Hijo de Alfonso X el Sabio y de Violante de Aragón, Sancho nació en Sevilla el 12 de mayo de 1258, siendo ya primogénito su hermano Fernando. Su afecto hacia su abuelo, Jaime de I de Aragón, estuvo presente desde su juventud. Tanto fue así que, ante la posibilidad de ser investido caballero en 1269 por el dicho hermano Fernando, a instancias del rey aragonés, y a fin de evitar sumisión al primogénito, rechazó tal investidura. En alguna medida tal conducta fue premonitoria de lo que acontecería años más tarde. En 1270, aceptando de mala gana los deseos de su padre Alfonso, se casó por poderes con Guillermina de Moncada, hija del vizconde de Bearn, de gran patrimonio y amplias relaciones, pero la cual, según las crónicas de la época, era “rica, fea y brava”. El susodicho matrimonio, por empeño del infante, nunca llegó a hacerse plenamente efectivo.
Su actitud e inclinación por la actividad guerrera se puso de manifiesto cuando, investido por su padre como alférez y almirante de la Orden Militar de Santa Maria de España, participó activamente con la lucha contra el Reino de Granada, llegando a estar presente en la entrevista de Alfonso X y Jaime I en Requena, en donde se trataron los proyectos de conquista de nuevas tierras a los musulmanes por parte de ambos reinos.
En 1275, en el campo de batalla se produce un acontecimiento que iba a cambiar el rumbo de la vida de Sancho; muere su hermano Fernando de la Cerda, heredero por primogenitura al trono castellano. Surgen, pues, sus derechos al trono frente a los herederos de su fallecido hermano, los infantes de la Cerda. Se trataba de una discusión jurídica, ya que, de acuerdo con el derecho consuetudinario castellano, en caso de muerte del primogénito en la sucesión a la Corona, los derechos debían recaer en el segundogénito, es decir, Sancho; en sentido contrario, el derecho romano privado introducido en el código de Las Siete Partidas establecía que la sucesión debía corresponder a los hijos del difunto Fernando de la Cerda. Sin embargo, Alfonso X, inicialmente, pareció tender a reconocer como heredero al hijo Sancho. Sus acciones guerreras, exitosas, hasta el punto de acercarse a la ciudad de Granada, siguieron granjeando el aprecio de su padre, llegándose en las Cortes de Segovia de 1278 a la jura del infante don Sancho como heredero del Trono.
Empero, con el trascurso de los tiempos, las desavenencias entre Alfonso y su hijo se agravaron, en gran medida merced a la intervención de Violante de Aragón. La ruptura era inminente, tanto así que Sancho recibió en Valladolid, en 1282, el apoyo de buena parte de la nobleza, de ciudades y de obispos y monasterios, para permitirle sentirse lo suficientemente fuerte para levantarse contra su padre Alfonso, el cual, sin miramiento alguno lo desheredó. Sin embargo, llegó el 4 de abril de 1284 y con el fallecimiento del rey Sabio, con un Sancho que había superado una crisis de la enfermedad que le acompañó toda su vida, la tuberculosis. Casado en 1281 con Maria de Molina, su matrimonio fue considerado como incesto y de pública infamia por Roma, al no haberse pedido dispensa ni haberse anulado el anterior con Costanza de Moncada.
Apenas fallecido Alfonso X, se llevó a cabo la proclamación de Sancho IV como rey de Castilla y León, en Ávila, procediéndose a su coronación solemne en la catedral de Toledo, para convocar en el mismo año 1284 Cortes en Sevilla y Valladolid. Al año siguiente, nació el futuro sucesor de Sancho, Fernando IV, si bien los movimientos conspirativos no cesaron, siendo la presencia y actividad de Maria de Molina trascendental ante tales acontecimientos. La caída del privado real, el abad de Valladolid García Gómez, con ocasión del pacto secreto con Felipe IV de Francia, en contra de voluntad real, favoreció el surgimiento de don Lope Diaz de Haro, como mayordomo mayor del Rey. A partir de tal momento, 1286, Sancho IV desplegó una intensa actividad de pacificación y reorganización del Reino, celebrando Cortes en Palencia, desmontando las hermandades que se habían formado cuando la sublevación contra el rey Alfonso, acuñando moneda e impartiendo justicia personalmente.
Pero fue en el año 1287 cuando la confianza en el valido Lope de Haro, decayó al comprobar que sus iniciativas provocaban altercados, levantamientos y resistencias, como protesta por la conducta del valido. Esas diferencias se intensificaron entre el rey y don Lope cuando, con el infante Juan, hermano del monarca, se promovió una alianza castellano-aragonesa, contraria a las intenciones de Sancho, a cuyo hecho se añadió diversas alteraciones en tierras salmantinas, como demostración de fuerza ante el Rey. Llegamos al 8 de junio de 1288, cuando, reunidos el rey con sus consejeros, se produjo una disputa entre éste y don Lope, el cual fue muerto por los caballeros del rey, quién, sin empacho alguno, acabó personalmente con la vida de don Diego López de Campos, primo de don Lope, procediendo a ordenar el apresamiento del hermano del monarca, el infante Juan. También, según cuentan las crónicas, dio la orden de ejecutar a 4000 seguidores de los infantes de la Cerda, pasándolos a cuchillo en la ciudad de Badajoz, a 400 en Talavera y a otros muchos en Ávila y Toledo. En 1285 nombró a Pedro Álvarez de las Asturias mayordomo mayor del reino.
El infante don Juan, perdonado y liberado por su hermano, logró la alianza de los musulmanes benimerines de Marruecos y sitiaron la plaza de Tarifa, defendida por su gobernador Guzmán el Bueno, señor de León. Allí ocurrió el famoso acto heroico y la muerte inocente del hijo de Guzmán. La plaza de Tarifa fue fielmente defendida y los benimerines regresaron a su lugar de origen. Y Alonso Pérez de Guzmán, el legendario defensor de Tarifa, llegó a convertirse en el fundador de la casa nobiliaria de Medina Sidonia.
Los movimiento y actividades guerreras y diplomáticas no cesaron en todo el reinado de Sancho IV, el Bravo. Sus enfrentamientos con los meriníes, con los granadinos o con los propios nobles castellanos, amén de sus difíciles relaciones con Portugal, lograron sofocarse con un pacto defensivo con el reino de Granada, y el matrimonial de su hijo Fernando con la hija de don Dionis, la infanta Constanza. En Aragón, la muerte de Alfonso III de Aragón y la entronización de Jaime II propició el acercamiento entre Castilla y Aragón, tal como se plasmó en el Tratado de Monteagudo, por el que se establecía el compromiso de matrimonio de Jaime II con la infanta Isabel, hija de don Sancho, a la vez que se ponían las bases para definir un acuerdo de defensa mutua entre Castilla y Aragón. Así pues, el matrimonio se mostraba, una vez más, como instrumento eficaz de la política peninsular castellana.
En 1294 la salud del monarca se agravó al incentivarse el proceso tuberculoso. Viéndose morir, Sancho IV hizo testamento, señalando como tutora de su heredero Fernando a su esposa Maria de Molina, personaje de gran trascendencia en la historia de Castilla y León. A principios de 1285 se inició el traslado del monarca y de la corte al convento de santo Domingo del Real. Tomadas en tal monasterio otras disposiciones acerca del futuro del reino, reemprendió el cortejo real su andadura hacia Toledo, en donde, el 25 de abril, no habiendo cumplido los treinta y siete años, falleció Sancho IV, siendo enterrado en la capital real que había ordenado construir como panteón real, conocida como la capilla de los Reyes Viejos. Desde tal hecho, Maria de Molina, como tutora del rey Fernando IV, tuvo que demostrar y demostró su gran capacidad de gobierno, haciendo frente con éxito a las conspiraciones del insistente infante Juan, o de los Haro o los Lara.
Sancho IV fue considerado la otra cara de la moneda cultural en la política de su padre Alfonso X. Sin embargo, los consejos e instrucciones recibidas en su juventud de su preceptor, el franciscano fray Juan Gil de Zamora, tuvieron gran incidencia, por cuanto muchas de las iniciativas culturales, sobre todo literarias, e incluso algunas artísticas, como la capilla real de los Reyes Viejos de Toledo, entre otras, tuvieron precisamente en la propia persona del Rey un animador e inspirador decidido. El profesor Francisco Márquez Villanueva ha apuntado, refiriéndose a Sancho IV, que se habría tratado de un “monarca de no pequeñas capacidades y cuya persona podría considerarse un ‘puente literario’ entre el Rey Sabio y su sobrino don Juan Manuel”. Entre la labor literaria de su Corte, directamente asociada a los intereses del Monarca ocuparía, tal como ya ocurriera durante el reinado de su padre Alfonso X, la de índole historiográfica, manteniendo una estrecha relación de continuidad con lo emprendido por su progenitor. Así, ya se señaló por Menéndez Pidal como, en el caso de la Primera Crónica General, sería en la Corte de Sancho IV donde se continuaría la redacción a partir del momento en que se abordaba la invasión islámica de la Península, completándose su redacción en 1289.
En este contexto de labor cultural, no conviene dejar de hacer referencia a sus iniciativas en materia universitaria y de enseñanza que tuvieron su reflejo en distintas localidades como Sevilla, Alcalá de Henares, Valladolid o Salamanca, bien fuera consolidando iniciativas anteriores o aportando otras enteramente nuevas
Francisco Gilet
Bibliografía
M. Aullo Costilla, “Coronados de Sancho IV”.
R. P. Kinkade, “Sancho IV: puente literario entre Alfonso el Sabio y Juan Manuel”,