El chifle de órdenes
Hay un cuadro que al verlo me impresiona. Es de un hecho histórico: «La muerte de Churruca en la batalla de Trafalgar», de Eugenio Álvarez Dumont, que fue pintado en 1892 (Óleo sobre lienzo, 300 x 630 cm), actualmente en depósito en La Laguna, Santa Cruz de Tenerife, concretamente en el Instituto de Educación Secundaria “Canarias Cabrera Pinto”.
Habrá quien se pregunte quien fue Churruca. Sirvan estas líneas como breve descripción de este insigne marino de la Real Armada española, que he escrito sin más pretensión que la difusión de la figura de este marino, recogiendo todo aquello que otros escritores más versados han plasmado en papel antes que yo y que considero importante recalcar con estas líneas.
Cosme Damián Churruca y Elorza era un español natural de Motrico (Guipúzcoa), donde nació un 27 de septiembre de 1761. Hijo de familia acomodada, su padre era Francisco de Churruca e Iriondo, a la sazón el alcalde de dicha localidad, y su madre doña María Teresa de Elorza e Iturriza. Su hermano mayor fue Julián Baldomero de Churruca, héroe de la Guerra de la Independencia, abogado y filólogo del vascuence. Cursó sus primeros estudios en el Seminario Conciliar de Burgos, ingresando después en la Escuela de Vergara, umbral del Real Seminario de Vergara fundado por la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País, sociedad de la que fue miembro toda su vida. Era un vasco-español de tomo y lomo.
Ingresó el 15 de junio de 1776 como guardiamarina en la Escuela Naval Militar (entonces en Cádiz) contando 15 años de edad, graduándose posteriormente en la Academia de Ferrol en 1778, donde consiguió gran notoriedad en astronomía y geografía. De hecho recibió el ascenso a Alférez de Fragata como recompensa por sus brillantes estudios.
Su primer embarque fue a bordo del navío «San Vicente», donde destacó como avezado marino en las maniobras de a bordo. En 1781 estuvo en el intento militar de recuperar Gibraltar. En aquella ocasión Churruca mostró gran valor al mando de un bote de la fragata Santa Bárbara en el aciago incidente de las baterías flotantes, arriesgando su propia vida «salvando náufragos entre el cañoneo enemigo, la mala mar, los incendios y las explosiones de aquellas malhadadas embarcaciones», según relatan Miguel Perales Garat y Agustín R. Rodríguez González en su dossier «La artillería naval española, homenaje a Churruca».
En su libro “Trafalgar”, José Luis Corral nos cuenta que Churruca participó en 1788 en una expedición científica dirigida por don José de Mazarredo con los paquebotes «Santa Casilda» y «Santa Eulalia», viaje al extremo meridional de Sudamérica y el Estrecho de Magallanes, haciendo valer sus conocimientos en geografía, cartografía náutica, y astronomía. De hecho fue el encargado cartografiar aquel estrecho y de tomar las observaciones astronómicas en esa zona austral, llevando a cabo toda una serie de estudios hidrográficos para la reforma del atlas marino de la América septentrional, los cuales fueron ampliamente utilizados en Europa. Publicó su carta esférica de las Antillas, y la geométrica de Puerto Rico poco tiempo después. Por dichas tareas recibió el ascenso a Capitán de Navío.
En 1799 estuvo destinado en ciudad francesa de Brest como comandante del navío «Conquistador», cuya tripulación tenía mala fama por indisciplinada y poco preparada. En unos meses Churruca consiguió que pudiera ser considerada, de forma acreditada, un modelo de laboriosidad y patriotismo. También fue el comandante del Príncipe de Asturias. A pesar de sus largos períodos e embarque nunca dejó de lado sus investigaciones científicas, como fue el escribir un tratado de puntería para la artillería embarcada de Marina.
Churruca solicitó nuevo embarque, recibiendo el mando del navío de línea «San Juan Nepomuceno», con el que en 1805 se incorporó en Cádiz a la flota dirigida por Gravina que participaría en la batalla de Trafalgar.
Como un ejemplo más de esta España nuestra, que siempre es madre pero que a veces se comporta como madrastra, lo cierto es que Churruca estuvo dos largos años sin cobrar. Nuestro insigne escritor Benito Pérez Galdós en sus «Episodios nacionales», señala al respecto: «El uniforme del héroe demostraba, sin ser viejo ni raído, algunos años de honroso servicio. Después cuando le oí decir, por cierto sin tono de queja, que el Gobierno le debía nueve pagas, me expliqué aquel deterioro».
Como una premonición de lo que se les avecinaba, a bordo del Navío San Juan Nepomuceno fondeado en Cádiz, un 11 de octubre le escribe una carta a su hermano donde, entre otras cosas, dice: «Querido hermano: Si llegas a saber que mi navío ha sido hecho prisionero, di que he muerto». Así el 21 de octubre de 1805, estando navegando en Trafalgar al mando del San Juan Nepomuceno y teniendo ya a la vista el enemigo, mandó clavar la bandera, haciendo frente él solo a seis buques ingleses, combatiendo contra ellos a la vez. Mandó valientemente desde la toldilla, al lado de sus hombres, tratando de evitar que el enemigo se acercara lo suficiente como para asediarle. Lo recuerdan las crónicas:
«El valeroso comandante que dirigía una defensa tan heroica, desplegando talento y denuedo a proporción de los riesgos, acudía a todo con una serenidad y firmeza inalterables: hacia él mismo la puntería mandando las maniobras con la vecina de combate. Ni la lluvia de metralla que cubría el navío, ni la imposibilidad del socorro movía su ánimo intrépido, superior a los reveses de la fortuna; y si no podía batir a cada uno de los enemigos por su número, con una sabia economía de sus tiros y una actividad proporcionada, tuvo siempre en respeto fuerzas tan considerablemente superiores, sin que los ingleses pensaran un momento en intentar el abordaje».
Churruca demostró tener precisión en el tiro y arrojo en la lucha, pese a lo cual fue alcanzado por una bala de cañón que le voló la pierna por debajo de la rodilla, siguiendo en su puesto a pesar de ello, para lo cual pidió un barril en el que meter el muñón para evitar desangrarse y continuar combatiendo. Tras más de tres horas luchando, Churruca finalmente fallece en combate, no sin antes dirigirse a su cuñado en estos términos: «Pepe, di a tu hermana que muero con honor en la fe que profesa la santa Iglesia Católica, Apostólica Romana, amando a Dios de todo mi corazón y estimándola mucho; que se acuerde de mí, como yo me acuerdo de ella».
Los seis capitanes ingleses pidieron que se les entregara la espada de Churruca, como comandante vencido. La respuesta fue que deberían partir el arma en seis trozos pues, de haber atacado uno a uno, no le habrían vencido nunca.
El San Juan Nepomuceno fue trasladado por los vencedores a Gibraltar. Durante muchos años lo conservó la Royal Navy, manteniendo la cámara del comandante cerrada con una inscripción en que se leía el nombre de Churruca en letras de oro.
Don Cosme Damián CHURRUCA Y ELORZA fue nombrado Almirante a título póstumo y para su familia fue el título de Conde de Churruca. Fue ejemplo de avezado marino, ilustrado científico y valiente militar en el combate.
Honor y gloria a los marinos españoles.
Antonio DEUDERO MAYANS
« La artillería naval española, homenaje a Churruca», de Miguel Perales Garat y Agustín R. Rodríguez González
“Trafalgar”, de José Luis Corral
«Episodios nacionales» de Benito Pérez Galdós
hhttps://www.museodelprado.es/coleccion/obra-de-arte/muerte-de-churruca-en-trafalgar/f8c634f1-ea21-4d01-86fa-fb6e2d67db74
«Iconografía de Cosme de Churruca, un marino de perfil» de Mikel Lertxundi Galiana