DOMÉNIKOS THEOTOKÓPOULOS, LLAMADO EL GRECO

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Retrato de un caballero anciano, considerado autorretrato.

«Creta le dio la vida, y los pinceles / Toledo mejor patria, donde empieza / a lograr con la muerte eternidades».

Doménikos Theotokópoulos, conocido como el Greco («El griego»),​ fue un pintor del final del Renacimiento que desarrolló un estilo muy personal en sus obras de madurez. Nació el 1 de octubre de 1541 en Candia, en la isla de Creta,​ que entonces era posesión de la República de Venecia, fue hijo de Geórgios Theotokópoulos, que era comerciante y recaudador de impuestos, y su hermano mayor, Manoússos, también era comerciante.

Tiziano,

Doménikos estudió pintura en su isla natal, convirtiéndose en pintor de iconos en el estilo posbizantino vigente en Creta en aquellos tiempos. A los veintidós años, era descrito en un documento como «maestro Domenigo», lo que significa que ya desempeñaba oficialmente la profesión de pintor. ​Su formación pictórica la obtuvo en tres focos culturales muy distintos: Su primera formación bizantina fue la causante de importantes aspectos de su estilo que florecieron en su madurez; la segunda la adquirió en Venecia de los pintores del alto renacimiento, especialmente de Tiziano, aprendiendo la pintura al óleo y su gama de colores y  por último, su estancia en Roma le permitió conocer la obra de Miguel Ángel y el manierismo, que se convirtió en su estilo vital e interpretado de una forma autónoma.​

A los veintiséis años de edad aún residía en Candía, y sus obras debían ser muy estimadas. En diciembre de 1566, el Greco pidió permiso a las autoridades venecianas para vender una «tabla de la Pasión de Cristo ejecutada sobre fondo de oro» en una subasta. Este icono bizantino del joven Doménikos fue vendido por el precio de 70 ducados de oro, igual valor que una obra de Tiziano o Tintoretto de la misma época.​


San Lucas pintando a la Virgen

Entre los trabajos de esta época se encuentra la Muerte de la Virgen (Dormitio Virginis), conservada en la iglesia de la Dormición, en Siros. También de esta etapa se han identificado otros dos iconos, solo con la firma de «Domenikos»: San Lucas pintando a la Virgen y La Adoración de los Reyes Magos, ambas en el Museo Benaki de Atenas.

Algunos historiadores aceptan que su religión era la ortodoxa,​ aunque otros estudiosos creen que formaba parte de la minoría católica cretense o que se convirtió al catolicismo antes de abandonar la isla para trasladarse a Venecia alrededor de 1567, ya que como ciudadano veneciano era natural que el joven artista continuara su formación en esa ciudad que en aquel tiempo, era el mayor centro artístico de Italia. Allí trabajaba intensamente el genio supremo de Tiziano, apurando sus últimos años de vida en medio de un reconocimiento universal, así como Tintoretto, Paolo Veronese y Jacopo Bassano trabajaban en la ciudad de los que el Greco estudió su obra.​


Curación del nacido ciego

El Greco no hizo como otros artistas cretenses que se habían trasladado a Venecia,  pintando al estilo bizantino con elementos italianos, sino que desde el principio asumió y pintó con el nuevo lenguaje pictórico aprendido en Venecia, convirtiéndose en un pintor veneciano y aprendiendo allí los principios básicos de su arte pictórico que estuvieron presentes a lo largo de su trayectoria artística, el pintar sin dibujo previo, fijando la composición en la tela con sintéticas pinceladas con pigmento negro, y el convertir el color en uno de los recursos más importantes de su estilo artístico. Entre las obras más conocidas de su periodo veneciano se encuentra la Curación del nacido ciego, en la que se percibe la influencia de Tiziano en el tratamiento del color y la de Tintoretto en la composición de figuras y la utilización del espacio.

Tras su estancia en Venecia, el pintor se encaminó a Roma con una carta de presentación dirigida al cardenal Alejandro Farnesio, fechada el 16 de noviembre de 1570, donde le solicitaba que acogiese al pintor en su palacio por poco tiempo hasta que encontrase otro acomodo y a través del bibliotecario del cardenal, el erudito Fulvio Orsini, entró en contacto con la élite intelectual de la ciudad. Posteriormente, el Greco fue expulsado del Palacio Farnesio por el mayordomo del cardenal, y Doménikos dirigió una carta al cardenal el 6 de julio de 1572, denunciando la falsedad de las acusaciones realizadas contra él.

Academia de San Lucas

El 18 de septiembre de ese mismo año, pagó sus cuotas a la Academia de San Lucas como pintor de miniaturas y al finalizar el año, el Greco abrió su propio taller y contrató como ayudantes a los pintores Lattanzio Bonastri de Lucignano y Francisco Preboste quien trabajó con él hasta los últimos años de su vida.​

Cuando el Greco vivió en Roma, Miguel Ángel y Rafael habían muerto, pero su enorme influencia seguía vigente. La herencia de estos grandes maestros dominaba el escenario artístico de Roma y las reformas de la doctrina y de las prácticas católicas iniciadas en el Concilio de Trento empezaban a condicionar el arte religioso.

papa Pío V

Se estaba pensando cubrir algunas figuras desnudas del Juicio Final de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina que el papa Pío V consideraba indecentes, y el Greco dijo que, si se echase por tierra toda la obra, él podría hacerla con honestidad y decencia y no inferior a esta en buena ejecución pictórica… Indignados todos los pintores y los amantes de la pintura, le fue necesario marchar a España. No se sabe cuánto tiempo más permaneció en Roma. Algunos estudiosos defienden una segunda estancia en Venecia, antes de marchar a España.

Aunque su apodo italiano Il Greco se ha transformado y es conocido universalmente como El Greco, cambiándose el artículo italiano Il por el español Él, sus cuadros siempre los firmó en griego, normalmente con su nombre completo Doménikos Theotokópoulos.​ El periodo italiano se considera como un tiempo de estudio y preparación, pues allí no recibió ningún encargo de importancia, ya que era extranjero, y Roma estaba dominada por pintores como Federico Zuccaro, Scipione Pulzone y Girolamo Siciolante, de menor calidad artística pero más conocidos y mejor situados. En Venecia fue mucho más difícil, porque los tres grandes de la pintura veneciana, Tiziano, Tintoretto y Veronés, estaban en su apogeo.​


Retrato de Giulio Clovio

Entre las principales obras de su período romano se encuentran: la Purificación del Templo; varios retratos, como el Retrato de Giulio Clovio, el del gobernador de Malta Vincentio Anastagi, así como una serie de obras profundamente marcadas por su aprendizaje veneciano,​ como El soplón y La Anunciación actualmente en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid.

Y en esa época, el monasterio de El Escorial, cerca de Madrid, estaba concluyéndose y Felipe II había invitado al mundo artístico de Italia a que fuera a decorarlo. A través de Clovio y Orsini, el Greco conoció a Benito Arias Montano, delegado de Felipe II, al clérigo Pedro Chacón y a Luis de Castilla, hijo natural del deán de la catedral de Toledo.​ La amistad del Greco con Castilla le aseguraría sus primeros encargos importantes en Toledo.


El expolio

En 1576 el artista abandonó Roma y tras pasar por Madrid llegó a Toledo en la primavera o quizá en julio de 1577, donde vivió y trabajó el resto de su vida. Fue en esta ciudad donde produjo sus obras de madurez.​ Toledo, además de ser la capital religiosa de España, por aquella época era también una de las ciudades más grandes de Europa. Los primeros encargos importantes en Toledo le llegaron de inmediato: el retablo mayor y dos laterales para la iglesia de Santo Domingo el Antiguo de Toledo. A estos retablos pertenecen La Asunción de la Virgen y La Trinidad. También le contrataron simultáneamente El expolio, para la sacristía de la catedral. ​

El giro hacia un estilo personal, diferenciándose de sus maestros, comienza a surgir en su trabajo, utilizando colores menos convencionales, agrupamientos más heterodoxos de personajes y proporciones anatómicas únicas. Estas obras establecerían la reputación del pintor en Toledo y le dieron gran prestigio.​ Tuvo desde el principio la confianza de Diego de Castilla, así como clérigos e intelectuales de Toledo que reconocieron su valía. Pero, en cambio, sus relaciones comerciales con sus clientes fueron desde el inicio complicadas a causa del pleito sobre el valor de El expolio, pues el cabildo de la catedral lo valoró en mucho menos de lo que pretendía el pintor.​


El martirio de San Mauricio y la legión tebana

El Greco no planeaba establecerse en Toledo, pues su objetivo era obtener el favor de Felipe II y hacer carrera en la corte.​ De hecho, consiguió dos importantes encargos del monarca: Adoración del nombre de Jesús (también conocido como Sueño de Felipe II) y El martirio de San Mauricio y la legión tebana (ambos en el monasterio de El Escorial) aunque ninguna de estas dos obras gustó al rey, por lo que no le hizo más encargos, por lo que, faltándole el favor real, el Greco decidió permanecer en Toledo, donde había sido recibido en 1577 como un gran pintor.​

En 1578 nació su único hijo, Jorge Manuel. La madre era Jerónima de las Cuevas, con la que no se llegó a casar y que se cree fue retratada en el cuadro La dama de armiño, aunque su autoría ha sido ampliamente discutida. El 10 de septiembre de 1585 arrendó tres habitaciones en un palacio del marqués de Villena, que estaba subdividido en apartamentos donde residió, salvo el periodo entre 1590 y 1604, el resto de su vida.​

El 12 de marzo de 1586 obtuvo el encargo de El entierro del conde de Orgaz, hoy su obra más conocida.​ El cuadro, realizado para la iglesia de Santo Tomé en Toledo, se encuentra todavía en su lugar. Muestra el sepelio de un noble toledano en 1323, que según una leyenda local fue enterrado por los santos Esteban y Agustín. El pintor representó en la comitiva de forma anacrónica a personajes locales de su tiempo, incluyendo también a su hijo.


El entierro del conde de Orgaz

En la parte inferior, encontramos la escena del entierro. El luto y la seriedad en los semblantes destacan por encima de todo. Todos los labios están sellados. El Greco retrata a su hijo vestido de traje de gala y golilla. No parece el lugar indicado para un niño que, obviamente, no sigue la ceremonia con la atención de los adultos serios. También hay un caballero, dentro de la fila, encima de san Esteban, que mira de frente, sin miedo, con la tez blanca, a la derecha del fraile dominico. Es un autorretrato del Greco.

En la parte superior, el alma del muerto asciende al cielo, densamente poblado de ángeles y de santos. El entierro del conde de Orgaz muestra ya su característica elongación longitudinal de las figuras, así como el horror vacui (miedo al vacío), aspectos que se harían cada vez más acusados a medida que el Greco envejecía.


El caballero de la mano en el pecho

A partir de 1580 pintó temas religiosos, entre los que destacan sus lienzos sobre santos: San Juan Evangelista y San Francisco, Las lágrimas de san Pedro, La Sagrada familia, San Andrés y San Francisco y San Jerónimo. También realizó retratos como El caballero de la mano en el pecho y la última década del siglo XVI fue un periodo crucial en su arte, pues, en él se desarrolló su estilo tardío.​

La carrera del Greco coincidió con el momento de la reafirmación católica contra el protestantismo propiciada por el Concilio de Trento, siendo el centro oficial del catolicismo español la Archidiócesis de Toledo. Así, el Greco ilustró las ideas de la Contrarreforma, como se comprueba en su repertorio de temas abordando lo que ponían en entredicho los protestantes. El Greco fue un artista que sirvió a los ideales de la Contrarreforma mediante el diseño de retablos que exponían y resaltaban las principales devociones católicas.​ ​


San José con el Niño Jesús

En 1597 se comprometió con un importante trabajo: tres retablos para una capilla privada de Toledo dedicada a san José. A estos retablos pertenecen los cuadros San José con el Niño Jesús, San Martín y el mendigo, y la Virgen con el Niño y las santas Inés y Martina.​ Sus figuras son cada vez más alargadas y retorcidas, sus cuadros más estrechos y altos, y su interpretación personalísima del manierismo alcanza su culminación.

A finales de 1607, el Greco se ofreció a terminar la capilla de Isabel de Oballe, que había quedado inconclusa.​ La Inmaculada Concepción para esta capilla es una de sus grandes obras tardías, los alargamientos y los retorcimientos nunca antes habían sido tan exagerados o tan violentos, la forma alargada del cuadro concuerda con las figuras que se elevan hacia el cielo, lejos de las formas naturales.​


La Adoración de los pastores

En agosto de 1612, el Greco y su hijo Jorge Manuel, con las monjas de santo Domingo el Antiguo, acordaron contar con una capilla para el enterramiento familiar. Para ella, el artista realizó La Adoración de los pastores.​ Es una obra maestra en todos sus detalles: los dos pastores de la derecha son muy alargados, las figuras manifiestan el estupor y la adoración de forma conmovedora. La luz destaca, dando a cada personaje importancia en la composición. Los colores nocturnos son brillantes y con fuertes contrastes entre el rojo anaranjado, el amarillo, el verde, azul y rosa.​

Santo Domingo el Antiguo

El 7 de abril de 1614 falleció en Toledo con setenta y tres años, siendo enterrado en Santo Domingo el Antiguo. El panteón debió ser trasladado antes de 1619 a San Torcuato, debido a una disputa con las monjas de Santo Domingo, y fue destruido al demolerse la iglesia en el siglo XIX.​

Su vida, llena de orgullo e independencia, siempre tendió al afianzamiento de su particular y extraño estilo, evitando las imitaciones. Fue una voz respetada y un hombre celebrado, convirtiéndose en un artista incuestionablemente español. Actualmente, está considerado uno de los artistas más grandes de la civilización occidental. Esta alta consideración es reciente y se fue formando a lo largo del siglo XX, cambiando la apreciación sobre su pintura formada en los dos siglos y medio que siguieron a su muerte, en que llegó a considerársele un pintor excéntrico y marginal en la historia del arte.

Jaime Mascaró Munar

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