Este fue el mote o lema que Carlos I de España concedió a Juan Sebastián El Cano para cimera de su escudo de armas circundando un globo terráqueo, además de otorgarle una renta anual de 500 ducados, por haber realizado la hasta entonces inconcebible hazaña de dar la vuelta al mundo, demostrando prácticamente que la Tierra era redonda y que si se salía de un punto se podría llegar al mismo tras circunvalarla.
Se dice que la grandeza de un hombre se mide por la de los enemigos que tiene. España es tan grande que sus acérrimos adversarios han sido naciones tan poderosas e influyentes como Francia y el Reino Unido. Alemania nunca llegó a serlo pues desde los tiempos de Alfonso X el Sabio hijo de Beatriz de Suabia, esposa de su padre Fernando III, el Santo, ha habido fuertes vínculos entre ambas naciones, de tal manera que el mencionado Alfonso, como hijo de Beatriz, aspiró al trono del Sacro Imperio Romano Germánico, proyecto al que dedicó más de la mitad de su reinado empleando mucho dinero en ello, sin obtener éxito alguno ya que Gregorio X se opuso a las pretensiones de Alfonso. El Papa estaba interesado en debilitar el Imperio, porque podría menoscabar su autoridad en lo temporal como Sumo Pontífice.
Las más grandes acciones llevadas a cabo por la Humanidad han sido obra de quiméricos españoles, o financiadas por nuestros monarcas que han considerado sus utopías como realizables, y como dice el castizo “quien rompe paga y se lleva los tiestos”, es decir, quien paga manda y el fruto de lo obtenido es suyo.
Colón vino a España rechazado por el rey de Portugal cuando le presentó el proyecto de alcanzar las Indias navegando en línea recta hacia el oeste. Su plan fue tildado de insuficiente y fantasioso, y no concordaba con la estrategia lusitana de alcanzar las Indias bordeando las costas africanas. Desde entonces, se inició el peregrinaje de Colónpor las cortes europeas, donde tuvo que aceptar nuevos rechazos por parte de Francia e Inglaterra.
Pero Colón llegó a la Rábida y convenció a otros visionarios en el convento franciscano, entre ellos a fray Juan Pérez y fray Antonio de Marchena, quienes lo presentaron a otra utópica como era Isabel la Católica. Ella, tan idealista que no cejó hasta que el reino de Granada cayó rendido a los pies del de España, aceptó la proposición; aunque entra en el terreno de la leyenda que para financiar la empresa tuviera que pedir dinero prestado a los judíos y empeñar sus joyas.
Lo cierto es que sin la ayuda de la Reina Católica, jamás se hubiese realizado tan descabellada empresa.
La circunvalación de la Tierra
La legendaria aventura que realizó Fernando de Magallanes se inició con idénticos o similares prolegómenos que la de Colón. Al igual que éste había presentado su proyecto al rey portugués (en este caso Manuel I), de quien se cuenta que la palabra que más repitió durante la entrevista fue NO.
Portugal, siempre temerosa de que España pudiese anexionarla, se había apegado a Inglaterra y en estos tiempos era una gran potencia marítima, aunque sus límites de expansión se habían fijado en el Tratado de Tordesillas (1494), sancionado por el Papa Alejandro VI (Rodrigo Borja, italianizado Borgia, español por más señas), que demarcó las tierras que serían colonizadas por los portugueses y las asignadas a los españoles.
Fernando de Magallanes era portugués de nacimiento y pertenecía a la nobleza menor de este país. Estaba convencido de que se podría abrir una ruta hacia Oriente para facilitar el comercio de las especias. Buscando la financiación de su ilusoria empresa, le presentó su proyecto a Manuel I, quien lo rechazó ya que estaba malquistado con él por un informe desfavorable por la actuación de Magallanes en una expedición a Marruecos; por ello rehusó por dos veces la propuesta de Fernando para explorar nuevas rutas hacia Oriente. Éste, ante la actitud negativa de su soberano, decidió probar suerte en España. Apoyado por el cosmógrafo portugués Ruy Faleiro y por el obispo español Fonseca, recurrió a nuestro joven rey Carlos I quien con espíritu tan aventurero y casi quijotesco entendió que posiblemente la expedición podría llegar a buen término. Así que decidió acogerlo, darle abrigo y sufragar su expedición, con la esperanza de que fuese exitosa.
La financiación de la expedición
Las naos eran españolas, así como el coste total del viaje, por lo que, aunque los portugueses hayan pretendido aprovecharse de tan venturoso evento, no tuvieron nada que ver en él. De tal manera que solo le cabe a España todo el mérito del triunfo.
A mayor abundamiento, viéndose rechazado por su rey, Fernando de Magallanes había renunciado a su ciudadanía de nacimiento y adoptando la española, de forma tal que legalmente era español, y todo lo que llevase a cabo lo haría como español y en nombre de España.
De manera que, y como se dice, “a la tercera va la vencida”. Magallanes consiguió el apoyo tan deseado. Nuestro rey Carlos I dio a Magallanes las facilidades pertinentes para llevar a cabo el proyecto, poniendo a su disposición cinco naves.
En el verano de 1519 los preparativos ya habían sido terminados. Al fin estaban listas las cinco naves que había cedido la Corona española a Magallanes. Estas eran:
La Trinidad, nave capitana al mando de Magallanes, la Concepción, capitaneada por Gaspar de Quezada y con Juan Sebastián Elcano como contramaestre, la San Antonio, mandada por Juan de Cartagena, la Santiago, con Juan Serrano a la cabeza, y la Victoria, dirigida por Luis de Mendoza, además de una tripulación de 239, 265 o 270 hombres (los documentos no concuerdan en ello).
El coste total del viaje fue sufragado por España. Los contadores de la Hacienda real tomaron buena nota de todos y cada uno de los gastos que, con tal motivo, se realizaron, pues no salía ni un maravedí de las arcas públicas sin que fuese debidamente controlado y contabilizado.
Magallanes recibió el nombramiento de Gobernador de las tierras que descubriese y se le concedió la veinteava parte de los beneficios eventuales que se consiguiesen con la expedición. Contrasta grandemente la apertura de miras de Carlos con la cerrazón de Manuel II, de quien se dice que prefería el oropel de la corte a los descubrimientos.
El hecho incuestionable es que Fernando de Magallanes inició la circunvalación, aunque no la culminase, del globo terráqueo en nombre de España.
Fue un viaje no exento de enormes dificultades, pero, como nuestro propósito no es especificar todas las que soportaron y padecieron, nos limitaremos a extractar parte del mismo, sin dejar de significar que Fernando de Magallanes murió de forma insensata e ignominiosa al enfrentarse a los nativos de la isla de Mactan, específicamente al caudillo Lapulapu que mandaba mil quinientos indígenas, y, tras ser herido por una flecha en la pierna, fue rematado por los indígenas.
Después de tan penosa y extenuante singladura fue Juan Sebastián Elcano quien culminó el viaje, y regresó a España y completó la circunnavegación del globo, ya que consiguió llevar a término la expedición y llegar al puerto de partida, Sanlúcar de Barrameda, el 6 de septiembre de 1522 en la nao Victoria, junto con otros 17 supervivientes, lo que suponía el logro de una imponente hazaña para la época.
La Victoria fue la única nave que llegó al término del viaje, aunque desvencijada y maltrecha culminó la circunvalación del globo terráqueo.
La expedición duró 1.038 días, o sea, casi tres años, los kilómetros recorridos fueron 75.000, es decir, casi el doble de la circunferencia del planeta, pues el viaje tuvo sus interrupciones y desviaciones.
Son tres acciones incomparables las que ha llevado a cabo el ser humano:
La tercera ha sido la llegada del hombre a la Luna con los mejores medios y facilidades conocidas hasta entonces, y las dos anteriores, posiblemente las más importantes, han sido el descubrimiento de América y la circunvalación del globo. Estas han supuesto una gran ventaja y magníficos beneficios para la Humanidad, ya que se culminó con la primera el descubrimiento de una tierra ignota y desconocida hasta entonces, facilitando el comercio de ida y vuelta no solo para España, sino también para Europa; y con la segunda se demostró empíricamente la redondez de la Tierra, además de abrir la ruta de las especias tan codiciadas y costosas por entonces.
Manuel Villegas