El jesuita español Alonso de Barzana, hacia los altares

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Venerable Alonso de Barzana

El Papa Francisco reconoció oficialmente en diciembre de 2017 las virtudes heroicas del misionero jesuita español Alonso de Barzana (o Alonso de Bárcena), que viajó por los lugares más peligrosos de la Sudamérica del siglo XVI predicando el Evangelio entre tribus guerreras y caníbales. La Iglesia le da ya, por eso, el título de venerable.

En su reciente viaje a Perú, el Papa Francisco puso a Barzana como ejemplo hablando con los jesuitas del país.

«A mí Barzana me sedujo«, dijo Francisco a los jesuitas peruanos. «Cuando estuvo en Santiago del Estero, en Argentina, manejaba doce lenguas indígenas. Lo llamaban el Francisco Javier de las Indias Occidentales. Y ese hombre, ahí, en el desierto, sembró la fe, fundó la fe. Dicen que era de origen hebreo y que su apellido era Bar Shana. Hace bien mirar a esos hombres que fueron capaces de institucionalizar, y que no se dejaron desolar». 

Algunas fuentes sostienen que Alonso de Barzana era de Baeza, Jaén, donde se ordenó sacerdote en 1555, mientras que otras afirman que procedía de Belinchón, en Cuenca. En 1565 entró en la Compañía de Jesús. ​Predicó durante diez años en España con su maestro, San Juan de Ávila, centrándose especialmente en Andalucía.

El virrey del Perú, Francisco de Toledo, solicitó al  general de los jesuitas, San Francisco de Borja, que enviase a varios religiosos a las Américas con el propósito de evangelizar a los nativos. Así, Alonso de Barzana embarcó hacia América en 1569. Tenía 39 años. Allí pasaría 30 años de su vida.

Antes de partir, y también durante el viaje, Alonso estudió el quechua: adquirió buen dominio de este idioma indio en tan solo ocho meses. Empezó su trabajo evangelizador entre los indios de las afueras de Lima y la zona de Huarochiri, en Perú.

En los informes de la orden que fueron enviados a España entre 1571 y 1576 se describe a Barzana como una persona con un talento natural para las lenguas nativas. Se destacan en especial sus profundos conocimientos del quechua y del aymara, lenguas que resultaban oscuras para los sacerdotes de la Compañía de Jesús por su dificultad.

Los estudios de Barzana sobre las lenguas indígenas estuvieron lejos de ser sosegados y tranquilos. Aprendía las lenguas durante sus viajes, en los que pasaba por las zonas más peligrosas del virreinato.

En 1572 los españoles vencieron y apresaron a Túpac Amaru I, el último inca que había dirigido una rebelión. Barzana  fue uno de los clérigos que intentaron que el inca preso aceptara el cristianismo, sin éxito. El inca fue ejecutado ese mismo año pese a los intentos de Barzana y de otros clérigos de salvarle la vida.

Durante su estancia de tan solo cuatro semanas en San Pedro Mama (Perú) consiguió convertir a tribus enteras. Sus caciques de guerra en la región de Huanchor aceptaron confesarse con él. También predicó en Arequipa, Potosí, Titicaca, Chucuito y La Paz.

Barzana no eludió los territorios conflictivos y procuró tomar contacto con las tribus más guerreras, como los calchaquíes, que entre 1560 y 1667 mantuvieron tres guerras de gran envergadura contra los españoles en una región que hoy es Santa Fe, al norte de Argentina. Cuando Barzana llegó, los indios calchaquíes mataban a cualquier español que pusiera un pie en su tierra. Él escribió algo de su historia:

«Nunca pudieron ser conquistados por fuerza de los españoles hasta que un capitán llamado Juan Pérez, con amor y buenas obras, redujo al capitán Calchaquí a su buena amistad, y pudo tanto con él, que le trajo a la ciudad de Santiago, y lo hizo cristiano. Vuelto este cacique a su tierra, conservaba la paz con los españoles hasta que vio que un fulano de Castañeda, que vino a tomar residencia a Juan Pérez, trató muy mal al residenciado, de lo cual tomó tanta rabia el calchaquí, que se alzó, y con él todo el valle, y ha estado no menos de 27 años alzada esta nación, sin poderla rendir, y era tanto el atrevimiento de los indios, que hasta a la mesma ciudad de Salta venían a pelear con los españoles”, escribió el jesuita.

Casi un siglo después, en 1671, el capitán Juan González de Acebedo, escribía al Consejo de Indias acerca de uno de los frutos misioneros de Barzana. “Los matarás eran 8.000, y los convirtió y juntó en pueblo el P. Alonso Bárcena, y en el alzamiento de los frentones y calchaquís contra la Concepción del Bermejo, en cuyas vecindades habitaban, transmigraron al Salado, donde se conservan como unos 300”.

Comunicación fluida con los nativos

Durante sus viajes Barzana aprendió al menos once lenguas y sirvió como catedrático y erudito. Aunque no se conservan muchos de sus escritos, es muy probable que hayan servido de base a las traducciones al quechua y aymara del primer catecismo trilingüe que se imprimió en Lima.


En una de sus últimas cartas, Barzana se dirigió así a su superior: “Vuestra Reverencia se ría también de que un viejo de sesenta y tres años, al cabo de haber sabido las lenguas del Pirú y de las más principales de la gobernación de Tucumán, ando ahora muy ocupado en saber muchas otras lenguas bárbaras y particularmente la de los chiriguanaes, gente feroz y sangrienta y que comen carne humana, y deseo que me tome la muerte predicándoles el evangelio de paz y de la vida”.

A principios de 1597, su superior lo mandó a Lima a causa de su enfermedad. No llegó. Murió en Cuzco el 31 de diciembre de 1597. Se destacó por su espíritu apostólico y por su extraordinaria capacidad para el aprendizaje de idiomas. Aprendió quechua, aymara, puquina, chiriguano (variante del guaraní), tonocoté y kakán, sobre los que dejó apuntes manuscritos que fueron usados por otros misioneros.

El jesuita Fernando Mateos publicó en el año 1600, tres años después de morir Alonso, una crónica sobre las hazañas del misionero. Recoge sus viajes agotadores y ambiciosos. Y detalla, admirado: «Provincia hubo en la cual catequizó por su persona pasadas de seis mil almas y las baptizó, y él mesmo dijo algunas veces que pasaban de diez y seis mil las personas que había baptizado en los reinos de Tucumán, después de catequizados y bien instruidos en las cosas de nuestra sancta fe católica».

De él nos han llegado su carta de 1594 con datos etnográficos y lingüísticos de los pueblos del Tucumán (dirigida a su padre provincial) y publicada mucho tiempo después en Relaciones geográficas de Indias (Madrid, 1885) y un manuscrito de su Arte y vocabulario de la lengua toba (que aun hablan unas 20.000 personas en Argentina) publicado en 1893. 

Jesús Caraballo

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