La conquista de las islas Canarias hay que circunscribirla dentro del fenómeno de la expansión europea en los siglos XIV y XV. Se realizó a través de dos fases bien diferenciadas;
- Desde finales del siglo XIII hasta el siglo XIV. Se desarrolló como consecuencia de la exploración de marinos italianos –en especial genoveses-, mallorquines y catalanes que tomaron como punto de partida, por razones lógicas, puertos andaluces y portugueses. Esta fase fracasó debido a las limitaciones náuticas de navegación y a la falta de interés comercial de la zona.
- La segunda fase se desarrollaría a partir de entonces. Durante el siglo XV, portugueses y españoles buscaron su dominio, no sin rivalidades, y disputas que finalizarían con la firma del Tratado de Alcasobas-Toledo (1479). Su ocupación y conquista la realizarían por medio de tres vías: A) La expansión en el norte de África occidental. B) El dominio de las islas atlánticas. C) El descenso hacia Guinea.
Madeira y las islas Azores estuvieron bajo dominio lusitano, mientras que las islas Canarias recayeron, por derecho, en los castellanos. La conquista de las islas Afortunadas se prolongó, no sin dificultades, entre 1402 y 1496.
Hasta 1477, serían los marinos sevillanos y los aristócratas quienes asumirían los empeños conquistadores. Desde entonces la Corona asumiría el protagonismo principal. Las causas eran evidentes: la proximidad de los puertos andaluces, la pujanza marinera castellana, y la integración de los asuntos canarios dentro del ámbito general de intereses españoles. Fuere como fuere, su destino estuvo vinculado al de Castilla en el siglo XV. Se transformaría el antiguo dominio feudal de Béthencourt -señorío jurisdiccional al estilo castellano-, en posesión de la Corona de Castilla.
En 1420, Alfonso de Las Casas recibió de Juan II (padre de Isabel I, la Católica), los derechos de conquista sobre las islas no ocupadas (Gran Canaria, La Palma, Tenerife y La Gomera). En 1430, Guillén de Las Casas, en nombre propio, compró al conde de Niebla los derechos que éste había adquirido en 1518 sobre Lanzarote, Fuerteventura y El Hierro. Posteriormente, Inés de las Casas –hija de Alfonso de Las Casas– contrajo matrimonio con Fernán Peraza –hijo de Gonzalo Pérez Martel, jefe de la expedición de 1393-.
En 1455, Guillén e Inés Peraza –hijos de Inés y Fernán-, recogieron en sus manos todo el señorío de las Canarias. Por fallecimiento de los demás miembros de la familia, a partir de 1452, concentró todo el derecho Inés Peraza y con su marido, Diego García de Herrera. Un hijo de ambos, Hernán Peraza –apodado el Joven- tomaría el dominio sobre La Gomera desde 1477.
Hasta 1476 los reyes castellanos habían actuado mediante los poderes señoriales interpuestos. Desde esta fecha, la Corona tomó la decisión de intervenir directamente y asegurar la conquista y dominio de este importante enclave atlántico, adelantándose con ello a las apetencias portuguesas.
Se reconoció a los Peraza el señorío sobre Lanzarote, Fuerteventura, La Gomera y El Hierro. La Corona se reservaría el dominio sobre Gran Canaria, La Palma y Tenerife, pero no mediante el envío de tropas, sino asentando capitulaciones con eclesiásticos y capitanes encargados de llevarlo a efecto. La primera capitulación para la conquista de Gran Canaria se asentó entre la Corona, Juan de Frías –obispo de San Marcial de Rubicón, en Lanzarote, primer obispado con plena jurisdicción eclesiástica- y el capitán Juan Rejón. El dinero fue adelantado por los eclesiásticos para recuperarlo en las limosnas de la bula de cruzada, a cambio de ciertas ventajas fiscales, de manera que se organizó un ejército de seiscientos peones –andaluces en su mayoría, como parece lógico-, y cincuenta jinetes, de los cuales veinte pertenecían a la Santa Hermandad.
Seis carabelas y dos fustas trasladaron a la tropa y al resto de la expedición, desembarcando el 24 de junio de 1478 en Las Isletas, procediendo a establecer el Real de Las Palmas. La conquista fue lenta, en extremo complicada, dada la división interna entre los castellanos y la feroz resistencia indígena, reforzados por el apoyo de los portugueses. Se prolongaría hasta 1479.
Juan Rejón desarrollaría la estrategia de tierra quemada, de desgaste –talas, incendios, saqueos, presas-. En agosto de 1479 llegó al Real Pedro Hernández de Algaba, nombrado gobernador por los reyes para pacificar la belicosidad de las tropas castellanas y proseguir con la conquista. Rejón fue depuesto de su cargo y enviado a España, donde consiguió exculparse de los notorios cargos de los excesos inculpados. Retornó el mismo mes de agosto de 1479, con cuatrocientos soldados, acompañado por el obispo Frías.
Tras unos meses en Sevilla, en mayo de 1480 Rejón volvió a Gran Canaria y, con enorme audacia, se deshizo de sus enconados rivales. A Bermúdez le hizo preso y a Algaba le ejecutó. Sin embargo la conquista se convertía en una tarea imposible. En febrero de 1480, ante el caos y la falta efectiva de resultados, designaron como gobernador, corregidor, capitán general y alcaide de la isla a Pedro de Vera, veterano caballero en la guerra contra Granada y en las luchas entre nobles andaluces.
Vera contaba con el respaldo de una nueva capitulación bien financiada (900.000 maravedíes) del contador mayor real, Alonso de Quintanilla, y del marino genovés, Pedro Fernández Cabrón, que contaban con el apoyo del contino (oficial del rey) Miguel de Múgica, que aportó tropas de infantería norteñas, por ser éste originario de Vizcaya. El desembarco se produciría el 18 de agosto de 1480. Con carácter inmediato se depuso a Rejón, quien un año después intentaría conquistar La Palma, pero fue muerto en La Gomera sin llegar a conseguirlo.
Por aquel entonces Isabel I, la Católica, ya había sido proclamada princesa de Asturias (18 de septiembre de 1468), con dieciocho años se casó con Fernando II de Aragón (Palacio de Los Vivero. Valladolid. 19 de octubre de 1469), había asumido la Corona de Castilla (13 de diciembre de 1474. Iglesia de san Miguel. Segovia), se convierte en reina consorte de Sicilia (desde el19 de octubre de 1469), posteriormente, reina consorte de Aragón, Mallorca, Cerdeña y condesa consorte de Barcelona (desde el 20 de enero de 1479) y, finalmente, reina consorte de Nápoles (desde 31 de marzo de 1504). Reina de Castilla con veintitrés años, moriría en olor de santidad a los cincuenta y tres (26 de noviembre de 1504. Palacio Real de Medina del Campo. Valladolid) dejando tras de sí un prolífico, fructífero y grandioso legado. Reina de entre las reinas.
JUAN REJÓN Y LA CONQUISTA DE GRAN CANARIA. (1478-1481).
Juan Rejón (León ¿?- 1481.Hermigua. La Gomera) es uno de los conquistadores más destacados de las islas Afortunadas, las islas Canarias. Afortunadas por ser el lugar, según la mitología griega, dónde descansaban las almas virtuosas después de la muerte. Canarias en referencia a los canes que, según la historia, se encontraron los primeros pobladores en abundancia, verdaderas jaurías según parece.
Hombre distinguido por cuna y por linaje, originario de León, antes de embarcarse en su aventura canaria ya había dado muestras de su arrojo, coraje y destreza militar. Experimentado en el campo de batalla frente a musulmanes y portugueses, siempre manifestó un recio y fuerte carácter personal en el desempeño de sus destinos. Uno de ellos fue al ser nombrado por Isabel I, en 1476, como comisario para el establecimiento de la santa Hermandad en Andalucía, que le traería no pocas dificultades, complicaciones y amenazas por parte del poderoso Enrique de Guzmán (II duque de Medina Sidonia, I marqués de Gibraltar, IV conde de Niebla y VII señor de Sanlúcar). El cronista de la casa ducal, Barrantes Maldonado, aseguraría que, en 1478, los Reyes, temerosos de la influencia y riqueza del duque, quisieron asesinarlo, sin que ello llegase a producirse ni, menos aún, pudiese ser probado.
La Santa Hermandad fue una institución que se origina durante el reinado de Alfonso VII en los Montes de Toledo y Sierra Morena. Con el tiempo estableció diferentes sedes en Toledo, Ciudad Real y Talavera de la Reina. Fernando III, el Santo, la dio cierto carácter público otorgándole privilegios y ciertas facultades que fueron aumentados por otros monarcas, especialmente Juan II. Esta institución tuvo jurisdicción criminal y facultad para perseguir, aprehender, juzgar y ejecutar a reos de delitos cometidos en despoblados. Los Reyes Católicos la regularizarían creando, en 1476, la Junta de la santa Hermandad (Hermandad Nueva). La reorganizaron en 1486 con el objetivo de armonizar y coordinar las distintas hermandades. Sin embargo, su principal propósito era el de centralizar el mando de las distintas hermandades surgidas y que anteriormente controlaban distintos señores.
Así pues, Juan Rejón era un hombre de acción y fiel vasallo de Sus Majestades, como queda demostrado con los servicios prestados a la Corona. El 24 de junio de 1478 arriba con su flota en la Bahía de Las Isletas (Gran Canaria). De manera inmediata funda el Real de Las Palmas. La isla ya estaba ocupada por los Amazing, pobladores originarios del norte de África (númidas, cabilios, cheleuhs, rifeños, zenetos, tuaregs, chaouis, mozabíes o guanches) también conocidos como bereberes, aunque este nombre no les guste pues con él denominaban los griegos a los bárbaros. Dos reinos de imazighen había en Gran Canaria que se fundaron en 1405, tras la muerte de Artemi Semidán, prolongando su existencia hasta la conquista española en 1483. Uno era el guanartemato de Telde, situado en el noroeste de la isla, el otro el de Gáldar, localizado en el sureste de la isla. Temisor Semidán, guanarteme de Gáldar, consigue unir ambos territorios. Para ello convoca el sábor (órgano consultivo y deliberativo) en el que están representados los doce guaiyres (jefes cantonales nobles) –doce por guanartemato-. Se nombró como capitán de guerra al reconocido Doramas, un prestigioso y distinguido guerrero líder de la resistencia canaria.
Sabedor de los riesgos y las reales amenazas aborígenes, Rejón mandó construir el real de la conquista en un emplazamiento de fácil defensa, en el barranco natural de Guiniguada, en la vertiente nordeste de la isla. Pronto sus sospechas se convirtieron en realidad y su campamento fue sitiado por el guanarteme (rey) de Telde y los guayres Adargoma y Tasarte, comandados por Doramas. La posición española estaba sin haber concluido su fortificación, lo que la situaba en franca desventaja. Rejón, hábil y sagaz, les instó a una rendición, a someterse a los Reyes de manera pacífica y a convertirse al cristianismo, de lo contrario serían ajusticiados o trasladados a la Península. Para ello envió un emisario a los sitiadores. El mensaje era claro, como meridianas eran sus intenciones. Rendición o muerte. Los atacantes despreciaron el ofrecimiento hecho por los castellanos. Su respuesta la darían al día siguiente de una manera hostil.
Los isleños, inicialmente más de seiscientos, incrementaron sus tropas hasta llegar a unos dos mil guerreros, gracias a la aportación de nuevos contingentes por el guayre Maninidra. La batalla de Guiniguada, lugar que separaba los guanartematos señalados anteriormente, daba comienzo. Los hechos acaecieron durante la jornada del 30 de junio de 1478.
Juan Rejón sabía por su amplia experiencia castrense que se encontraba en una situación comprometida de manera que, adelantándose al ataque enemigo, cargó con la caballería al mando de Bermúdez y la infantería comandada por Alonso Fernández de Lugo y Rodrigo Solórzano. Ante el daño causado por los bereberes, Rejón decidió cargar personalmente contra Adargoma, al cual hirió e hizo prisionero. Esta valiente y decidida maniobra selló la suerte del encuentro, ya que los isleños se retirarían dejando sobre el campo de batalla centenares de muertos y no menos cantidad de heridos. El combate fue feroz y se prolongó durante unas tres horas de pelea encarnizada.
Sin embargo, tres importantes cuestiones ralentizan la conquista de la isla:
- Comienzan las tensiones entre Juan Bermúdez y Juan Rejón, provocando la división castellana en dos bandos irreconciliables, más pendientes de sus intrigas y desavenencias que de proseguir en la ardua y cada vez más difícil conquista.
- Los portugueses, interesados en las islas Canarias, deciden aliarse con los isleños. Tanto es así que deciden un desembarco en la Bahía de Las Isletas, con el propósito de sumarse a las fuerzas de los guayres locales. Sin embargo, una vez más, la habilidad como estratega de Rejón, da al traste con la intentona.
- El método de guerra de guerrillas practicado por los canarios, sabedores de su inferioridad frente a la caballería castellana, les daba ventaja en numerosos lances y operaciones de emboscada. Las escaramuzas les resultan muy productivas y el botín interesante en armas, víveres, ganados y prisioneros.
Las disputas internas entre los castellanos llegaron a conocimiento de los Reyes, quienes intentarían poner remedio al desorden enviando como nuevo gobernador a Pedro de Algaba. Era finales de 1478.
Algaba era un hombre de máxima confianza de de Aragón y, con anterioridad, de su padre, Juan II. Con una carrera de servicios a la Corona aragonesa, en 1476 fue designado comisario por el rey para el establecimiento de la santa Hermandad en Andalucía. Allí coincidiría con Juan Rejón, comisario nombrado a tal menester por la reina Isabel I, junto a Alonso de Palencia y Francisco Peña. Las diferencias personales entre Rejón y Algaba venían de lejos.
A comienzos de 1479, el nuevo gobernador envía a Rejón a Lanzarote, con el propósito de pedir al señor de la isla, Diego García Herrera, los mantenimientos (tributos). Este se niega a formalizar el pago puesto que reconoce junto a Rejón a antiguos vasallos suyos que en el pasado le provocaron graves daños y afrentas. Mancillado y ultrajado en su honor, Rejón decide retornar a Las Palmas jurando venganza. Pedro de Algaba le recrimina su actitud indisciplinada y desobediente, a lo que Rejón desafía por considerarse el verdadero artífice de la conquista en aquella isla. Temerosos de una sedición o amotinamiento, puesto que Rejón disfrutaba de las simpatías de no pocos castellanos, Algaba y Bermúdez le hacen prisionero. Será enviado a España a rendir cuentas ante los propios Reyes Católicos. Juzgado y absuelto de los cargos imputados y acreditada su lealtad a la Corona, Isabel y Fernando quedan convencidos de la honorabilidad y honestidad de Rejón, no exenta de soberbia y exceso de violencia. Es restituido en cargo y oficio de capitán de la conquista por los comisarios reales Diego de Merlo (corregidor de Sevilla) y Alonso de Palencia. De esta manera se embarca con nuevas tropas rumbo a Gran Canaria. Junto a él viajan el obispo Juan de Frías, el alcalde mayor de Gran Canaria, Esteban Pérez de Cabitos, y el avezado navegante, pirata de merecida reputación, Pedro Hernández de Cabrón.
Hernández de Cabrón es un hombre que merece un tratamiento histórico propio como personaje atractivo y relevante. Tan sólo señalaré que fue, entre otras muchas cosas, corsario al servicio de las casas nobiliares andaluzas durante la Guerra de Banderías entre los Medina Sidonia y los Ponce de León (1473). Trabajó, como corsario, al servicio de la Casa de los Arcos. Su fama le obtuvo el perdón de los Reyes y les sirvió después de manera eficaz y diligente.
Finalizaba junio de 1479 cuando desembarcaron en su destino. Pronto las viejas rencillas y desavenencias aparecieron entre los partidarios de Rejón y de Bermúdez y Algaba, que muy pronto se posicionó junto a éste. Juan de Frías no encontraba la forma de mediar entre los bandos enfrentados, y como era de esperar, las operaciones militares de conquista no solamente se vieron frenadas, sino incluso cosecharon serios reveses militares. Los isleños aprovecharon esta circunstancia para derrotarles en Tirajana, al sur, y Gáldar, al noroeste. Con motivo de reforzarse y afrontar la conquista definitiva Rejón es enviado para pedir más tropas a los Reyes.
Juan Rejón denuncia ante los reyes a Pedro de Algaba por delito de alta traición, ya que le acusa de coaligarse con los portugueses en contra de los intereses de la Corona. Aceptada la exposición de los hechos ofrecida, es enviado con refuerzos a Gran Canaria. Llega el 2 de mayo de 1480. De forma furtiva para no ser identificado, entra en el Real de Las Palmas con el firme propósito de vengarse de sus acérrimos enemigos por haberle denunciado ante los reyes, también por haberle obligado a tener que comparecer ante ellos para defenderse de las acusaciones vertidas contra él. Al día siguiente, 3 de mayo, apresa a Bermúdez y Algaba. Tras un proceso carente de cualquier garantía para los intereses de los reos la sentencia es contundente. Juan Bermúdez, por tratarse de un eclesiástico, es deportado junto a sus seguidores a la isla de La Gomera. A Pedro de Algaba, a quien tenía especial animadversión, Rejón le hizo ejecutar el 20 de mayo. Sus ansias de venganza habían traspasado todos los límites aceptables.
Puesto en conocimiento de los reyes por lo notorio y probado de los hechos, sumamente graves, Isabel y Fernando nombraron gobernador de Gran Canaria, capitán general de la conquista y alcaide de la Torre de Las Isletas, a Pedro de Vera y Mendoza. Su misión era clara: detener a Juan Rejón y reemprender la conquista de la isla. El nombramiento tuvo efecto el 4 de febrero de 1480.
Pedro de Vera partió del Puerto de Santa María, llegando a Las Palmas el 18 de agosto. De manera inmediata, una vez asumidos los cargos otorgados por los Reyes Católicos, detuvo a Rejón por haber dado muerte a Pedro de Algaba, ordenando su traslado inmediato a la Corte para ser juzgado nuevamente.
Tras ser procesado, Rejón es absuelto e indultado por la justicia real. Su carácter violento e indómito es proporcional a su lealtad a la Corona. Por otro lado, este hombre pasional tiene el perfil adecuado para enfrentarse a la labor de conquista y exploración de las islas Canarias, habitadas por tribus hostiles, aguerridas y adiestradas en la lucha cuerpo a cuerpo. La hoja de servicios prestada a sus reyes, en especial a su reina, le hace acreedor del perdón y restitución en el mando. En esta ocasión, para evitar nuevos conflictos, se le encomienda la conquista de La Palma y Tenerife. Para dar cumplida cuenta de las órdenes recibidas, los comisarios de los Reyes Católicos para la conquista de Canarias, Diego de Merlo y Alonso de Palencia, le proveen de trescientos infantes y veinte jinetes.
En esta ocasión parten del puerto de Cádiz y se hace acompañar por su esposa, Elvira de Sotomayor, y sus hijos menores. Todo auguraba que sería un viaje sin retorno. En mayo de 1581 llega al puerto de Las Isletas (Gran Canaria), pero el gobernador, Pedro de Vera, consciente del riego de nuevos enfrentamientos decide no autorizar su desembarco. Rejón, muy ofendido y obstinado en pisar tierra firme, se negará a aceptar la prohibición. Sin embargo, Alonso Jáimez de Sotomayor, alférez mayor de la conquista de Gran Canaria y hermano de su esposa, media para que la tropa de Rejón siga rumbo a La Palma, tal y como tenía previsto por orden real. Las pretensiones de Juan Rejón en aquella primera escala eran las de saldar cuentas con sus delatores y captores.
Las vicisitudes y las inclemencias del tiempo dificultan la travesía de manera que, debido a una tempestad en alta mar, Rejón se ve obligado a le obligan a desembarcar en La Gomera (playa de Hermigua). Mal lugar para hacerlo puesto que el señor de la isla, Hernán Peraza el Mozo o el Joven –hijo de Diego García de Herrera, señor de Lanzarote- no guardaba especial afecto a Juan Rejón. Años atrás, en 1479, durante su visita a Lanzarote, acompañado por infieles vasallos de Don Diego, mantuvo una seria disputa y desavenencia con éste con motivo del cobro de los mantenimientos.
Sea como fuere, Rejón consciente del peligro, pero obligado por las circunstancias, desembarca con unas decenas de hombres -el resto se había quedado en Las Palmas-, sabedor de las pocas simpatías que tenía entre los locales. Hernán Peraza no quiso esperar acontecimientos y envió una guarnición a detener a Rejón. Como cabía esperar, se defendió con bravura, pero sería herido de muerte. El ataque fue inmediato, por sorpresa, lo que no evitó una feroz resistencia de Juan Rejón.
Algo más de tres años fueron los que desempeñó su misión como capitán general de la conquista de Gran Canaria, luego La Palma y La Gomera, con constantes idas y venidas, juicios, procesos, enfrentamientos, ajusticiamientos y venganzas en una vida de milicia y guerra. Controvertido por sus métodos, tan despreciado por sus detractores como apreciado por sus defensores, polémico y valiente, Juan Rejón fue asesinado en las arenas de la playa de Hermigua. Juan de Vera y el deán Juan Bermúdez respiraban con alivio. Castilla y Aragón perdían a un soldado eminente y leal.
José María Nieto
BIBLIOGRAFÍA:
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- PÉREZ EMBID, F. Los descubrimientos en el Atlántico y la rivalidad castellano-portuguesa hasta el Tratado de Tordesillas. Sevilla. 1948.
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- VALDEÓN BARUQUE, J. Visión del reinado de Isabel la Católica. Ámbito ediciones. Valladolid. 2004.
Buenas noches:
Gracias por la puntualización sobre los lobos marinos que, efectivamente, abundaban en la isla del mismo nombre, situada en el estrecho de la Bocaina.
Sin embargo, uno de los símbolos isleños es el perro de presa canario. Terminada la conquista, planteó muy serios problemas a la ganadería, hasta el punto que se decidió en 1526, en diversas cédulas , su control.
Si el director del Boletín me autoriza, me gustaría escribir sobre el perro de presa canario en el S. XVI y XVII. Junto al alano y el mastín español también participó en la conquista de América. Iban pertrechados de petos y armaduras. El presa canario es un perro fiero, de aspecto severo, salvaje. Exterminó mucho ganadería.
Interesante artículo de agradecida lectura.
Hay un detalle que quisiera matizar. El nombre de Canarias hace referencia a los canes, en efecto, pero a los «perros de mar», «lobos de mar» que eran abundantísimos en estas costas. En la actualidad se encuentran prácticamente extinguidos. Esos animales comen al día entre 30/40 kgr. de pescado, por lo que eran incompatibles con la actividad pesquera de la población. Isla de Lobos, situada entre Fuerteventura y Lanzarote, es la isla que conserva el nombre más genuino conforme a esta realidad histórica.
Por lo demás, felicitaciones por el artículo/ensayo. Aporta mucha información sobre un personaje muy importante para la historia de Canarias (y de España) y muy poco conocido.