Narración creada y enviada por Fabio, 17 años
Colegio de Fomento El Prado
Siempre se me dijo que uno no debe insistir cuando no se tiene razón, cuando se carecen de argumentos sólidos o se halla frente a una oposición irrefutable. Aunque cada vez encuentro más vagas dichas ideas, desde las simples contradicciones que manifiestan personas dentro de mi ámbito personal, hasta hechos que marcaron un antes y un después en la historia.
Denomínese terquedad, obstinación, tenacidad… como uno desee. Pero claramente esto es una cualidad (con algunos matices, claro) que muchos intentan ocultar mediante la opacidad, el silencio, la timidez. Este aspecto, es detestado por muchos, por el simple miedo de ser tachado de una forma u de otra. Y precisamente esto es lo que nos impide transmitir, relatar nuestras ideas, ilusiones y afán de descubrir e idear, que cierra la puerta a personas con grandes inventivas y nociones que podrían realmente contribuir positivamente en la humanidad. Esto no solo es aplicable a personajes de la historia, sino también a grandes pensadores y científicos de todo el mundo, que se han atrevido a dar ese paso, a cruzar el umbral, y no solo ser reconocidos como un famoso, sino por su aportación y ejemplo al mundo.
Esta larga introducción la veía necesaria. Creo que esta cualidad, junto con la perseverancia, anhelo, espíritu aventurero… han sido aliados claves en el viaje de nuestros protagonistas. Y quería hacer especial énfasis en Fernando de Magallanes. Precisamente, unos cuantos años antes, hallábamos a Cristóbal Colón que, tras el rechazo por parte del rey Juan II de Portugal (más tarde obtuvo la misma respuesta con el rey Manuel I de Portugal) frente al apoyo de sus creencias e ideas respecto a las tierras de Indias, junto con el dolor que debió suponer la pérdida de su mujer, la señora Muñiz de Perestrelo, no se dio por vencido, y tomó la decisión de presentar su idea a los Reyes Católicos. Tal fue su perseverancia, su persuasión, la sabiduría que emanaba de él a caudales, le permitió cumplir su sueño, afirmar sus hipótesis, y poder demostrar que él tenía razón, frente a todos esos nescientes que le oprimían en su silencio.
Esta actitud debió pasar por una especie de herencia (desde luego que no genética) a Fernando de Magallanes. Ambos parecían almas gemelas que, si no fuesen por su “prosopografía” y nombre de pila y apellidos de ascendencia, podrían ser hermanos. Analogías aparte, creo que podríamos hacer hincapié en su aparente “tozudez”.
Las características aventureras de Magallanes le eran innatas, desde muy joven fue un apasionado del mundo del mar, los viajes y los navíos. Especialmente esa ansiedad que tenía por conocer las procedencias de las distintas especias que se encontraban en las Indias descubiertas hasta entonces. Esto se observó en las cartas que se enviaban Magallanes y su amigo Francisco Serrão. Tanto entusiasmo tuvo, que quiso comunicar sus ideas a la armada portuguesa, pero debido a unas ilegítimas acusaciones, su credibilidad disminuyó, así como las ofertas de trabajo. Con ayuda de su amigo Rui Faleiro, lograron unos “contactos” en España para poder presentar su proyecto al rey Carlos I. Tras la aprobación y el visto bueno por parte del monarca en 1518, se daría lugar a la que sería la primera expedición en dar la vuelta al mundo. Pese a encontrarse con muchas dificultades antes del trayecto, desde problemas económicos hasta disputas en la tripulación, nada pudo conseguir que Magallanes se diese la vuelta, iba a “peñón fijo” y no habría nadie quien le parase. Finalmente, el día 20 de septiembre de 1519 parte la tripulación del muelle Mulas en Sevilla, acompañado de Álvaro de Mezquita, Duarte de Barboza, Juan Serrano y Esteban Gómez, entre otros. Una flota de 5 barcos y alrededor de 250 hombres.
Tras haber hecho escala en Las Islas Canarias, Cabo Verde y en Sierra Leona, tomaron primer contacto con el continente americano, el actual Río de Janeiro. De hecho, es ese trayecto, se sorprendieron por el fenómeno eléctrico atmosférico denominado el fuego de San Telmo. Lo que para muchos fue una mala premonición, para Fernando fue una señal divina que le indicaba el buen camino. Tras su paso por el Río de la Plata, Uruguay y Argentina, decidieron encontrar un paso hacia las Molucas. Pero el tiempo meteorológico y las condiciones del mar, pusieron a prueba a todos los marineros, muchos se planteaban regresar a España, pero Magallanes sabía que eso significaría un fracaso. Aún así, tuvieron que lamentar la pérdida del navío “La Santiago”, así como el complot originado en “San Antonio”, que regresaron a España por su cuenta cuando se encontraban cerca del posteriormente denominado estrecho de Magallanes. Esto no desvío la concentración de Fernando, hasta que logró cruzarlo por primera vez el navío “La Concepción”.
Los aproximados tres meses de travesía por el Océano Pacífico, fueron realmente duros. La hambruna empezaba a reinar sobre la cubierta, y la escasa y pobre alimentación que recibían de los recursos disponibles, provocó el escorbuto en toda la tripulación. Enfermedad debida a la carencia de Vitamina C en el cuerpo, provocando ulceraciones e inflamación de encías entre otros síntomas. Solo divisar en el horizonte mar, mar y más mar, desanimaría a cualquiera, pudiendo llegar a perder la esperanza que, en mi opinión, es de las últimas cosas que uno debería perder. Sin esperanza, uno no ve la razón por la que aferrarse a la vida, no tiene nada por que luchar, es la rendición absoluta. Encontramos ciertas citas bíblicas, que nos confirman siempre confiar en el Señor, y nunca perder la esperanza: Escucha lo que te mando: Esfuérzate y sé valiente. No temas ni desmayes, que yo soy el Señor tu Dios, y estaré contigo por dondequiera que vayas. (Josué 1:9).
En efecto, así hicieron y el 6 de marzo, se llegó a oír el tan ansiado “¡Tierra!”, y diez días más tarde, llegaron a las costas de Filipinas. Empezaron a comerciar con los indígenas y a expandir el cristianismo entre los residentes.
Nótese, que he utilizado la palabra “tozudez”, siempre entre comillas, y con matices. He aquí la explicación. Pese a ser un aliado fuerte en diversas circunstancias, así como un timón que redirija nuestros actos, tampoco conviene abusar de ella, ya que también es perjudicial, y en este caso, Fernando erró con su “tozudez”. La negación del líder indígena Lapulapu a someterse al cristianismo y a la corona española, llevó a Magallanes a ser demasiado impulsivo, y creyéndose en superioridad, se introdujo en una batalla con la que acabaría forjando su trágico destino.
Muchos conocerán, la continuación de esta hazaña, llevada a cabo por los 18 tripulantes restantes de “La Victoria”, liderados por Juan Sebastián Elcano en 1522 que, sin lugar a duda, heredó todo el espíritu aventurero de Magallanes tras expirar en Mactán. Pero, aquí termina la intervención de mi protagonista en estos eventos.
Desde luego que el legado que ha dejado Magallanes a toda la humanidad ha persistido hasta hoy, y lo será (empleo el futuro de indicativo, ni condicional ni subjuntivo) durante muchos años más, incontables. Pero yo quería centrarme en los aspectos que hay detrás de la historia, quería que este desenlace, suscitase una reflexión para el lector, una especie de “catarsis positiva”. Todos los acaecimientos que aquí se narran, tienen una motivación, algo que los propicie, una idea que quiere convertirse en realidad, una chispa que pretende ser llama o una semilla que aspira a ser árbol. Creo que sin las ideas que tuvo este hombre, en este caso Magallanes, nunca se habría imaginado semejante travesía. Tuvo valentía, coraje, confianza y mucha “tozudez”. Creo que estas personas son un ejemplo en el que nos podemos personificar y dejar volar libre nuestra curiosidad e imaginación, nuestros anhelos de conocimiento y sed de descubrir, y aportar a nuestro entorno lo mejor para desarrollarse plenamente como sociedad.
Muchos definirían el éxito con la fama, el dinero, el poder… pero lo que de verdad busca el ser humano es dejar huella. Sea en el ámbito familiar, laboral o de un país. Ser recordados en la historia por sus hazañas y descubrimientos, no solo nos llena de orgullo y de saberes, sino de sueños, como los que tuvo Magallanes, y que no solo se queden como vanas quimeras. Como guinda del pastel, quería mencionar estos versos del poeta Pablo Neruda: “Queda prohibido no sonreír a los problemas, no luchar por lo que quieres, abandonarlo todo por miedo, no convertir en realidad tus sueños.”