
José de Madrazo y Agudo nacido el 22 de abril de 1781, fue un pintor, dibujante e introductor del arte de la litografía en España, que conoció un gran éxito gracias a sus pinturas de historia y a los retratos.
Estudió con Gregorio Ferro, quien le enseñó el estilo y la técnica de la pintura de Antón Raphael Mengs, en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. A partir de 1801, estudió en París, con Jacques-Louis David, donde se formó como verdadero pintor neoclásico y entabló amistad con Jean Auguste Dominique Ingres.

La muerte de Viriato, jefe de los lusitanos
En 1803, Madrazo, convencido por su maestro David, que lo invitaba a estudiar las obras clásicas al natural, partió hacia Roma, donde completó su formación. Allí consiguió un discreto éxito con La muerte de Viriato, jefe de los lusitanos, que pintó en los años en que estudiaba en la Academia de San Lucas y que puede verse en el Museo del Prado.

Durante el período de la conquista francesa de España, Madrazo, encontrándose en el extranjero, fue uno de los primeros opositores al gobierno de José Bonaparte, por lo que el pintor español, junto con otros artistas españoles en Roma, fue hecho prisionero por los franceses que había en Roma y encerrado en el Castillo Sant’Angelo y luego en la Embajada española. Allí retrató a los reyes españoles, Carlos IV, a quien conoció en su exilio romano, lo que le llevó en 1813 a ser nombrado su pintor de cámara, y María Luisa de Borbón, a los que Napoleón también había impuesto el exilio. El 2 de septiembre de 1809 se casó en Roma con Isabel Kuntz y Valentini, hija del pintor silesio Tadeusz Kuntze.

En 1813, Madrazo fue nombrado pintor de cámara de Carlos IV. Y, después, Académico de Mérito de la Academia de San Lucas. En los años romanos, Madrazo se dedicó sobre todo a hacer retratos, siendo numerosas las obras que representan a artistas y nobles de la sociedad romana que conocía, sobre todo, de Antonio Canova y Vincenzo Camuccini, el autor de La muerte de César.
En 1815, las tropas del lugarteniente Joachim Murat, rey de Nápoles durante el Imperio napoleónico, entraron en Roma, invadiendo los Estados Pontificios en un intento desesperado, después de la caída de Napoleón, de unificar Italia bajo su control. Esto impulsó a los reyes españoles a abandonar su exilio romano, lo que hizo perder a José Madrazo su título honorífico.
Obtuvo un gran poder dentro de los círculos artísticos con la llegada al poder de Fernando VII a la caída de Napoleón I. En 1818, José Madrazo regresó a Madrid con los cuadros de la colección del padre de Fernando. Madrazo reorganizó el Museo del Prado. Se ocupó de la catalogación de las Colecciones Reales de pintura, que el rey pretendía colocar en el nuevo Museo del Prado. Creó para el museo un catálogo en el que se reproducían litográficamente todas las pinturas principales presentes en la colección. Fue uno de los pioneros de la litografía, el primero que introdujo esta nueva técnica en España mediante el Real Establecimiento Litográfico.

En 1823 fue nombrado profesor de pintura y director adjunto de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, ubicada en el Palacio Goyeneche de la calle Alcalá de Madrid, y seguidamente del Museo del Prado. Paralelamente, formó una valiosa colección particular de pinturas, que en parte pasó a manos del marqués de Salamanca y terminó dispersándose.
Iniciaría una larga dinastía de artistas, tuvo cinco hijos: Federico, pintor de cámara de Isabel II; Pedro, literato; Juan, arquitecto seguidor de la corriente de Viollec-le-duc en España; Luis, pintor, y Carlota, casada con Eugenio Ochoa. Sus nietos Raimundo y Ricardo de Madrazo y Garreta, que también fueron pintores, y Cecilia, que se casó con Mariano Fortuny y Marsal. Por último, su bisnieto Mariano Fortuny y Madrazo que fue muy reconocido en el mundo del diseño y la moda.

Pintó cuadros de temas religiosos e históricos («pintura de historia»). Inició, junto a José Aparicio Inglada, la corriente pictórica histórica patriótica, una corriente artística neoclásica de temas patrióticos. Se enmarca en un estilo clasicista puro. Su estilo se caracterizaba por su extrema teatralidad y por la temática histórica de exaltación patriótica. Del año 1819 se encuentran las Alegoría del Mediodía o El Cenit, ubicada en el Casón del Buen Retiro, la de La Primavera, la de La Tarde y la de El Invierno.
Entre sus cuadros religiosos podemos resaltar: Virgen con el Niño, Inmaculada Concepción (1801), Jesús en casa de Anás (1803), Hombre en oración (1812), un dibujo a lápiz y carbón sobre papel, o el Sagrada Familia (1839), Virgen de la Anunciación (1850). Entre sus últimas pinturas religiosas, destaca este Arcángel San Gabriel (1850), que se encuentra en el Palacio Real de Aranjuez y San Francisco de Asís en éxtasis a los pies de la Virgen (1859), descrita como la última obra de este autor que representa al santo en un estado de arrobamiento místico, con una posible reverencia hacia la Virgen María y pintado para el Convento de los capuchinos de El Pardo.

Los piferaros tocando una oración a la Virgen
También el Los piferaros tocando una oración a la Virgen (1812) en el que al fondo desciende por una escalera se identifica en un dibujo preparatorio como Isabel Kuntz, esposa del pintor, que pudiera haberse representado a sí mismo como el hombre que la acompaña.

La destrucción de Numancia
Entre los históricos pintó La muerte de Viriato (1807), uno de los cuadros más representativos del neoclasicismo español y La destrucción de Numancia (1807-1859) que aborda el heroísmo y la resistencia como resistencia a las tropas napoleónicas, fue ideada alrededor de 1807, pero no se completó hasta varias décadas después.
Cuando abandonó la pintura histórica y se dedicó al retrato, revelando en ellos tendencias románticas. Entre ellos y además de un Autorretrato (1840) se encuentran el Retrato del Papa Pio VII (1807), La princesa Carini (1807), Josefa Tudó con sus hijos (1812) y el de Josefa Tudó (1813), El coracero Jean Baptiste Poret-Dulongval (1813), el de Manuel Godoy (1816), Retrato de familia (1820) Fernando VII a caballo (1821), Manuel García de la Prada (1827), o Tomás Cortina (1851).

Realizó numerosos retratos, tanto individuales como colectivos, de aristocráticos y de miembros de la familia real. Será en sus retratos donde el pintor realizará ciertas concesiones al romanticismo, alejándose de los retratos excesivamente clásicos. Otras obras fueron: El Amor divino y el Amor profano (1813), La aurora (1819), El crepúsculo (1819).
José Madrazo falleció en Madrid, el 8 de mayo de 1859. Tras su muerte la colección de pinturas pasó íntegramente a manos de su viuda, Isabel Kuntz. Múltiples fueron los intentos de su venta tanto en España como en el extranjero, ya que la división entre sus herederos cuando faltase su madre sería sumamente dificultosa. Finalmente, los 696 cuadros que se habían tasado inicialmente en 407.775 pesetas se vendieron en 1861 al financiero José de Salamanca y Mayol por 285.000 pesetas.

Jaime Mascaró Munar