Así llamaban los indigenas al capitán extremeño don Pedro de Alvarado cuando sus correrias de conquista por México. Su prestancia, su graciosa presencia y su pelo rubio llamaban la atención de los indios, tanto como sus andanzas, de ahí que fuese llamado Hijo del Sol. Un México que había contemplado tanto la tragedia de la Matanza de Tlateloico, como la sublevación de los aztecas, que provocó que durante treinta días estuvieron angustiosamente cercados los españoles con su prisionero Montezuma. Como también el que Hernán Cortés, el 24 de junio de 1520, acudiese desde Veracruz en ayuda del sitiado Alvarado. Los momentos eran sumamente difíciles para ambos conquistadores. Montezuma no aplacó a sus compatriotas, sino que fue muerto de una pedrada. Cortés no deseaba una conquista violenta sino pacifica de aquellas tierras y la perspectiva de los escasos efectivos españoles no era nada halagüeña.
Así pues, el 30 de junio Cortés, con el capitán Alvarado, intentó romper el cerco y se inició lo que ha venido en llamarse la Noche Triste. Una noche en la cual murieron de seiscientos a ochocientos españoles y en la cual, quizás, se pudo contemplar el famoso Salto de Alvarado, dado que, para Bernal Díaz del Castillo tal salto nunca existió y de existir nadie lo hubiese visto, preocupados todos como estaban en salvar sus vidas. No fue sino que el audaz soldado, con la ayuda de su lanza, saltó de una parte a otra del foso, dejando espantados a los indios y a los españoles dada la gran anchura del dicho foso. Hayase dado o no el famoso salto, el 13 de agosto de 1521, reorganizado el ejército de Cortés, con un prolongado y sangriento asedio, se conquistó la ciudad de México-Tenochtitlan, con la caída definitiva del imperio azteca. Alvarado, fiel capitán de Cortés, prosiguió conquistando y pacificando Misteca y la zona costera de Tehuantepec, alcanzando tanto fama y prestigio como grandes botines en oro.
Pero fue el 6 de diciembre de 1523 la fecha en la cual el Hijo del Sol, siguiendo las órdenes de Cortés, emprendió la que sería su gran aventura; salir de México camino hacia Centroamérica. Con él iban unos trescientos soldados, entre escopeteros y ballesteros, otros cientos treinta a caballo, muchos pertrechos y pólvora, junto con mil indios auxiliares, tlaxclatecas, cholutecas y mexicanos. Hernán Cortés deseaba ardientemente no solamente conquistar las regiones del istmo, sino también frenar a los otros conquistadores y encontrar el paso entre ambos océanos.
Alvarado se dirige con sus fuerzas hacia el sur de México, conquista la región costera de Soconusco y, a comienzos de 1524, arremete contra los poderosos quichés; acaba en noble batalla con el guerrero indígena Tecún-Uman, hoy héroe guatemalteco; forma alianza con los cakchiqueles, enemigos acérrimos de los quichés, ayudándole a la conquista de los zutuhiles y acaba, por fin, con la resistencia de los quichés. A continuación, alcanza el oriente de Guatemala y después de algunas escaramuzas con las tribus que le ofrecen resistencia, el 6 de junio de dicho 1524, entra en la actual San Salvador. En su enfrentamiento con los pipiles, según cuenta Alvarado; “a mí me dieron un flechazo que me pasaron la pierna, de la cual herida quedé lisiado, que me quedó una pierna más corta que la otra cuatro dedos”. Regresado a Guatemala, el 25 de julio de 1524, funda la ciudad de Santiago de los Caballeros, hoy conocida como Antigua Guatemala, que, después de varios cambios y traslados fue definitivamente instalada en el valle de Panchoy en 1543, para pronto acabar convirtiéndose en la cabeza y principal ciudad de la Gobernación de Guatemala.
Aunque todo lo anterior habían sido victorias, las rebeliones eran constantes entre los indígenas y sus tribus. No fue hasta 1530 en que tales tierras no fueron definitivamente conquistadas y pacificadas gracias al esfuerzo de los capitanes, entre los cuales se hallaba un hermano, Jorge de Alvarado.
Sin embargo, el hermano mayor, don Pedro, no pasaría por buenos momentos. Regresado a México, en 1526, fue acusado de haberse apropiado de todo el oro, de esclavos y de malos tratos a los indígenas. Ante tal perspectiva nada favorable, en marzo de 1527, habiendo fletado un barco con su propio pecunio, arriba a España, traba amistad con el secretario del Emperador Carlos I, logra que se le retiren los cargos y, además, que se le conceda el título de Adelantado, así como el hábito de Santiago. Pero no acaban aquí las grandes conquistas personales de Alvarado; se casó con la noble Francisca de la Cueva, sobrina del Duque de Alburquerque y fue nombrado gobernador de la naciente Gobernación de Guatemala, con lo cual se independiza de la jurisdicción de Hernán Cortes. Pedro de Alvarado pasa a ser capitán con su propio ejército.
Don Pedro y su esposa abandonaron España comandando tres navíos, en los cuales llevaban un numeroso séquito de 250 hombres y 20 doncellas hidalgas para casarlas con los conquistadores de aquellas tierras y contribuir así a la nueva aristocracia colonial. Una vez que cruzaron el océano Atlántico, hicieron escala en Santo Domingo, capital de la Capitanía General de La Española en Centroamérica, de donde zarparon el 20 de marzo de 1530 para llegar el 2 de abril a Puerto Caballos. Durante su paso por Veracruz falleció Francisca de la Cueva. Regresado a su gobernación, en Guatemala, la halló en desorden como consecuencia del enfrentamiento entre indios y españoles por el repartimiento de los esclavos. Emitidas las primeras normas de buen gobierno, el sosiego llegó a Guatemala.
Sin embargo, el cargo de gobernador no le era suficiente al intrépido Adelantado. El 23 de enero de 1534 se hace a la mar con doce naves, bien pertrechadas, 450 españoles y numerosos indios. La expedición fue un gran fracaso. Llegado a tierras ya descubiertas por Pizarro, olvidándose de los términos de su encomienda penetra en Perú, y, después de seis meses de ascensión de los Andes, diezmada su fuerza por el frio, el hambre y otras penalidades, se topó con el conquistador Diego de Almagro, el cual no se hallaba en nada dispuesto a permitir la presencia de Alvarado en sus territorios. No le quedó más remedio al Adelantado extremeño que malvender su flota, dejar a la mayoría de expedicionarios en Perú y regresar a Guatemala, en donde llegó en abril de 1534. Pero al año siguiente, las autoridades de las Hibueras, o sea Honduras, solicitan su presencia para pacificar a los indios de la región, a los cuales vence, para el 26 de junio de1536, serle cedido por el gobernador Cerezeda el gobierno del territorio. Con lo cual, Honduras, pasa a formar parte del Gobierno de Guatemala.
Una vez más los problemas para el Adelantado no habían terminado. Un juez enviado por la Audiencia de México, Alonso de Maldonado, asume el gobierno de la Gobernación guatemalteca e inicia contra Alvarado un proceso judicial. Este, intrépido como siempre, parte de Guatemala, contraviniendo la prohibición de abandonarla, y decide viajar a España. En ella, la fortuna le vuelve a sonreír al lograr la suspensión del juicio, casarse con Beatriz de la Cueva, hermana de su difunta esposa, futura gobernadora de Guatemala, y recuperar su antigua Gobernación. Llegado a Guatemala en septiembre de 1539, en un frenético año y con un gasto de la fabulosa cifra de doscientos mil pesos oro, en agosto de 1540 partió con su armada de Acajutla y subiendo hacia el Norte arribó al puerto de la Purificación de Jalisco, atravesando el continente con anclajes, armas, artillería y miles de pertrechos. No resulta extraño que Alvarado exclamase “he gastado todo cuanto tengo por salir con esta armada”.
De Guatemala llegaban malas noticias, reclamándose la presencia de Alvarado. Pero el Gobernador de Nueva Galicia, Cristóbal de Oñate, solicita su ayuda para someter a los indios de Nochistlán, por lo visto sumamente belicosos, los cuales estaban bien encastillados en un peñon. El 24 de junio de 1541 se presenta ante la fortaleza. Al no poder asaltar el peñón ordena la retirada. En el repliegue de la hueste, uno de sus soldados apura su caballo, que cae rodando y atropella en su caída al Adelantado dejándolo mortalmente herido. Trasladado a Guadalajara, don Pedro de Alvarado muere el 4 de julio de 1541 a los cincuenta y seis años. Su dramática agonía, arrepentimiento y muerte ha sido narrada por varios cronistas.
Alvarado, aparte de múltiples deudas, dejó seis hijos naturales, entre ellas Leonor fruto de la unión con la princesa Xicotenga de Tlaxcala. Al fallecer, su esposa Beatriz le sucediò como Gobernadora de Guatemala, para perecer en 1541, el 10 de septiembre exactamente, como consecuencia de la gran inundación que arrasó Santiago de los Caballeros.
Pedro de Alvarado acumuló tantas riquezas como las que gastó. Durante los quince años que fungió como gobernador de Guatemala, solamente siete residió en ella. Su gobierno, en general, no fue satisfactorio, pues su mente estaba en otras empresas y era mejor conquistador que gobernante. En su haber queda la fundación de muchas ciudades que subsisten hasta la fecha, la pacificación de una tierra dividida en continua guerra entre reinos y señoríos indígenas, la erección de la diócesis de Guatemala, la ayuda a la evangelización de los nativos, llevada a efecto por dominicos, franciscanos y mercedarios, la creación de un nuevo modelo de estado, semejante a los existentes en Europa, en las regiones centroamericanas, que cristalizará pocos años después en el Reino, Capitanía General y Audiencia de Guatemala, germen de las actuales repúblicas de Centroamérica.
Francisco Gilet
Bibliografia
J. M. García Añoveros, “Pedro de Alvarado, capitán de Hernán Cortés. Aproximaciones y diferencias”,
A. Tello, Relación de la muerte de Pedro de Alvarado, México, 1976;
Archivo General de Indias, secc. Justicia, Residencia tomada a Pedro de Alvarado, gobernador que fue de Guatemala, por el licenciado Alonso de Maldonado, oidor de la Audiencia de México,
A. Recinos, Pedro de Alvarado, conquistador de México y Guatemala, México.
Barón Castro, Rodolfo; “Pedro de Alvarado”, Madrid 1943.