Narración creada y enviada por María Sánchez
Señora de Mafra:
Le escribe Gonzalo Gómez de Espinosa de los Monteros, Burgos. Aunque partí desde Sanlúcar de Barrameda como Alguacil Mayor de la Trinidad, le trato en calidad de Capitán General de esta misma nao.
Desde el 1 de mayo de 1521, sirvo a mi navío como capitán. Créame que no fue un logro al que haya optado por propio mérito. Sino más bien, por la osadía de nuestro original Capitán Fernando de Magallanes. Ese portugués de nacionalidad, pero español de corazón, se ganó con mucha prudencia la confianza de toda su tripulación y de España. En los comienzos, como ya sabe, incluso se le acusaba de desertor o de alta traición a la Corona, por puros prejuicios. Sin embargo, demostró su servicio al bien común y entrega a la causa, muriendo en combate el 26 de abril de 1521 en la isla de Mactán, Filipinas.
Junto a él, mi criado Pedro Gómez y otros tantos compañeros y hermanos perdimos en la matanza de Cebú. No fue fácil continuar la ruta, así que justamente por ellos, sacamos el coraje y pusimos a prueba nuestros conocimientos y límites humanos para acabar lo que un día 240[1] hombres, en representación de todo un Imperio, comenzaron.
Desde las Molucas, las nao Victoria y Trinidad zarpaban hacia el mismo destino: escribir la Historia. Sin embargo, nuestro viaje, Catalina, se torció y resultó como una broma de mal gusto. No fue por decisión de comodidad que no continuásemos navegando hacia el Oeste. Lo que nos estaba impidiendo dar la vuelta al mundo y llegar a tiempo a España era un desgarro no deseado en el navío. Como comprenderá, no podía egoístamente poner en un peligro desmesurado a mis hombres, aunque estoy seguro de que la valentía y firmeza de Ginés lo habrían aprobado.
Yo sabía que continuar la ruta implicaba navegar por mares desconocidos y sin posibilidad de hacer escalas, totalmente expuestos a la muerte. No estoy seguro de si elegí bien, porque desconocía la ventura que nos depararía esta nueva ruta que emprendimos de vuelta hacia la actual Panamá. Pero siendo consciente de que no íbamos en las mejores condiciones de infraestructuras -pues el navío estaba fracturado, no era ocasión prudente para incumplir el Tratado de Tordesillas adentrándonos en territorio portugués.
Uno de los motivos por los que se emprendió la vuelta al mundo fue por la economía que todos proyectaban generar con las especias que en el Este se producían. De hecho, tanto cargamos el navío de especias, que el casco de nuestra nao se vio gravemente dañado. Le prometo que no fue la avaricia lo que rompió el saco. Yo aún tampoco entiendo cómo el destino nos trató así. Pero créame que para mí lo primero no era el dinero, sino la lealtad de mis hombres y el amor a la Patria.
Le comento una anécdota para que entienda la veracidad de mis palabras. Mis propias manos apuñalaron a un compañero y capitán granadino, Luis de Mendoza. Fue en abril de 1520, aún vivía el Capitán Magallanes, cuando Luis se amotinó contra él. No dudé en defender a mi capitán, pues la corrección fraterna ya había quedado desvirtuada. Y es que si en una situación de calamidades no brota el sentimiento de hermandad, el hombre queda controlado por la ira y la rabia.
Y cuando le refiero a la hermandad, hablo del orgullo que siento hacia esos 60[2] tripulantes que confiaron en mí y se quedaron en las Molucas. Lo digo recordando esa despedida de las dos naos, con el corazón en un puño, sin distinción. Aunque de facto, por un lado, estaban los victoriosos que escribirían la Historia y, por otro lado, estaban los trinitarios que sufrirían el abandono de sus gentes.
También hablo de hermandad al haber compartido prisión con compañeros como Hans Vargue [Narrador: Pobre éste, que morirá mientras el rey Carlos I negocia su liberación], León Pancaldo [Narrador: con mayor fortuna conseguirá escapar pronto de la prisión de Cochín, sin embargo llegará mucho antes a España], Juan “El Sordo” [Narrador: que será el primero en pisar suelo español], Ginés de Mafra, su marido por la presente [Narrador: que con mucho dolor se le dará por muerto y usted lo sustituirá por otro amor], entre otros más destacados.
Quizá no entienda por qué le cuento todo esto. Pero, sepa usted Catalina que el verdadero desafío no era no tener qué comer, o ver que cada día muere un compañero [Narrador: hasta el punto de que de 60 aventureros, tras el viaje de vuelta a las Molucas, quedaban 17]. Tampoco nos resultaba desafiante tener el corazón sobrecogido de pensar que en cualquier momento al llegar a las Molucas podemos ser apresados por los portugueses [Narrador: y así fue como fueron sometidos a prisión y sufrieron malos tratos y trabajos forzados a manos de esos bárbaros].
Nuestra mayor preocupación era nuestra gente, la que habíamos dejado en tierra firme, por una ilusión que cada vez veíamos más deformada, con la desesperación con la que todo lo ve un cautivo, sin pan ni gloria.
Por ello, le puedo prometer que, Dios mediante, volveremos. Porque nuestras madres, hermanos, esposas e hijos, han sido nuestro oasis en todo momento en medio de este desierto. No pierda la fe, porque este capitán le da su palabra de que su marido está por llegar.
Reciba esta carta con el respeto de este Capitán le debe por ser la esposa de su marinero,
Gonzalo Gómez.
[1] [2] Dato impreciso por falta de consenso en las fuentes al respecto.
Motivación de este formato y personajes:
En esta carta se pretende plasmar las palabras que Gonzalo Gómez de Espinosa, si hubiese tenido ocasión en 1522, habría hecho saber a Catalina Martínez del Mercado, esposa por aquel momento de Ginés de Mafra que estaba a punto de darse por viuda y contraer un nuevo matrimonio.
No se trata de una carta original, como la que tenemos constancia que el Capitán envió al Rey Carlos I durante su prisión en Cochín, pero podría ser una carta entre las miles que se escribieron y desafortunadamente no llegaron a puerto.
El regreso a España el 6 de septiembre 1522 de los supervivientes de Elcano en la nao Victoria fue histórico para estos 18 héroes. Primero, por la ilusión de ser los primeros en dar la vuelta al mundo. Y segundo, porque, como en las películas, en la Historia el papel secundario no trasciende.
Sin embargo, no debemos olvidar que cinco años más tarde, tras lograr escapar de la prisión en la que estaban sometidos, regresaron cuatro héroes más. Los tardíos, pero también supervivientes, fueron: Ginés de Mafra (navegó en calidad de marinero, era gaditano, más concretamente de Jerez de la Frontera), León Pancaldo (también marinero, italiano procedente de Génova), Gonzalo Gómez de Espinosa (este burgalés se convirtió en Capitán General por necesidad) y Juan Rodríguez (que, aunque lo mencionemos el último, por alusiones al refranero español: “los últimos serán los primeros”, este marinero sevillano conocido como “El Sordo” fue el primero de estos cuatro supervivientes en volver a España).
El regreso de estos cuatro fue tan poco esperado como deseado por algunos. Y ello se notó en las quitas que tuvieron que aceptar para cobrar las mercedes que el Rey Carlos I les otorgó, en el imposible retorno a sus vidas anteriores o en la pronta vuelta a la mar que algunos emprendieron como refugio.