Posiblemente fue este personaje, iniciador de la leyenda, la persona más abyecta e intrigante que haya nacido en España. A pulso se ha ganado el remoquete de El Judas español, como lo denominan algunos historiadores.
Consideramos que merece la pena extendernos en la descripción de quién fue, y exponer la trayectoria de su vida.
Antonio Pérez del Hierro, nació en 1540, siendo hijo ilegítimo y sacrílego de Gonzalo Pérez, un clérigo secretario de Carlos I y de Felipe II, durante los primeros años de su reinado.
En las contiendas políticas de la Corte entre la Casa de Éboli y la de Alba, como gran oportunista que era, tomó partido por la primera, y con la protección de Ruy Gómez de Silva, príncipe de Éboli, se educó en las universidades de Alcalá, Lovaina, Salamanca y Padua consiguiendo una considerable formación.
Cuando murió su padre en 1556 pasó a ocupar su lugar en la secretaría real, primero de forma interina, siendo confirmado en la misma en 1567.
Fue el instigador (¿conociéndolo Felipe II?) de la muerte del secretario de Don Juan de Austria, hijo natural de Carlos I, Juan de Escobedo en el año 1578.
Maquinador como pocos, espiaba a Felipe II por orden del Papa, aunque, en teoría la Monarquía Hispana y el papado eran dos potencias amigas. Por ello cuando Felipe lo descubrió utilizó la muerte de Escobedo contra Antonio Pérez.
En el año 1579 fue detenido junto con la Princesa de Éboli, viuda de Ruy Gómez de Silva, con la que se desconoce si estaban unidos por alguna otra pasión inconfesable además de las intrigas cortesanas, o como opina Gregorio Marañón parece que hay indicios de que Antonio podría haber sido hijo natural del príncipe de Éboli (Ruy Gómez de Silva), en cuyas tierras se crio y cuya protección recibió en diversas ocasiones, prestándose Gonzalo Pérez a admitir su paternidad como favor al destacado aristócrata. .
Aunque continuó ostentando la secretaría real hasta 1584, la acusación, de la que había gran número de pruebas, fue, en principio, de corrupción, y, diez años después. de asesinato. Después de estar encarcelado durante once años, consiguió huir de Madrid, disfrazado, y se refugió en Aragón pretextando ser hijo natural de ese Reino. Realmente no existen documentos fiables de la localidad en la que nació, pero muchos historiadores admiten que fue en Valdeconcha, Guadalajara, en 1540, por lo que no era aragonés, pero, dada su enorme capacidad para intrigar, bien pudo convencer al Justicia Mayor de Aragón de que sí lo era. Así consiguió unir su causa a la defensa de las libertades aragonesas frente a la Corona.
Acogido al fuero de Aragón no podía ser perseguido en estas tierras, pues no había jurisdicción para ello, por lo que Felipe II hizo que la Inquisición lo acusara de herejía, pues su poder se extendía a toda España, pero no pudo llegar a prenderlo ya que las masas populares aragonesas promovieron tumultos, dentro del clima de desavenencias de Aragón y Castilla, que fueron conocidos como las alteraciones de Aragón. La reacción de Felipe II fue enviar un ejército a Zaragoza que tampoco sirvió de nada pues ya Antonio Pérez, con ayuda del Justicia Mayor de Aragón, Juan de Lanuza, había conseguido huir a Francia en cuya corte fue acogido calurosamente.
Mientras tanto, en España era juzgado por el Tribunal de la Inquisición y condenado en ausencia, siendo confiscados todos sus bienes y quemada públicamente una efigie suya.
Francia, acérrima enemiga de España, pues apoyaba a los rebeldes flamencos, acogió con todo entusiasmo al traidor felón del que recibió toda clase de confidencias y secretos sobre la Corte y los ejércitos españoles. No sólo asesoró al rey francés Enrique IV en sus luchas contra España, sino que rastreramente ofreció sus deleznables servicios a la encarnizada enemiga de la Corona española Isabel I de Inglaterra.
Su vileza no tenía freno, era tal la aversión y rencor que sentía contra su patria que se dedicó a publicar escritos y panfletos contra Felipe II, que fueron la base para la Leyenda Negra contra la Monarquía hispana.
Tanto los franceses cuanto los ingleses, cuando ya no tenía nada que ofrecerles contra la España, pues siendo muchos los secretos, confidencias y estrategias militares que les proporcionó, le mostraron el desprecio que merece todo traidor y así, pobre y marginado, murió fuera de España, sin haber obtenido el perdón de la Monarquía.
Esta es, a grandes rasgos y parcamente, la biografía del traidor felón que inició una patraña que tanto daño ha causado a nuestra Patria y que todavía sigue circulando por el resto del mundo y de la que se nutren la mayoría de nuestros enemigos.
Pero es que, además del desprestigio que causó a España el rencor de Antonio Pérez, hay otras aportaciones con las que se ha confeccionado la Leyenda Negra.
Manuel Villegas
La verdad es que nunca hemos necesitado enemigos externos para destruirnos, con los propios tenemos más que suficiente. Qué triste…