Narración creada por Isabel, primaria
Enviada por Prof. Fátima Hernández
Colegio Buen Pastor
Os voy a contar una gran hazaña muy importante en la historia de nuestro amado país, España. Nuestra nación se caracteriza por tener unos grandes marinos, entre ellos Juan Sebastián Elcano, que nació en Guetaria, ciudad de Guipúzcoa en el País Vasco.
Justo a este gran marino, el portugués Fernando de Magallanes, también conocido como Hernando de Magallanes dieron la primera vuelta al mundo. Antes de empezar su ruta a la Isla de las Especias tuvieron que hablar con el rey Carlos I de España para presentarle su magnífico plan de alcanzar esas islas, conocidas actualmente como Islas Filipinas en honor a Felipe II. Pretendían hacer el viaje en sentido contrario a como se hacía habitualmente para ir hacia ese lugar, es decir, hacia occidente y no hacia oriente como lo venían haciendo hasta ese momento los comerciantes europeos. Así empezaron el rumbo a este ilusionante proyecto marino que sin duda sería una odisea.
Por el camino murieron muchos marineros amigos y compañeros de Elcano y Magallanes. La mayoría murió por hambre y por una enfermedad desconocida llamada escorbuto. Algunos hasta comían gusanos, qué barbaridad.
Las naves con las que partieron desde el gran puerto de ese momento, Sevilla, se llamaban Nao Victoria, Trinidad, Concepción, San Antonio y Santiago.
Fernando le dijo a Juan Sebastián: nos estamos quedando sin marineros, esto es tremendo. Tenemos que hacer algo, porque sino esto va a ser un verdadero desastre, Dios Mío.
Juan Sebastián contestó: me da mucho coraje que no tengamos médicos ni otros sanitarios como enfermeros para curar esta gravísima y desagradable enfermedad. No sabemos qué remedio tiene ni qué tenemos que darles para poder controlarlo.
Por la noche cuando se acostaron en sus hamacas de la bodega, como de costumbre, Elcano gritó ¡Magallanes, Magallanes! Hay una gran y terrible tormenta, tenemos que hacer algo porque en poco tiempo nuestras naves podrán hundirse, esto es espantoso, nunca he visto un temporal como el que nos está cayendo encima. Magallanes pegó un salto despertándose de inmediato, pudiendo ir al lado de su compañero para ver qué podían hacer, pero contra el tiempo pocas cosas pueden llevarse a cabo ya que no se puede controlar las cosas que hace la madre naturaleza.
Se hizo de día, aunque nunca dentro de los barcos en esta travesía tan atrevida que habían pensado los futuros héroes del mar, la noche había sido tan larga y con tanto miedo. La naturaleza actúa como de costumbre, en fin, todo pasó, pero aquí no quedaría la cosa, el camino todavía era largo y desconocido.
Su camino hacia las deseadas Islas de las Especias continuaba y así poder llegar hasta su objetivo final, aunque la dureza les atacara.
El líder de la expedición dijo: Qué ruta más complicada, quién nos mandaría a nosotros a hacer esto, es de locos, pero como nos hemos propuesto tenemos que seguir adelante, es nuestra gran ilusión poder llegar como sea, se lo hemos prometido a nuestro Rey no podemos quedar mal. Es muy difícil, pero aunque sea con nuestras vidas por delante lo lograremos, Dios y nuestros seres queridos están con nosotros. Ojalá podamos verlos pronto y estén muy orgullosos de nuestro trabajo.
Intentaremos buscar alguna ruta que nos haga el camino más corto y más agradable de lo que ha sido hasta ahora y así acortar el tiempo de navegación. Esto nos permitirá que nuestros marineros no sufran más y tengan comida suficiente.
Se metieron por ese deseado camino para acortar, era muy estrecho y dificultoso, aunque al principio no lo parecía. Quien le iba a decir que muchísimos años después este estrecho llevaría merecidamente el nombre del gran marino portugués, Fernando de Magallanes. Primero se metió una nave para hacer la comprobación, así una a una, aunque alguna de ellas no lo consiguió. Todo eran dificultades.
Una de las dificultades no era por la acción de la naturaleza, si no de los hombres que navegaban en las embarcaciones de madera, se amotinaron contra su jefe, porque estaban hartos de que todo fueran penurias. Magallanes tuvo que controlar esto. Uno de los rebeldes, aunque no lo parezca era Juan Sebastián Elcano, pero al final se mantuvo al margen y ayudó a Magallanes a continuar.
A los marineros les costaba mucho trabajo navegar por esas zonas hasta ahora desconocidas, pero su orgullo y pundonor marino como grandes hombres de la mar que eran les hacía seguir viento en popa a toda vela hasta su deseado puerto final.
Una vez pasaron por el estrecho la navegación fue más fácil, porque habían entrado en el Océano Pacífico ¿por qué le llamarían así? Menos mal, era merecido ya tener un viaje más cómodo, pero todavía quedaban aventuras que tener.
En la isla de los Ladrones, como su nombre indica se lo quitaron todo, se quedaron sin nada. Fernando de Magallanes estaba deseoso de encontrar comida, quería recuperar los alimentos perdidos. En la nueva isla a la que llegaron encontró unos hermosos y seguramente sabrosos cocos, su ansiada necesidad de comer y dar suministro a su personal hizo que se lanzara a por ellos. Ese intento le costó desgraciadamente la vida, una flecha le alcanzó y no pudo sobrevivir, su historia acababa aquí, murió. La flecha le entró justo por donde no tenía armadura, en el único hueco. Qué puntería, que mala suerte tuvo. Una pena, pero había que seguir.
¿Quién lo sustituirá? Pues es fácil en esta historia, nuestro gran héroe Juan Sebastián Elcano. La Armada Española reconoce, como todos nosotros, los Españoles, poniendo nombre a un barco bergantín que es el buque-escuela de los futuros oficiales marinos del Ejército Español y recorre todos los años dando la vuelta al mundo. Que buen reconocimiento le damos a este gran hombre.
Al llegar a las Islas de las Especias, también llamadas Molucas, aunque actualmente, como hemos dicho antes, tras la muerte del marino portugués, Elcano se hizo cargo de la expedición. Su objetivo ahora era justo el contrario, había que llegar a España y lo consiguió con la Nao Victoria, la única que sobrevivió.
Una historia muy bonita y heroica.