
Santiago Rusiñol y Prats fue un artista, escritor y dramaturgo que escribió en lengua catalana y que ejerció en una época de impresionante efervescencia en la cultura de una Cataluña burguesa y cosmopolita. Rusiñol fue uno de los abanderados del modernismo catalán y uno de los estandartes de la bohemia de finales del siglo XIX y principios del XIX. Fue un personaje importante de la Renaixença literaria y cultural de Cataluña, y del mundo intelectual y bohemio de la Barcelona de su tiempo.
Rusiñol nació en Barcelona el 25 de febrero de 1861 en el seno de una familia burguesa, unos industriales del textil procedentes de Manlleu, de la que fue el primogénito y que le dieron una exquisita educación para dedicarse a lo que quisiera (Al trabajo le llaman virtud los que no tienen que trabajar, para engañar a los que trabajan).
Huérfano de padre desde muy pequeño, junto con sus hermanos Alberto y José María, tras los primeros estudios en Barcelona, recibió una férrea formación junto a su abuelo Jaume Rusiñol, que se hizo cargo de ellos, que iba encaminada a la continuidad del negocio familiar, pero muy pronto Santiago descubriría la vocación artística y asistía a clases de pintura a escondidas de su abuelo. Mientras que su hermano Alberto se dedicó a los negocios y la política, Santiago no tardó en decantarse por la pintura.
EL PINTOR

En 1878 fue presentado en la Sociedad de Acuarelistas por su padre y muy pronto destacó por la habilidad en el dibujo y en la pintura, siendo su maestro el excelente pintor y acuarelista Tomás Moragas, quien le animó a participar por primera vez en la Exposición organizada por la Asociación para el Fomento de las Bellas Artes con motivo de las fiestas patronales de Girona.
Rusiñol presentó un Interior de taller, su primer óleo conocido. El 21 de mayo de 1879, el crítico Miquel i Badía, desde las páginas del Diario de Barcelona, se ocupaba por primera vez del joven pintor con estas palabras “entra con muy buen pie en el cultivo del arte, a juzgar por la verdad con que trata los efectos de luz”.
En 1883 participa en la Exposición de Bellas Artes del Ateneo Barcelonés. Con diecisiete años, expuso el primer cuadro en el Museu de Girona, dedicado «A mi querido abuelo», y en el 1884 presentó la primera obra en la Sala Parés de Barcelona, junto a sus amigos el pintor Ramón Casas y el escultor Enric Clarasó, que con el tiempo se convertiría en la principal plataforma de proyección de su obra pictórica. Rusiñol se entusiasmó por Silos en el año 1884, cuando conoció la población con ocasión de un viaje a Vilanova. También en 1884 con Clarasó alquilan unos bajos en la calle Muntaner de Barcelona. Rusiñol se trae los cuadros y la colección de hierros viejos, y Clarasó traslada su taller de escultura. Este local será el primer «Cau Ferrat».

El 16 de junio de 1886 contrajo matrimonio con Lluïsa Denis i Reverter (escritora, poeta, compositora y pintora) en la iglesia de Santa Anna y hicieron el viaje de novios a París, donde Rusiñol asistiría por primera vez al Salón Anual de las Bellas Artes. El 2 de julio del mismo año muere su abuelo, el patriarca de la familia, habiendo ya nacido su única hija, María, el 16 de mayo y puede, por fin, satisfacer plenamente sus ansias de formación artística y acude a La Llotja a estudiar dibujo. Casándose, Rusiñol huyó de la tiranía del abuelo. Pero se encontró con la tiranía de una mujer enamorada y celosa. El abuelo no quería que fuera pintor y su mujer estaba desesperada porque, una vez vio este oficio de cerca, creyó que su esposo fatalmente le debía ser infiel. Sucedió pues que el pájaro que quería salir del encarcelamiento que le suponía el despacho, estaba más enjaulado que nunca por una mujer que veía fantasmas por todas partes, que no lo dejaba en paz y que seguía siempre sus pasos.

En 1888 para alejarse del conflicto matrimonial, Rusiñol y Casas hacen un viaje en carro por Cataluña a la búsqueda de bellos lugares que durará meses, escribiendo Santiago a raíz del viaje, sus primeros textos literarios. Los viajeros sacaban apuntes de tipos y paisajes, pintaban, hablaban con todo el mundo, y por caminos y postas desplegaban su simpatía humana y su extraordinario sentido del humor.

En estos viajes, Rusiñol y Casas fueron protagonistas de múltiples anécdotas excéntricas que han pasado a formar parte del imaginario popular catalán. Por ejemplo, se explica que una vez, estando en el mercado de Breda, los dos amigos compraron todo un lugar de venta de cerámica para, poco después y ante el estupor de los transeúntes y del vendedor malcarado, romper todo el surtido de ollas y platos. En otra ocasión, Rusiñol trató sin éxito de vender duros a cuatro pesetas, ante la desconfianza de la gente.

Pese a su condición de heredero de la empresa familiar, en 1889 a la edad de veintiocho años, se decidió a romper con la imposición familiar y no tuvo el menor inconveniente en abandonar la familia y marcharse a estudiar a París, en Montmartre, junto con Ignacio Zuloaga y con su colega y paisano Ramón Casas, con quien compartiría alguna que otra botella de absenta, y en total por espacio de siete años. Decidió pues, emprender la vida de artista con el fin de dedicarse profesionalmente a aquello que hasta entonces había sido su máxima afición: la pintura.

Allí vivió plenamente el cambio de siglo y entró en contacto con el simbolismo y el impresionismo, así como la pintura al aire libre. La unión de ambas corrientes artísticas parisinas, aderezadas con algunas otras y traducidas al catalán, darían lugar a un estilo modernista, que engloba la figura humana y numerosos paisajes. Tres veces expuso en París, en el «Salón de los Independientes», en la «Nacional» y más tarde en las «Galerías Bring», dónde presentó una colección de jardines españoles que mereció grandes elogios.

Cafe des Incohérents
De 1890 data su Café de Montmartre o Cafe des Incohérents, concebido a la manera de Manet, Degas y los naturalistas que exploraban los ámbitos públicos para representar el espectáculo de la gente en sus momentos de ocio y llevar a cabo una radiografía social contemporánea. La interesante penumbra tiene resonancias velazqueñas y su mirada es fotográfica. Destaca el bodegón de la bandeja y la intensidad en la captación de los objetos. Marca Rusiñol una diagonal entre la penumbra y la claridad de la calle.

En esta época y a lo largo de su vida artística, plasmó en sus obras la figura humana y realizó numerosos retratos. En 1891 se reencuentra con su hija; a partir de este momento, cada vez que pase por Barcelona se verán. En 1892 vuelve a París, alquila el piso del «Moulin de la Galette» con Casas y acogen a Canudas, enfermo de tuberculosis. Meses después, Rusiñol lo traerá a Sitges para que se cure. En este año, Rusiñol hace el segundo viaje en carro entre Manlleu y Sant Feliu de Guíxols. La muerte de Canudas le afecta mucho. También en este año se hace la inauguración de una gran exposición en Silos, que da lugar a la Primera Fiesta Modernista.

El 21 de enero de 1893, Rusiñol da la conferencia «Mis hierros viejos» en el Ateneo Barcelonés y se celebra en la Sala Parera la tercera exposición conjunta Casas-Clarasó-Rusiñol. Para alojar la colección, Santiago Rusiñol compró dos casas de pescadores – can Sin y can Falua – y construyó el «Cau Ferrat» que será el nuevo taller-museo, uniendo las dos casas y unificando el estilo de la fachada en un estilo neogótico. La planta baja de la nueva casa la utilizó Rusiñol como vivienda. Este espacio cuenta con cuatro dependencias principales decoradas con pinturas del mismo Rusiñol, Ramón Casas, Ignacio Zuloaga, Pichot y otras, así como con esculturas. La planta superior es un magnífico salón gótico que ocupa toda la superficie del solar con una altura importante, el techo artesonado, con apoyos de madera decorada que acoge gran variedad de obras de arte como la colección de objetos de hierro forjado de Rusiñol, dos pinturas del Greco, San Pedro y Santa María Magdalena, otras pinturas de Rusiñol, Zuloaga, Casas, Clarasó, una espléndida colección de objetos de cristal, botellas, copas, jarras y otros objetos comprados por Rusiñol a Alexandre de Riquer.

También en este año, se celebra la Segunda Fiesta Modernista. Vuelve a París y mantiene una relación amorosa con Clotilde, la «Clo-clo», hija del amo de una tienda de pinturas. Comparte piso en la Ille Saint-Louis con el pintor vasco Ignacio de Zuloaga. Rusiñol se convirtió, a partir de 1894, en la cabeza más visible del Modernismo. Invitó a Ignacio Zuloaga a visitar Italia, sobre todo Florencia, dónde pasaron cuatro meses. Zuloaga fue quien despertó la admiración de Santiago Rusiñol por el Greco en una época en que el genial pintor estaba completamente olvidado. En este año se celebra la Tercera Fiesta Modernista. Rusiñol vuelve a su patria, arrastrando las secuelas de una caída en París, los dolores de la cual lo habituaron al consumo de la morfina, lo que motivó que su mujer volviera junto a él a cuidarlo. Esta época coincide con la creación de dos de las pinturas más emblemáticas de Rusiñol, La morfina y La medalla.

Rusiñol enferma y la morfina la ayuda a soportar el dolor. Se acerca al simbolismo y pinta tres personificaciones: «La Pintura», «La Poesía» y «La Música». Desde 1896 y tras un viaje en Granada, empieza a pintar jardines, punto de partida de su predilección por este tema pictórico. Su pintura está muy influida por los impresionistas y tiene temática paisajista, tanto rural como urbana, retratos y composiciones simbólicas de inspiración modernista. Al comienzo de su carrera incluía figuras humanas. En las etapas finales sólo pintaba paisajes, especialmente de los Reales Sitios como Aranjuez y La Granja.

Desde que volvió a Barcelona se transformó en uno de los grandes animadores del movimiento modernista «Els Quatre Gats», inaugurado en 1897, que reunía artistas y escritores de vanguardia. Rusiñol, Casas y Utrillo son considerados padres fundadores.
En 1899 Rusiñol empieza el año en cama. Su mujer y su hija lo van a visitar Sitges; él se enfada mucho; se siento acorralado. Lluïsa Denís decide no abandonarlo hasta que recupere la salud. No se volverán a separar. En marzo ingresa en un sanatorio cerca de París para desintoxicarse.

La cura de desintoxicación de la morfina y la intervención quirúrgica que, un año después lo dejó con un solo riñón, hicieron alejar el artista del abismo y lo hicieron entrar en una nueva etapa creativa, marcada por la dedicación al teatro con miras cada vez más comerciales, y a la especialización en la pintura de jardines en cualquier parte de la geografía catalana y española (Mallorca, Eivissa, Valencia, Girona, Aranjuez, Cuenca y Arbúcies), con breves pero significativas incursiones en Italia.
Su posición social y económica acomodada le permitió hacer frecuentes viajes. En 1900 expone sus «Jardines de España» en la Sala Parera. En octubre de 1901 Rusiñol viaja con su familia a Mallorca y con Joaquín Mir y el 30 de enero de 1903 Rusiñol inaugura una exposición en la Sala Parera, que incluye treinta cuadros pintados en Mallorca dónde ha vivido todo el año anterior. La crítica es muy buena.

En 1908 recibió la medalla de la Exposición Nacional de Bellas Artes. En 1910 Rusiñol viaja a la Argentina para asistir a la Exposición Internacional de las Bellas Artes de Buenos Aires. En el Casal Catalán de Buenos Aires descubre cuadros suyos falsificados.

En 1913, a pesar de sufrir de gota, viaja a Aranjuez, Madrid y la Mancha. En 1916 el Rey Alfonso XIII le compra un cuadro de Aranjuez. Rusiñol le explica las dificultades para acceder a ciertos espacios de los jardines, y el Rey lo nombra amistosamente «Jardinero Honorario Mayor de los Reales Jardines de Aranjuez». En 1917 recibe la Legión de Honor del gobierno francés. En 1918 Silos le hace un homenaje para celebrar los 25 años de la inauguración del «Cau Ferrat». En 1919 el Rey le consulta cambios que quiere hacer en los jardines de Aranjuez, y Rusiñol le aconseja que los deje como están. En 1921 Casas y Rusiñol rompen su amistad con Utrillo. En 1922 empieza el año con la habitual exposición de «la Trinidad de la Sala Parera»: Rusiñol-Casas-Clarasó y en el año 1924 se hace una Exposición en la Sala Parera en la que María, su hija, también expone algunos cuadros.
EL ESCRITOR
No es un dato demasiado conocido, pero Santiago Rusiñol fue célebre en vida no solo como pintor, sino también como escritor y poeta, convirtiéndose por eso, en un amplio sentido, en figura tutelar del modernismo español. Además de artista pintor, podemos encontrar en Santiago Rusiñol otras facetas como la de escritor, dramaturgo o su dedicación al teatro que no vamos desarrollar ahora. En 1880 debuta como escritor en el Primer Congreso Catalanista y, aficionado al excursionismo escribe, en 1881, «Impresiones de una excursión al Taga, Sant Joan de les Abadesses y Ripoll». El texto, ilustrado con dibujos hechos del natural por él mismo, responde al más puro estilo romántico. Entre 1890 y 1892, con el «Moulin de la Galette» como motivo recurrente, Rusiñol se convierte en cronista de la vida de bohemia, de los sacrificios de sus practicantes y de la fuerza embriagadora del ideal artístico.

En el año 1883 escribe «El castillo de Centelles». En su obra literaria, siempre en catalán, se incluyen poemas en prosa (Oracions, 1897), dramas como L’alegria que passa (1898), Cigales y formigues (1901), La bona gent (1906) o El místic (1903) y novelas costumbristas como L’auca del senyor Esteve (1907), que fue adaptada al teatro por el propio Rusiñol en 1917, La niña Gorda (1914), El català de La Mancha (1917) o En Josepet de Sant Celoni. El 24 de agosto de 1907 Margarita Xirgu representó «La merienda fraternal» de Rusiñol en el Casino Ceretano de Puigcerdá, junto con actores veteranos como Iscle Soler. Excepción fue un relato autobiográfico titulado Impresiones de arte, publicado en 1897 como regalo a los suscriptores de La Vanguardia, escrita en español. También escribió para periódicos como La Vanguardia o revistas como L’Esquella de la Torratxa.
Estuvo en Buenos Aires, en Rosario y en Córdoba para el centenario de la Revolución de Mayo, en 1910; estrenando obras suyas. Sus impresiones de la Argentina fueron recogidas en Del Born al Plata (Barcelona, 1911). Su novela más conocida: «La auca del señor Esteve». la había bautizada con el nombre del burgués barcelonés por antonomasia porque, en el contexto de una Barcelona idealizada, retrataba la imagen de la burguesía catalana – a la cual él pertenecía – con todos sus defectos, pero también con alguna virtud. Proyecta una mirada de ternura, pese a que la ironía se halla presente con toda su fuerza.

Moulin de la Galette
Entre 1890 y 1892, con el «Moulin de la Galette» como motivo recurrente, Rusiñol se convierte en cronista de la vida de bohemia, de los sacrificios de sus practicantes y de la fuerza embriagadora del ideal artístico. Todo, a través de la distancia irónica, del agridulce, de las medias tintas y del tono menor que caracterizan la literatura rusiñoliana de estos momentos.
El 1907 Rusiñol se dedica al teatro y a las tertulias. Recibe la Gran Cruz de Isabel la Católica y viaja a Aranjuez para pintar. Cultivó el sainete y la farsa, como «Los sabios de Vilatrista» estrenada en 1907. Rusiñol también escribe géneros menores como el vodevil, firmados con el pseudónimo de Jordi Perecamps. Durante la Semana Trágica del 1909, Rusiñol está en Granada. Sigue los hechos por la prensa, prefiere no opinar en sus artículos y escribe sobre temas intranscendentes. En 1911 Margarita Xirgu estrena en el Teatro Principal de Barcelona «El descalabro» de Gregoire Laferre, obra que Rusiñol trajo de Argentina en 1910 y que adaptó al catalán.
EL DESENLACE

En 1927, aun cuando prácticamente no puede mantenerse de pie, Rusiñol sigue saliendo por la noche, yendo a tertulias y al teatro. Se compra un coche y contrata un chófer porque ya no puede coger el tranvía. En 1929 obtiene la Medalla de Oro de la Exposición Internacional de Barcelona por un cuadro de Mallorca. Con su obra pictórica obtuvo Rusiñol numerosos premios en certámenes artísticos de España así como del extranjero: una segunda medalla en la Exposición de Bellas Artes de Bilbao, otras de igual clase en las Exposiciones Nacionales de 1890 y 1895, tres de la primera clase en las de 1901, 1906, y 1912.

Rusiñol sufre un fuerte ataque de uremia, se recupera y marcha hacia Aranjuez. Pasa los días pintando frenéticamente, hasta que muere en Aranjuez el 13 de junio de 1931 mientras pintaba nuevas versiones sobre el tema de jardines. Su sepultura está en el Cementerio de Montjuic. Su entierro será multitudinario. El mismo día, el Museo de Arte de Barcelona organiza una exposición antológica del artista.
El Cau Ferrat había pasado de ser la casa-taller a taller-museo con la voluntad de formar la colección del artista la mayor parte de la obra pictórica de Rusiñol y la de sus amigos y compañeros Ramón Casas, MT Müller, Enric Clarasó, Arcadi Mas y Fondevila, Ramon y su propietario llegó a extender tarjetas para autorizar visitas en su ausencia. La colección de arqueología prerromana y púnica que allí se muestra, procede de las excavaciones del Puig des Molins (Ibiza), así como varias piezas de cerámica provienen de los viajes y campañas de Rusiñol por Andalucía, Mallorca, Valencia o Castilla. A modo de epílogo, la última etapa del Cau Ferrat es la que se inicia con la reapertura como museo público (1933). Santiago Rusiñol lo legó a la ciudad de Sitges por el amor que profesaba a la población, tal y como establece su testamento. El Cau Ferrat se conviertió en uno de los símbolos de la historia cultural del país y es reconocido como el Templo del Modernismo.

La popularidad de Santiago Rusiñol se mantiene viva y sus obras dramáticas se fueron reeditando, incluso durante el franquismo. En 1947 se publicaron las Obres Completes, que fueron reeditadas el 1956 i el 1973. El 1997, L’auca del senyor Esteve, la obra emblemática del autor, inauguró la Sala Gran del Teatre Nacional de Catalunya, dirigida por Adolfo Marsillach, en la etapa directiva de este teatro de Josep M. Flotats.
Del 13 de junio de 2006 hasta el 13 de junio de 2007, en el 75º aniversario de su muerte, las ciudades de Sitges y Aranjuez celebraron el llamado Año Rusiñol, con multitud de eventos culturales sobre la figura de este artista catalán. Santiago Rusiñol fue siempre artista, tanto si manejaba el pincel como la pluma y supo servir honrada y puntualmente las aficiones y los gustos de su público.
Acabó su vida pintando, la misma actividad artística con la cual empezó su trayectoria creativa cuando tenía veinte años. Rubén Darío escribió: «Gloria al buen catalán — jardinero de ideas, jardinero de sol— , y al pincel y a la pluma y a la barba y a la risa, con que nos hace alegre la vida Rusiñol”.

Jaime Mascaró Munar