Narración creada por Lucía, primaria
Enviada por Prof. Fátima Hernández
Colegio Buen Pastor
Me siento muy afortunado de volver a Sanlúcar de Barrameda junto a 17 personas de la ruta realizada por Fernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano. Hemos realizado una expedición histórica; pero en realidad estoy adelantando acontecimientos. Quizás, lo mejor sea que empiece por el principio.
El rey de España, Carlos I de España, vio con buenos ojos, nuestro proyecto de viaje en busca de una ruta alternativa a las islas Molucas sin atravesar mares portugueses. La verdad es que el proyecto de viaje se lo habíamos planteado previamente a los portugueses, pero nos rechazaron.
Una vez que conseguimos todos los permisos necesarios, el 5 de agosto de 1519, salimos en cinco naves diferentes en busca de nuestro objetivo. En la expedición, necesitan un marinero que contara y relatara el diario de a bordo.
-¡Me eligieron a mí!, soy Antonio Pigafetta, para servirles.
Nunca imaginamos que nuestro viaje tendría tanto éxito en los libros de historia posteriores. De hecho, nosotros no lo percibimos como un hecho victorioso. La travesía duró más de 3 años, y nuestro capitán Fernando de Magallanes, no pudo volver para contarlo.
Embarcamos un total de 234 tripulantes, distribuidos en 5 naves: Trinidad, San Antonio, Concepción, Victoria y Santiago. Justo antes de salir, prometí que si volvía de este viaje, le daría gracias a las vírgenes de la Antigua y de la Victoria. Afortunadamente, fue algo que pude hacer en el año 1522, tres años más tarde del comienzo de la travesía.
La importancia de este viaje no fue sólo para buscar especias. También nos permitió explorar y navegar. Años más tarde, se utilizó nuestro viaje para demostrar que la Tierra no era plana sino que tenía forma de esfera.
Mi amigo Fernando (Magallanes), se encontró con grandes dificultades a lo largo de todo el trayecto. Por supuesto, que en ocasiones, el tiempo atmosférico, no fue el más favorable para nosotros. Pero a medida, que fueron pasando los meses, la comida empezó a escasear. Además, la poca que quedaba no se encontraba en muy buen estado que digamos. Incluso las ratas, empezaron a parecerme un manjar exquisito. Los bizcochos que llevábamos, no estaba nada rico. Era una mezcla de harina con pis de ratas, mohos y asquerosidades varias. Esto hizo mella en la tripulación. Las trifulcas y peleas, empezaron a estar a la orden del día.
Fue en estos momentos, cuando la Nao San Antonio se dio la vuelta rumbo al puerto de Sanlúcar de Barrameda. No tuvieron la fortuna de llegar al Estrecho de Magallanes (Estrecho al que pusieron el nombre de mi amigo Fernando). Los marineros de la nao San Antonio no fueron muy generosos que digamos. Se quisieron llevar la mayoría de alimentos y provisiones. La verdad es que sabiendo que ellos llegarían pronto a tierra firme y conocida, no estuvo muy bien por su parte.
Una vez pasados tres meses llegamos a América. Estábamos tan orgullosos…
Mientras estábamos en tierra, parece que se nos habían olvidado todos los problemas a los que teníamos que haber hecho frente durante esos meses. Ya podíamos comer alimentos en buen estado, podíamos asearnos un poco, y nuestras riñas y enfados empezaban a disminuir.
Pero aún no habíamos conseguido nuestros objetivos. Necesitábamos buscar un sitio por el que atravesar esta tierra y de este modo poder llegar a las islas Molucas sin que nuestros vecinos los portugueses pudieran decirnos que surcábamos por sus mares.
Llevábamos en nuestra tripulación, marineros que hablaban todo tipo de idiomas. Esto nos ayudó a establecer buenas relaciones con los indígenas que nos encontrábamos. Ahora nos lo estábamos pasando realmente bien. En estos momentos, a todos, nos apetecía que el viaje durara cuánto más, mejor.
En la isla de Cebú, nuestra suerte cambió. Tuvimos una pelea difícil de olvidar. 28 de nuestros hombres perdieron la vida. Entre ellos, se encontraba nuestro capitán Fernando de Magallanes. El hecho de tener tantas muertes, nos complicó nuestro propósito. Todo ello, sin tener en cuenta, que la persona que había ideado este viaje, ya no volvería a España para contarlo. Por tanto, en Cebú, decidimos que con tantas bajas no podíamos seguir surcando los mares con tantas naves. La nave sacrificada fue la nao Concepción. Para dejar pocas pistas, la quemamos en una isla cercana a la que causó la muerte a nuestro capitán. La isla elegida fue Bohol. La nao Trinidad era la que fue capitaneada por Magallanes. Sin embargo, debido a que se trataba de un barco mayor al Concepción, decidimos sacrificar este último. De cualquier modo, esta nao no corrió mejor suerte. En las Molucas, los portugueses tomaron el control de la misma y no pudimos continuar con ella.
Como ya no teníamos capitán, tuvimos que elegir alguien que le sustituyese. En la nao Victoria, dejamos a cargo a Juan Sebastián Elcano, y en la Trinidad Gonzalo Gómez de Espinosa. La nao de Gonzalo, no tuvo muy buena suerte. Tal y como hemos comentado anteriormente, fue abordada por los portugueses y no terminó llegando al puerto de Sanlúcar de Barrameda.
La nao Santiago estuvo más cerca que las anteriores de cumplir con el objetivo previsto. Sin embargo, naufragó en 1520.
Por tanto, ya sólo teníamos surcando los mares a la nao Victoria. Sufrimos mucho antes de llegar a tierra española. Habíamos pasado hambre, calor, frío, humedad, enfrentamientos entre nosotros y con los indígenas, enfermedades,..
Pero si hay algo que caracterizaba a todos nuestros marineros, es que todos defendíamos el honor, la patria y la gloria de nuestro país. Teníamos mucho empuje y coraje que no llevaba en volandas a cumplir con nuestro objetivo, incluso cuando veíamos que todo parecía perdido.
Cuando llegamos a España, es cuando me sentí verdaderamente útil. Todo lo que había escrito y narrado durante todo el viaje, permitió que toda la España de la época conociera nuestras hazañas.
Además, en el Archivo General de Indias, creado en 1785, en Sevilla, se puede consultar con todo detalle, cuáles fueron las aventuras y acontecimientos que vivimos durante los más de tres años que duró nuestro viaje. Con el tiempo, sólo recordamos los momentos más gloriosos e interesantes que ocurrieron en nuestro viaje. Sin embargo, tal y como habéis podido comprobar, fueron muchas las desventuras y tragedias que sufrimos.
Me gustaría ser más modesto, pero la verdad es que gracias a mi podéis saber todo esto.
Firmado. ANTONIO PIGAFETTA