Ramón Blanco Erenas 1833-1906

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Ramón Blanco Erenas

Ramón Blanco Erenas nació en San Sebastián en 1833. Era hijo de Francisco Blanco Riera, capitán de la Guardia Real de Infantería, y de María Angustias Erenas. En 1856 cuando estaba destinado en Barcelona recibió una herida grave en el pecho cuando hacía frente a las masas encrespadas por la noticia de la caída de Espartero —tras los intentos frustrados de los progresistas de reformar el sistema político durante el reinado de Isabel II— y la disolución de la Milicia Nacional. Le dieron por ello la cruz sencilla de la Orden de San Fernando y el grado de Capitán de Caballería.

Se casó con Engracia Roca, tuvo dos hijos. Arsenio y María Angustias. Llegó a Cuba en octubre de 1858, donde ascendió a comandante apenas cumplidos los 25 años. Tres años más tarde pasó a Santo Domingo. Entre 1866 y 1871 estuvo en Filipinas. A su vuelta participó en las guerras carlistas, en el frente navarro de Tolosa, Puente la Reina y en el vasco y catalán, llegando a brigadier. Por la acción de Urnieta, llegó a Mariscal de Campo en 1874. Fue nombrado Capitán general de Navarra por su ofensiva en el valle de Baztán en 1876 y de Cataluña y Aragón. Cuando terminaba la Guerra Chiquita en Cuba, fue nombrado Gobernador y Capitán General de Cuba en 1879, a donde llegó el 17 de abril tras dimitir Martínez Campos de su puesto. Martínez Campos regresaba entonces de La Habana a Madrid para sustituir a Cánovas en el gobierno.

Paz de Zanjón

Durante su mandato intentó pacificar los campos cubanos cuando pequeñas partidas de esclavos huían de los ingenios azucareros, puesto que Martínez Campos les había prometido libertad cuando capituló el ejército libertador cubano tras la firma de la Paz de Zanjón en febrero de 1878. Por ese motivo llegaron a calificarle de «Pacificador» porque le prometía la libertad a todos los esclavos que peleaban en las filas del Ejército Libertador que solo tenían esta condición en los campos de Cuba Libre.

El 6 de diciembre el Senado denegaría la libertad, pues rechazó la ley de abolición de la esclavitud, algo que se había acordado durante la firma de la Paz de Zanjón.

Sagasta

El 19 de septiembre Blanco declaró el estado de guerra en oriente, la zona más activa del conflicto cubano. Daba de plazo a los insurrectos dos semanas para deponer las armas. Reforzó las guarniciones y trasladó su cuartel General a Santiago. La rápida liquidación de la guerra fue muy celebrada en España. La prensa colmó a Blanco de alabanzas, la clase política le aclamó y el gobierno le concedió la laureada de San Fernando.  En 1881 dimite como capitán general de Cuba y regresa a España donde es nombrado Capitán general de Cataluña y Extremadura y dos años después director General de Artillería y tiempo después es nombrado Capitán General del ejército, tras veinte años de su nombramiento como teniente General. Sagasta formaba el primer gobierno liberal de la restauración en el que el ministro de Guerra será Martínez Campos

En abril, Blanco presentó su dimisión disconforme con las medidas liberalizadoras del gobierno y con la normativa abolicionista. Vuelve a España. Es testigo en noviembre de 1885 del fallecimiento de Alfonso XII. La reina regente cesó a todos los cargos de la Casa Real, excepto a Blanco. Sagasta le vuelve a nombrar Capitán General de Barcelona. El 7 de octubre de 1886, el Gobierno español, con Sagasta al frente, decretó la terminación de la Ley del Patronato y, por ende, de la esclavitud en Cuba.

General Weyler

En 1893 fue enviado a Filipinas como Capitán General hasta 1896, donde le acusan de transigir con los independentistas. Cánovas envía refuerzos a Filipinas, le releva el general Polavieja. Aquel invierno Weyler —cuyo principal apoyo era Cánovas—   había logrado controlar la insurrección cubana.  En 1897 se producía el último intento de España por conservar Cuba como provincia de ultramar. El 8 de agosto de ese año Cánovas fue asesinado. El 4 de octubre de 1897, Sagasta se hace cargo del gobierno y le nombra ese mismo mes Capitán General de Cuba por sus dotes pacificadoras en sustitución del general Weyler, aunque ya era demasiado tarde. Para entonces no se habían cumplido las peticiones de autonomía de los criollos a pesar del intento último de implantación de autonomía y equiparar a Cuba al resto de provincias españolas; había esperanzas de que con el cambio se produjese un cambio en el tratamiento de la rebelión por parte de Weyler. El 5 de marzo Blanco propuso a Máximo Gómez una alianza con sus tropas para enfrentarse a la inminente invasión norteamericana.

General Blanco

 “Ha llegado, por tanto, el momento supremo en que olvidemos nuestras pasadas diferencias y en que, unidos cubanos y españoles para nuestra propia defensa, rechacemos al invasor. España no olvidará la noble ayuda de sus hijos de Cuba, y una vez rechazado de la Isla el enemigo extranjero, ella, como madre cariñosa, abrigará en sus brazos a otra nueva hija de las naciones del Nuevo Mundo, que habla en su lengua, profesa su religión y siente correr en sus venas la noble sangre española. Por todas estas razones, General, propongo a usted hacer una alianza ambos ejércitos en la ciudad de Santa Clara. Los cubanos recibirán las armas del Ejército español y, al grito de ¡viva España! Y ¡viva Cuba!, rechazaremos al invasor y liberaremos de un yugo extranjero a los descendientes de un mismo pueblo».
Su afectísimo servidor,

Ramón Blanco Erenas

Capitán General


Máximo Gómez Báez

La respuesta de Máximo Gómez no se hizo esperar:
Sr. General Don Ramón Blanco
Señor:

Me asombra su atrevimiento al proponerme otra vez términos de 

paz, cuando sabe que españoles y cubanos jamás podrán vivir en paz en el suelo de Cuba. Usted representa en esta Cuba una monarquía vieja, desacreditada, y nosotros combatimos por un principio americano, el mismo de Bolívar y de Washington.

Usted dice que pertenecemos a la misma raza y me invita a luchar contra un extranjero; pero usted se equivoca otra vez, porque no hay diferencias de sangre y raza. Yo solo creo en una raza, la Humanidad, y para mí no hay sino naciones buenas o malas. España ha sido, hasta aquí, mala, cumpliendo en estos momentos los Estados Unidos hacia Cuba un deber de humanidad y civilización. Desde el atezado indio salvaje hasta el refinado inglés un hombre es para mí digno de respeto, según su honradez y sentimientos, cualquiera que sea el país o raza a que pertenezca o la religión que profese.

Así son para mí las naciones, y hasta el presente sólo he tenido motivos de admiración para los Estados Unidos. He escrito al presidente McKinley y al general Miles. No veo el peligro de exterminio por los Estados Unidos a que usted se refiere en su carta. Si así fuere, la Historia los juzgará. Por el presente sólo tengo que repetirle que es muy tarde para inteligencias entre su ejército y el mío.

Su afectísimo servidor, Máximo Gómez Báez

Jiménez Castellanos

El problema para Blanco había cambiado radicalmente con la presencia americana: “Nos encontramos ante un extranjero de distinta raza, de tendencia absorbente y cuyas intenciones son privar a España de su bandera sobre el suelo cubano por razón de su sangre española. El bloqueo de los puertos no hace daño solo a los españoles, sino que afecta también a los cubanos completando el exterminio”. Blanco duró en el cargo hasta noviembre de 1898, que le sustituyó Jiménez Castellanos. Tres años después lo acusaron de ser demasiado transigente con los separatistas, aunque tenía fama de poseer tacto e inteligencia para desenvolverse en circunstancias adversas o problemáticas. Las instrucciones fueron claras: renuncia a toda acción ofensiva, calmar los ánimos, pero la guerra era imparable. Cuando Blanco llegó a La Habana el 31 de octubre, hizo público el plan de autonomía ideado por Segismundo Moret, y amnistió a los presos políticos. Máximo Gómez era el generalísimo del ejército mambí. Este hizo pública su amenaza de que fusilaría a cuantos aceptasen la autonomía o se acogiesen a medidas de gracia. El 1 de enero de 1898 se constituyó el gobierno autonómico. El 12 de enero se produjo el asalto de un centenar de oficiales a los locales del recién aparecido periódico autonomista El Reconcentrado e intimidaron a los directores de La Discusión y el Diario de la Marina (en sus páginas, al amparo de la libertad de expresión que garantizaba el nuevo régimen, se había criticado la crueldad de los militares con los guajiros).

El 15 de febrero se produce la voladura del Maine, el comité americano decide, tras fatídico accidente ocurrido en las bodegas del barco, dictaminar que la explosión había sido provocada por los españoles. La prensa reaccionaria americana se puso en contra de España, que ya había establecido de nuevo la censura previa de artículos y telegramas políticos escritos en Cuba. Blanco decidió concentrar todas las fuerzas en La Habana. Los otros generales estaban preocupados por la insurrección más que por un hipotético desembarco. Le intentaron disuadir de sus ideas. Blanco se plegó a la orden de sus subordinados convencidos estos de que sus agresores no superarían la insalubridad de los manglares, ni la dureza de la manigua. Blanco articuló la tropa en cuatro cuerpos, asignó un espacio territorial, fortificó posibles áreas de desembarco. El 29 de mayo se produjo la confirmación de que la escuadra española ha fondeado en la bahía de Santiago de Cuba.  Los americanos tenían miedo de que la misión de Cervera fuera bombardear la costa estadounidense de Florida.  Unos 17000 soldados, alrededor de la mitad del ejército, recibió orden de dirigirse a Daiquiri. El 22 de junio se inició el desembarco. El general Linares decidió abandonar las ventajosas posiciones que impedían penetrar hacia el interior. Blanco criticó la operación con Linares y solicitó el relevo. Una semana después, las líneas defensivas de Santiago fueron forzadas por las divisiones americanas que sitiaron la plaza. Al día siguiente 3 de julio la flota española dirigida por él almirante Cervera bloqueada desde hacía un mes se hizo a la mar y fue hundida. Santiago capituló. España dio por pérdida la guerra y abocada a la firma del tratado de paz.

En palabras de María López de Ramón: “Con motivo de la inminente reunión de las Cortes para aprobar el acuerdo de paz, el partido liberal dictó una nueva disposición por la que exigía a todos los periódicos que los extractos de las sesiones hechos por la prensa debían pasar por la previa censura. Esta orden gubernamental respondía a la necesidad de Sagasta de llegar a un acuerdo en el Parlamento que le diera la posibilidad de empezar cuanto antes los trámites para la negociación definitiva de la paz con Estados Unidos, y entendía que el mismo se conseguiría con más agilidad si las sesiones parlamentarias estaban exentas de juicios y opiniones contrarias a la causa defendida.

Este desmán sirvió de disculpa a los Estados Unidos, donde la descolonización de Cuba se consideraba una asignatura pendiente. Deciden enviar el acorazado Maine. La intervención armada estaba en ciernes, faltaba poco para la derrota española y la pérdida de sus posesiones de ultramar. Blanco, el 30 de noviembre de 1898, estableció su residencia en Madrid. Cuentan como anécdota que era casi un cadáver cuando acudió al Senado no para defender su conducta en las guerras coloniales, sino para repetir con voz que parecía ya hablar desde la tumba, lo que en la misma cámara había dicho en el año 99: Que le dolía no haberse sublevado contra el mandato del gobierno central que le forzó a entregar la isla de Cuba a los Estados Unidos.»

Murió el 4 de abril de1906 “tras estar triste y enfermo, retirado en su hogar amargado por el recuerdo de la dura obligación militar que le obligó a arriar en Cuba la bandera española”.

Fue enterrado en Montjuic.

Inés Ceballos Fernández de Córdoba

       

 

 

 

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