Un 10 de agosto de 1346, un minúscula nave salió de algún puerto mediterráneo con destino al Rio de Oro, llevando en su cubierta a un marinero ― l,uxier le nombra el mal llamado Atlas catalán de 1375 ―, de origen mallorquín con el nombre de Jaume Ferrer. La leyenda se puede leer en ese icono del dicho atlas y en otros posteriores. El barco con bandera y varias figuras humanas está navegando al sur de las islas Canarias con destino a unas costas más allá del cabo Bojador, es decir, al sur del actual Sahara Occidental. Nada se sabe de dicha expedición, ni si alcanzó su objetivo ni cual pudiera ser la finalidad de navegar más allá de unas islas todavía no integradas en la corona de Castilla.
Lo cierto es que, el marino Jaume Ferrer, debió ser personaje distinguido para que la escuela mallorquina de cartografía lo señalase con nombre y apellido en la iconografía del aludido Atlas catalán. Denominación indebida ya que su autoría desde tiempo inmemorial se atribuye a los judíos mallorquines Jafuda y Abraham Cresques, atlas que, por cierto, incorpora por vez primera una rosa de los vientos. El personaje que en la señalada fecha del día de San Lorenzo inició su navegación africana, figura también como navegantes arribado al puerto de Brujas en el año 1343.
Un personaje, por demás enigmático ya que, empero adelantarse a los portugueses en su deriva por las costas africanas, con especial reflejo por parte de los cartógrafos mallorquines Abraham y Jafuda Cresques, nada se sabe en cuanto a su presencia como patrón o como comerciante impulsor de la expedición. Su llegada al puerto de Brujas tampoco esclarece nada al respecto. Sea como sea, lo cierto es que, en 1842, el Ayuntamiento de Palma acordó se levantase una estatua en su honor en la plaza de Atarazanas, muy próxima al puerto desde el cual, seguramente, salió en esas repetidas ocasiones.
La leyenda que acompaña a la imagen es sumamente parca ya que solamente contiene el nombre, con un añadido muy simple «Navegante mallorquín del siglo XIV». Sea pues este recuerdo en el aniversario de su partida, como homenaje a su figura y a las de tantos hombres que, sin temor alguno, iniciaron sus andaduras por unos mares absolutamente desconocidos con la sola ayuda de un simple astrolabio o cuadrante, a lo sumo.
Francisco Gilet