Los matrimonios interraciales no fueron legales en Estados Unidos hasta 1.967. Sin embargo, cinco siglos antes, en San Agustín, la primera ciudad de Estados Unidos, en lo que entonces era territorio español, se casaron dos españoles, el segoviano Miguel Rodríguez, y la negra libre andaluza Luisa de Abrego.
Desde 1.513, la propia Reina Isabel la Católica dio instrucciones precisas al gobernador Nicolás de Ovando, animándole a que fomentara los matrimonios entre españoles e indias, enlaces que fueron validados oficialmente por su esposo Fernando, por Real Cédula de 14 de enero de 1.514. De hecho, a principios del siglo XVI, más de la mitad de los colonos españoles estaban casados con indias.
La Florida había sido descubierta por Juan Ponce de León, quien participó en el segundo viaje de Colón, en la conquista de La Española (actualmente dividida entre la República Dominicana y Haití). Tras participar en la conquista de San Juan de Puerto Rico, armó una flota de tres navíos, a su costa, para explorar la isla de Bimini, tras obtener el oportuno permiso del Rey Fernando. En su aventura, fue a dar con lo que creía ser una isla, territorio al que dio por nombre, dada la época del año, Florida (era la Pascua Florida).
Con el tiempo, en esa península, un asturiano de pro, Pedro Menéndez de Avilés, tras expulsar a unos hugonotes que merodeaban por la zona, y para afianzar los derechos de España en ese territorio, fundó San Agustín, la ciudad más antigua de los actuales Estados Unidos y donde por más tiempo ondeó la enseña hispánica (más de tres siglos, cuando la república useña apenas se remonta a poco más de dos siglos).
Fue precisamente en esa villa donde tuvo lugar el primer enlace interracial, entre dos españoles, blanco él, negra ella. Y es que los españoles nunca hemos tenido, pese a las leyendas negro-legendarias, problemas de racismo, al contrario que los supremacistas anglosajones y protestantes.
Hay que volver a la Madre Patria para conocer los antecedentes de dicho enlace, entre Miguel Herrero, natural de Segovia, herrero y soldado, que decidió probar suerte en el Nuevo Mundo recalando en la Florida, y Luisa Abrego, negra libre, que servía en una casa de la localidad gaditana de Jerez de la Frontera. Allí, otro negro libre, Jordan, le propone matrimonio. Después de casarse, Luisa cae enferma y, durante su convalecencia, Jordan contrae matrimonio con otra mujer. Hasta el Concilio de Trento, cualquier matrimonio, aunque no hubiese sido oficiado por un sacerdote, ni hubiera testigos, se consideraba válido.
Desairada, Luisa decide retomar su vida, esta vez en Sevilla, donde conoce a Miguel. Ambos deciden embarcarse en la empresa de Menéndez de Avilés, en 1.565, que concluiría con la fundación de San Agustín. Una vez instalados en la nueva ciudad, deciden casarse, él a la sazón con 25 años, y ella con 19.
Diez años después, en México, a ella le entran dudas respecto a su primer matrimonio, al que no tenía por real, compartiendo sus cuitas con su confesor. Este ordena a la pareja separarse hasta que la Inquisición resuelva el asunto. El 28 de febrero de 1.575, Luisa comparece ante el Santo Oficio, el cual, tras un año de investigación, concluye que el matrimonio entre Luisa y Miguel no era válido, lo cual no resta un ápice a la realidad de que aquel enlace fue la primera unión religiosa, documentada, entre dos personas de distinta raza, en un país, que aún hoy, y pese a que hasta bien entrado el siglo XX tuvo a la minoría negra postergada, conoce todavía luctuosos episodios de odio racial.
Jesús Caraballo
Ya conocía la historia de este matrimonio entre Luisa y mí paisano de Segovia llamado Miguel. Siempre con la retahíla que los españoles somos racistas cuando es todo lo contrario y lo sabes bien Jesús. Buen articulo 👍🏻