el medieval –su origen– hasta el modernismo de principios del siglo XX. Una restauración ha sacado a la luz cómo debió ser un patio medieval en la judería de la ciudad. Está en el Carrer d’en Calders, 3.
CAL COMTE D’ESPANYA
Como sucedía con el Casal Solleric, el Cal comte d’Espanya, en el Carrer de la Portella, 12, se construyó de nueva planta, sin elementos que “entorpecieran” el diseño de su patio. La casa se levantó para los monjes cartujos de Valldemossa a partir del proyecto de un fraile capuchino, Miquel de Petra.
LA CRIANÇA
En este edificio del siglo XVI se encontraba una institución dedicada a la educación de las niñas de clase acomodada denominada la Criança. Los pilares del patio, no columnas, tienen forma octogonal y se encuentra en el Carrer de Monti-Sion, 13.
CAN OMS
La casa estuvo ocupada por la familia Oms, que le da el nombre, desde mediados del siglo XVII, aunque el patio se reformó en el XVIII. Es un patio del Carrer de l’Almudaina, número 7, dividido en 3 espacios por columnas de capiteles jónicos, con arcos rebajados, barandilla de hierro y escalera. Las armas de la familia Oms, que ocupó esta casa en 1642, se pueden ver en el balcón de la escalera.
CAN VANRELL
Es un pequeño patio señorial que se reformó con los elementos clásicos del patio de Palma del siglo XVIII: arcos rebajados y pilares con capitel jónico. Lo podemos encontrar en la calle de San Alonso, número 1.
CAN MUNTANER
Es un patio con entrada de cubierta de artesonado y suelo adoquinado. Otra de esas joyas de tranquilidad en Palma. Se ubica asimismo en el número 11 de la calle de San Alonso.
CAN CRESPÍ (CAN RIBERA)
En el Carrer de Sant Roc, 1, está la propiedad de los Crespí que data del siglo XVIII, los arcos –rebajados y de medio punto–, la escalera, la barandilla de forja, las columnas de mármol rojo que dan un toque diferente a un patio más sobrio que los anteriores. En la parte abierta del patio se encuentra un pozo
CAL CATLAR DEL LLORER
El de Cal Catlar del Llorer alberga de entre los conservados, uno de los patios más antiguos de Palma. A diferencia de otras casas, ha pasado por muchas manos a lo largo de su historia. Una curiosidad: en una reforma de hace unos años se encontraron pinturas murales góticas que hoy están el Museo de Mallorca. La casa más significativa del Renacimiento. De estilo gótico, destacan sus arcos, sus pilares octogonales y su entrada. La casa fue adquirida en el siglo XIX por Maria-Agnès Ribera i Garau.
CAN CATLAR (CAL MARQUÉS DEL PALMER)
La casa del Marqués del Palmer, en Carrer del Sol, 7, fue construida por orden del capitán Pere Abrí-Descatlar –a la sazón el marqués– a mediados del siglo XVI. Aunque casi todos los elementos son similares a los de Can Oleza –fue reformado varias veces entre los siglos XVIII y XX–, todavía quedan partes del patio renacentista original. Hacia el año 1872 el Archiduque Luis Salvador dice: «La maravillosa casa del Marqués del Palmer, con su preciosa fachada, la más bella de la ciudad, toda en el más puro estilo del renacimiento; sus ventanas son todas similares en general, pero difieren en sus detalles». En 1990 era propietaria de la casa Pilar Descatlar Machimbarrena, marquesa del Palmer.
CAN JUNY
Situado en el Carrer de Can Savellà, 13, a dos pasos del patio de Can Vivot. El patio es del siglo XVI, con antecedentes medievales, pero reformado a finales del siglo XVII. Por lo demás: suelo de empedrado, columnas, brocal de pozo y arcos rebajados. llama la atención por sus paredes de color rojo, lo que le da un toque especial, así como el empedrado con trazas geométricas. En esta casa, donde reinan los escudos de las familias Berga y Juny, según la tradición, se hospedó Carlos V, a quien se le dedicó una ventana conmemorativa.
HOSPITAL SANT PERE I SANT BERNAT, L’HOSPITALET
No solo las casas nobles y burguesas tenían patios: también contaba con este espacio el antiguo Hospital de Sant Pere i Sant Bernat, que se encuentra en una finca del siglo XVIII diseñada por Antoni Mesquida, en el Carrer de Sant Bernat, 1. El lugar destaca por sus arcos rebajados, las columnas de estética jónica, las bóvedas de arista y la escalera noble.
Los patios de Palma a menudo guardan sugerentes leyendas o detalles enigmáticos. Como dice Miquel dels Sants Oliver en uno de sus poemas: «patis de misteri plens d’amagatalls, / ombres que recorden vespres de difunts, / argolles dispostes per fermar cavalls / i reixes que parlen d’unes fellonies / i unes banderies, / i de Canamunts / i de Canavalls».
Jaime Mascaró Munar