El 6 de enero de 1936, nació en Tomelloso (Ciudad Real), Antonio López García, unos meses antes del estallido de la Guerra Civil. Fue el hijo mayor de un matrimonio de labradores acomodados que vivía de sus tierras y cuya casa estaba situada en la calle Domecq, donde el pintor pasó una infancia feliz junto a sus hermanos Josefina, Diógenes y Carmen.
Su temprana vocación por el dibujo, así como la influencia de su tío, el pintor figurativo Antonio López Torres, conformaron su decisión de dedicarse a la pintura. A la edad de 12 años empezó a asistir al taller de su tío, donde pasaba horas copiando reproducciones de cuadros del siglo XIX hasta que, en el verano de 1949, su tío le animó a hacer sus primeros dibujos y pinturas del natural.
En octubre de aquel mismo año, su tío convenció a los padres de Antonio para que lo dejaran ir a Madrid con el fin de preparar el examen para su ingreso en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando, donde con 14 años inició los estudios oficiales y coincidió con diversos artistas, con los que, pasado el tiempo, conformó lo que se ha venido a llamar la «Escuela hiperrealista madrileña”. Entre sus compañeras estaban también las pintoras Isabel Quintanilla y María Moreno, con la que Antonio López se casaría once años después, unión de la que nacieron dos hijas, María (1962) y Carmen (1965), que heredaron el gran amor de sus padres por la pintura.
Permaneció en la academia entre 1950 y 1955, año en que, becado por el Ministerio de Educación, viajó a Italia, donde conoció de primera mano la pintura italiana del Renacimiento. Sufrió una pequeña decepción al contemplar en vivo las obras maestras que solo conocía por reproducciones que hasta ese momento veneraba. Al regresar a Madrid, hizo su primera exposición conjunta y a partir de ahí, comenzó a revalorizar la pintura clásica española, que tan bien conocerá, gracias a las frecuentes visitas al Museo del Prado, especialmente la de Diego Velázquez.
Tras terminar sus estudios, regresó a Tomelloso y realizó su primera exposición individual en el Ateneo de Madrid en 1957. Al año siguiente, la Fundación Rodríguez Acosta le premió con una beca para que pudiese viajar a Grecia y ampliar sus estudios sobre el arte clásico. Hasta el 1960, Antonio vivió a caballo entre Madrid, donde empezó a hacer sus pinturas casi fotográficas de las calles de la ciudad, y Tomelloso, la localidad que lo vio nacer, que le inspiró retratos, bodegones y paisajes, probando suerte asimismo con la escultura, muestra de la que podemos encontrar en las cabezas de niño expuestas en la estación de Atocha de Madrid.
El año 1961 fue un año importante para él. Fue el año de su boda con María Moreno, Mari como siempre la llamaría, recibió una beca de la Fundación Juan March y realizó su segunda exposición individual. Desde el año 1964 y hasta 1969, fue profesor encargado de la Cátedra de Preparatorio de Colorido en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando. Los contactos de sus entonces representantes, la Galería Juan Mordó, le llevaron a exponer en el extranjero, lo que supuso que parte de su obra empezara a entrar en colecciones privadas y museos de todo el mundo.
En la década de lo 70 fichó por la prestigiosa galería Marlborough, y sus pinturas abarcaban retratos de personas de su entorno, flores y vistas urbanas e interiores de locales de su vida cotidiana, dedicando asimismo muchas horas a su faceta de escultor y dibujante. En 1983 se le concedió la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes y en 1985 su primera exposición retrospectiva organizada por el Museo de Albacete y seleccionado para representar a España en una muestra de arte español en Bruselas, junto a Antoni Tapies y Eduardo Chillida. También le fue concedido, entre otros premios, el Príncipe de Asturias de las Artes.
En 1990, el director de cine Víctor Erice rodó “El sol del membrillo”, que obtuvo numerosos premios y donde se recoge el proceso creativo del artista mientras pinta un membrillero del patio de su casa. En enero de 1993 fue nombrado miembro de número de la madrileña Real Academia de San Fernando, y en ese mismo año el Museo Reina Sofía le dedicó una exposición antológica. Poco después el Museo de Valladolid le encargó dos figuras sedentes en bronce de Juan Carlos I y Sofía, y también entró a formar parte del Patronato del Museo del Prado.
En 2008, el Museo de Bellas Artes de Boston le dedicó una exposición monográfica, y además, su obra “Madrid desde Torres Blancas” alcanzó en una subasta de Christie’s de Londres la cantidad de 1.918. 000 euros, la mayor cantidad pagada hasta ese momento por una obra de un artista español vivo.
En 2011, el Museo Thyssen-Bornemisza y el Museo de Bellas Artes de Bilbao le dedicaron sendas exposiciones temporales con obras de todas sus etapas, aunque mayoritariamente de su última producción. En el año 2014 creó una gran expectación la entrega y presentación de uno de sus cuadros más ambiciosos, “La familia de Juan Carlos I”, cuya realización lo ocupó durante veinte años.
Sus cuadros se desarrollan a lo largo de varios años, décadas en ocasiones, con una realización lenta y meditada, hasta que el artista consigue plasmar la esencia del mismo en el lienzo. El pintor busca entre la realidad que lo rodea aquellos aspectos cotidianos que él recoge con un tratamiento pleno de detalle, rozando lo fotográfico. Sus preferencias van desde las vistas de Madrid hasta los retratos de sus familiares, pasando por los objetos más cotidianos y cercanos. Utiliza el escáner y la impresión en 3D para las esculturas de gran volumen. En una ocasión el pintor comentó: “Una obra nunca se acaba, sino que se llega al límite de las propias posibilidades”.
Antonio sufrió un durísimo golpe con la muerte de su esposa el 17 de febrero del 2020. A lo largo de la mayor parte de su carrera artística, Antonio López ha desarrollado una obra independiente, en medio de un panorama artístico estructurado sobre el informalismo y la abstracción. Tampoco parece tarea fácil vincular la obra de López con las tendencias realistas europeas más recientes, o con el hiperrealismo americano, corriente de la que no se considera cercano.
Antonio pinta la realidad, como observador minucioso de lo cotidiano. La capacidad asombrosa de reproducir la realidad, la sabiduría maestra para la descripción del mundo visible, son el reclamo y signo de identidad de Antonio López. En julio de 2021 pintaba unas vistas parciales de la céntrica plaza Puerta del Sol, de Madrid y ha tenido una retrospectiva en Barcelona. Antonio López sigue trabajando y acaba de entregar las estatuas de bronce de los reyes Felipe y Letizia que se exhibirán en el Museo del Realismo Español Contemporáneo que se inaugurará “a finales de febrero o principios de marzo del 2024 en Almería.
Antonio López ha retratado durmiendo a sus hijas y sigue haciéndolo con sus nietos. Actualmente es uno de los pintores españoles con fama internacional más cotizados del mercado, pero también por el tiempo de ejecución que necesita para completar su trabajo.
Jaime Mascaró