El indio Antonio Cuipa, martir

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España empezó a explorar desde bien pronto lo que hoy son los Estados Unidos. Juan Ponce de León, en busca de la Fuente de la Eterna Juventud, en Florida, donde encontró la muerte; Menéndez de Avilés, fundador de San Agustín, en el mismo Estado, primera ciudad en aquel territorio y donde más tiempo ondeó la bandera de España, cerca de tres siglos; Vázquez de Coronado, descubridor del Gran Cañón del Colorado; Álvar Núñez Cabeza de Vaca y su épico periplo por todo el vasto sur de ese país, acompañado del negro Estebanico, o Juan de Oñate, fundador de Santa Fe, en Nuevo Méjico e inaugurador del Camino Real de Tierra Adentro, son sólo algunos nombres que dejaron su impronta y su legado en los orígenes de Estados Unidos.

A esa tarea descubridora y fundacional, se sumó pronto la civilización y evangelización de los nativos, siguiendo las instrucciones de la Corona hispana, de tal suerte que san Junípero Serra, fundador de las misiones californianas, o el Padre Kino, en Arizona, entre otros muchos, desempeñaron un papel fundamental en la conversión de los indígenas de aquellas tierras a la fe verdadera.

Es por ello que cuando los anglosajones llegaron a todo el sur de Estados Unidos, mucho tiempo después de que los españoles anduvieran por aquellos lares, no se encontraron tribus “salvajes”, sino por el contrario, pueblos fuertemente civilizados y, lo que es más importante, católicos.

Imbuidos de su espíritu supremacista, providencialista y, sobre todo, anti papista, los británicos y sus aliados indios, en sus primeros encuentros con los asentamientos españoles del sur, y fundamentalmente, en Florida, se emplearon con gran violencia.

Los conocidos como “Mártires de la Florida” fueron cerca de un centenar de religiosos y civiles católicos, masacrados por los británicos y sus aliados indios norteamericanos. El obispo de Pensacola – Tallahasee, Gregort Parkes, inició su causa de canonización en 2015.

Antonio Cuipa, segundo al mando de la tribu de los Apalaches, en la aldea misionera de San Luis de Talimali, fue el principal de ese ejemplar grupo de mártires. Educado por franciscanos españoles, tenía una más que respetable cultura, ya que hablaba su lengua nativa, el apalache, español y algo de latín; sabía leer y escribir, y tenía una acendrada fe católica, incluido una profunda teología. Casado con la cristiana apalache Josefa, tenía dos hijos, Clara y Francisco. De sus sinceras creencias católicas da testimonio su martirio.

El coronel James Moore, gobernador entonces de Carolina, invadió la Florida, durante la conocida como Guerra de la Reina Ana, en el transcurso de la cual, destruyó casi todas las misiones españolas, capturó y esclavizó a miles de apalaches, llevándoselos consigo a Carolina.

Al enterarse en San Luis que Moore estaba atacando la cercana misión de La Concepción de Ayubale, se aprestaron a acudir en su socorro, con una fuerza de 30 jinetes españoles y alrededor de 400 indios Apalaches, entre los que se encontraba el protagonista de nuestra historia, Antonio Cuipa. Al mando del capitán Juan Ruiz de Mejía, la expedición española logró expulsar a los británicos, pese a su inferioridad de medios humanos y materiales.

Sin embargo, al quedarse sin munición, los hispanos hubieron de rendirse a los británicos, siendo masacrados por la soldadesca de Moore. Previamente y anticipando el fin que les esperaba, el capellán que les acompañaba, Fray Juan de Parga, les animó a morir en defensa de su fe.

De hecho, el propio padre Parga fue de los primeros en ser cruelmente asesinado, tras la rendición. El gobernador español José de Zúñiga y la Cerda dio testimonio de cómo la mayoría de los apalaches cristianos, encabezados por Cuipa, murieron como auténticos mártires.

Jesús Caraballo

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