El descubrimiento de América trajo consigo una revolución interior en la España de los Reyes Católicos y en los futuros reinados que les sucedieron. La ingente obra que significaba, desde la actual perspectiva, resulta difícil calibrar su alcance en un mundo que había salido de la Edad Media, que había reconquistado todo el territorio patrio a los musulmanes y que adivinaba un vasto imperio territorial a descubrir, conquistar, evangelizar y colonizar. La tarea resultaba de una gran inmensidad y los medios adecuados a unos momentos en los cuales el comercio con las nuevas tierras imponía de nuevos métodos. El principio quizás se halle en la elección por la Corona de la ciudad de Sevilla como puerto receptor de dicho comercio.
Así, las actividades mercantiles, los negocios y el comercio se instalaron en las gradas de la Catedral y especialmente en la llamada fuente del Hierro. Obviamente, el nivel de comercio, la multitud de comerciantes inducía a la comisión de excesos, tales como usar la Catedral como lugar de reunión y discusiones comerciales en caso de lluvia. Por tales motivos, el Cabildo catedralicio acordó instalar unas cadenas que acotasen el espacio destinado al comercio, junto con la contratación de unos alguaciles vigilantes tanto de los excesos como del paso de animales de carga. Sin embargo, tales medidas resultaron insuficiente, y ante las quejas del clero, Felipe II ordenó la construcción de la Lonja, en la misma Avenida, junto a la Catedral, es decir, un lugar en donde los comerciantes pudiesen efectuar sus contrataciones. Y así, en 1584 se inició la construcción de la Casa Lonja, por Juan de Miniares, sobre planos del reconocido Juan de Herrera, para ser finalizada en 1594 y pasar a ser objeto de uso en 1598.
Nos hallamos, en aquellos tiempos, con una edificación, con planta y patio central de forma cuadrada. Dos pisos de altura, con es patio de grandes proporciones, con arcos sujetos en pilares de medias columnas. Arquitectos como Alonso de Vandelvira y Miguel de Zumárraga, alteraron un tanto el proyecto inicial de Herrera, aliviando el peso del techo de dos aguas. Un elemento para destacar es la actual escalera principal del edificio, obra de Lucas Cintora, añadida a la construcción a finales del siglo XVIII, con una cúpula en linterna en su parte superior.
Dicha Casa Lonja, lugar de contratación de mercaderes, navegantes y marineros, paso a recoger toda la documentación referente a la administración de las Indias, que se hallaba dispersas en los archivos de Simancas, Cádiz y la propia Sevilla. Y lo fue por empeño de un monarca, Carlos III, inmerso en un despotismo ilustrado que trajo de su mano no solamente el Archivo General de las Indias, sino también los Reales Estudios de san Isidro, la Escuela de Artes y Oficios, la fuente de la Cibeles, la de Neptuno, la Puerta de Alcalá o el Jardín Botánico y el actual Museo Reina Sofía, entre otras muchas iniciativas. Fue en 1781 cuando se tomó la decisión de utilizar el ya degradado edificio para destinarlo a Archivo General de Indias. El entonces ministro José de Gálvez, concienciado del encargo de Carlos III de escribir la “Historia del Nuevo Mundo” recaído sobre Juan Bautista Muñoz. Unido tal encargo a las estrecheces sufridas por el Archivo de Simancas, Gálvez produjo un informe según el cual los “documentos” estaban acumulados, apretados, sin ningún orden y en un estado de confusión histórica y de catalogación. La ampliación del castillo de Simancas fue desechada, y en su lugar se tomó la decisión de hacer uso de la Casa de la Lonja sevillana.
Debido a su deficiente estado, se procedió al desalojo y rehabilitación del edificio, con el levantamiento de las correspondientes estanterías. Fue el propio Muñoz quien produjo un pequeño informe con instrucciones técnicas para dar formato a todo el interior ajustadamente a los destinos planificados. Finalizadas las obras de rehabilitación y acondicionamiento, se nombran los primeros funcionarios, archiveros y oficiales, siendo designado don Antonio de Lara y Zúñiga superintendente y como archivero Gregorio Fuentes y Bearer.
Reinando ya Carlos IV, el Secretario del Estado y del Despacho de Gracia, Antonio Porlier, redactó y promulgó en enero de 1790, las Ordenanzas reguladoras de los aspectos relativos al funcionamiento del archivo, su organización y el tratamiento y conservación de los documentos, descripción de estos, forma de acceso y el principio de su procedencia. Con Isabel II en el trono, se promulgó la Real Orden Circular por la cual, los archivos históricos y su documentación se abren a la investigación pública, bajo la competencia del Ministerio de Instrucción Pública y el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos.
El Archivo es uno de los archivos generales, con el de la Corona de Aragón y el de Simancas, pertenecientes al Estado español. En 1987 fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco junto a la Catedral, la Giralda y el Real Alcázar de Sevilla.
El Archivo está regido por el Patronato del Archivo General de Indias, creado por Real Decreto de 34 de junio 2005, en el que participan el Ministerio de Cultura, la Junta de Andalucía, el Ayuntamiento de Sevilla, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas y las Universidades de Sevilla, siendo además vocales natos, diferentes personalidades del mundo de la cultura.
Francisco Gilet
Bibliografía
GONZÁLEZ GARCÍA, Pedro (et al) (1995). Archivo General de Indias.
Julia Murga (2009-10-17). «El Archivo general de Indias: historia de un continente»