JOSÉ GALLEGOS Y ARNOSA, PINTOR Y ESCULTOR JEREZANO

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José Gallegos y Arnosa nació en Jerez de la Frontera el 3 de mayo de 1857. Fue un pintor y escultor español radicado en Italia, cuyo estilo puede calificarse de Realismo preciosista.

Desde niño sintió atracción por el dibujo y la pintura, destacando, junto a Salvador Sánchez Barbudo, en las artes pictóricas. Juntos visitaron con frecuencia el estudio de Luis Sevil, pintor romántico de la primera generación de pintores jerezanos.

En Jerez comenzó a estudiar en la Escuela de la Academia de Bellas Artes (la de Santo Domingo) pero debido a sus cualidades para la pintura, Guillermo Garvey, propietario de las bodegas donde trabajaba su padre, le permitió ampliar sus estudios en Madrid.

Federico de Madrazo

A los dieciséis años ingresó en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, para estudiar con Federico de Madrazo, quien le haría estudiar «concienzudamente» las obras de Murillo, Velázquez y otros consagrados artistas. Pronto obtuvo una beca para ampliar sus estudios en Roma, donde asistió a la Academia Chigi, así como al Círculo Internacional de Bellas Artes. En esta ciudad tomó contacto con un grupo de pintores andaluces, atraídos sin duda por el éxito alcanzado por Mariano Fortuny.

Posteriormente, Gallegos viajó también a Túnez y Marruecos, atraído por la luz y el sugestivo ambiente de estas exóticas tierras. En 1878 pintó Casamiento árabe, cuadro comprado por el Estado en 1882. En el harén, confirma su prestigio en Jerez al ser expuesta en su Academia local.


Cortejo nupcial en Marruecos

En 1879 realizó un breve viaje por Marruecos, junto a Salvador Sánchez Barbudo, centrándose en la ciudad de Tánger, para captar la vida marroquí y cuyas costumbres y personajes quedarán reflejados en su obra, como se aprecia en Cortejo nupcial en Marruecos, Fiesta de moros o Plaza de Tánger. Uno de los cuadros de grandes dimensiones que pintó en la Ciudad Eterna, Botín de guerra, fue premiado con segunda medalla en la Exposición Nacional de 1884. De vuelta a Roma se dedicó a practicar una pintura comercial de gran éxito.

La partida de ajedrez

En 1880 decidió instalarse definitivamente en la Ciudad Eterna. Roma fue su residencia definitiva, aunque desde allí viajó frecuentemente a ciudades como Madrid, Sevilla, Jerez de la Frontera, Múnich, Londres, París y Berlín. Aunque fue pintor propenso a la venta a través de marchantes, su tributo a las exposiciones oficiales se sustancia, en cuanto a las Nacionales españolas, en sus envíos de 1881, 1884, 1910 y 1912. En la primera de ellos expone cuatro pinturas: El loco de los ángulos, inspirado en la Vida del Gran Tacaño de Quevedo, Fiesta de moros, Moro del Souss y Tipo napolitano. Tras la ya citada Nacional de 1884 deja un lapso de dieciséis años y reaparece, como se ha señalado, en las de 1910 y 1912 con cuatro cuadritos: Restauradores de alfombras y El viejo maestro, para el primer año, y Patio andaluz y Puesto de flores, en la segunda fecha.

Calle de Tanger

También expuso en el Círculo de Bellas Artes en 1880, 1881 y 1882 Vendedor árabe, Una esclava, Plaza de Tánger y Dos moros tangerinos. Con motivo de su exhibición en la Nacional de Bellas Artes de 1884, consigue una tercera medalla.

En 1887 Gallegos contrajo matrimonio con la italiana Giuseppina Trelanzi y, al enviudar en 1897, volvió a casarse, esta vez con la inglesa Constance Harding. Con Giuseppina tiene uno de los hijos arquitecto: Jorge Gallegos Trelanzi. Como curiosidad citamos que el primer equipo de fútbol oficial en Sevilla, el Sevilla Fútbol Club, fue fundado el 25 de enero de 1890 siendo su primer presidente el vicecónsul británico Edward Farquharson Johnstony posteriormente inscrito en el registro de asociaciones el 14 de octubre de 1905, siendo su presidente el jerezano José Luis Gallegos, primo de José.

Como el resto de pintores andaluces de la época trasladados a Roma, Gallegos y Arnosa mostró gran admiración por la obra de Fortuny, quien se transformó en un importante referente para sus comienzos. Su estilo se fue depurando poco a poco, hasta conseguir llegar a un cierto público que, atraído por su preciosismo y minuciosidad, supuso una sólida clientela. Nuevas metas lo llevaron a participar en las exposiciones de Roma, Berlín y Múnich, donde alcanzó algunos galardones, como la Medalla de Oro en Berlín por la obra Boda en la sacristía de la catedral de Sevilla, en 1891, acompañando a dicha medalla una moción del jurado internacional de la exposición. En 1900 se trasladó de nuevo a Jerez de la Frontera, donde permaneció hasta 1906, realizando obras de intención realista. Trató repetidamente el tema de La Misa, pintado en numerosas de sus obras pictóricas.Después regresó a Italia, donde recorrió algunas ciudades, con especial incidencia en Venecia, en la que permaneció algún tiempo y después se instaló definitivamente en Roma, lugar en el que vivió una vida plena, aunque un tanto desordenada. Gracias a su gran facilidad técnica para pintar de forma rápida pudo solventar muchos problemas económicos, fruto de cierto éxito alcanzado por su obra, demandada por una clientela que directamente acudía al estudio para los encargos. En Italia desarrolló la mayoría de su carrera artística como pintor de género y de tableautin al estilo de Fortuny; a quien siguió asimismo en el gusto por la temática orientalista, de cuya corriente guarda un buen ejemplo el Museo del Prado. 


La firma del contrato de boda

En los primeros años del siglo XX regresó a España, y residió en su Jerez natal, aunque en 1907 de nuevo volvió a Italia y se instaló en Anzio, donde falleció el 20 de septiembre de 1917. Es frecuente la referencia a sus cuadros más citados (Una procesión en Venecia, La visita del cardenal, Un bautizo, La comunión, Un monaguillo, La firma del contrato de boda, En el coro, etc.), donde se reproducen las magnificencias del culto católico, desde bordados de casullas y objetos litúrgicos hasta elementos arquitectónicos y decorativos, y según la corriente del «monaguillismo». También se mencionan escenas de ferias y fiestas con muchachas cantando y tocando la guitarra, con una referencia más directa a la realidad.

Autor muy fecundo, trabajaba una temática acorde con las exigencias de su clientela, recogiendo escenas desarrolladas en iglesias, donde tienen cabida desde solemnes cardenales hasta monaguillos en actitudes cotidianas, o recargados interiores de mansiones protagonizados por aristócratas y criados. El realismo, con una gran destreza en la captación de detalles, es el principal referente en la obra de Gallegos, por lo general de pequeño formato, desembocando en un costumbrismo muy del gusto de la sociedad del momento.

Junto a Barbudo, Villegas, Barbasan, Salinas y Mariano Benlliure, Gallegos formaba parte del grupo más prestigioso de artistas españoles en la Roma de la época. Las obras de José Gallegos y Arnosa se encuentran aún hoy en pinacotecas, colecciones privadas, galerías de arte, casas de subastas y anticuarios de todo el mundo. Dos obras representativas de este pintor son, por un lado, Niños del coro de 1885-1890, y Rumores de 1893, en la que representa una anecdótica situación protagonizada íntegramente por mujeres. El pintor andaluz se centraba más en la descripción de texturas y entonaciones de la escena, resaltando en especial los valores plásticos de la obra, que los narrativos.

José Gallegos y Arnosa, es el olvidado pintor español que capturó la devoción y el poder de la fe en sus cuadros. Desde bordados de casullas hasta rincones arquitectónicos, su obra minuciosa y llena de devoción lo convirtió en referente del ‘monaguillismo’, un costumbrismo litúrgico que todavía sorprende por su precisión y delicadeza.

Jaime Mascaró Munar

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