Narración creada por Rafael, primaria
Enviada por Prof. Fátima Hernández
Colegio Buen Pastor
Había una vez un niño llamado Manuel, gran apasionado por la lectura. Todos los días, al llegar al colegio, se escabullía para ir a la biblioteca y así leer y releer sus libros favoritos, entre los que estaban las historias fantásticas. Un día, la profesora escribió a la madre de Manuel para decirle que éste no asistía a clase porque se iba a la biblioteca. La madre, muy enfadada, acordó con la profesora que, como castigo Manuel no podría ir a la biblioteca durante un mes. Triste y apenado, se levantaba todas las mañana sin ganas de ir al colegio. Pero la bibliotecaria también echaba de menos a Manuel, y se propuso ayudarlo. Un día, pese a la prohibición, le entregó un libro a Manuel que este se apresuró a esconder en la mochila. Cuando en casa leyó la portada “Magallanes, Elcano, y yo” pensó “Qué aburrimiento, no entiendo por qué me ha dado este libro…”. Sin interés leyó la primera frase: “Seguro que piensas que esta historia ya la conoces y no vale la pena seguir leyendo…”. Manuel se sorprendió “¡Vaya! ¡Parece que me ha leído el pensamiento!”, continuó leyendo: “… Sin embargo, hay muchas cosas que seguro que no sabes y yo voy a ayudarte a descubrirlas. Eres el encargado de buscar las provisiones para la nave Victoria así que, por favor, ve a la despensa de tu casa y, con lo que encuentres, haz una lista de los alimentos con los que piensas cargar la nave para que los 45 hombres de la tripulación puedan comer por lo menos una vez al día. Crees que tu viaje hasta las Islas Molucas va a durar pocos meses, así se lo ha contado Magallanes al rey de España Carlos V. Además, piensa que tienes que dejar sitio en las bodegas para la enorme carga de especias que quieres traer de vuelta (pimienta, canela, jengibre, clavo, etc). Recuerda, te has enrolado para hacerte rico porque sabes que las especias se venden muy caras en la Edad Media en Europa, y es imposible traerlas por el Mediterráneo porque los turcos andan allí fastidiando y los portugueses nos llevan ventaja con la ruta de África. Tenéis un buen plan: el primer mandato es ir por Occidente y encontrar el Paso del Oeste, algo que nadie ha logrado aún, con suerte las Islas Molucas están al oeste de la línea a partir de la que el Tratado de Tordesillas repartía entre Portugal y España el mundo por descubrir…”.
Manuel fue a la despensa de su casa, hizo una lista de un lote de comida por persona y multiplicó la cantidad por 45 y por seis meses. Pensó que lo había hecho genial y volvió al libro. Sin embargo, en la siguiente página leyó: “...Aunque creas que lo has hecho muy bien, no sirve de nada, tira la lista porque te has equivocado en todo. Resulta que la Tierra es mucho más ancha de lo que creías, y a los cuatro meses solo habéis llegado a lo que se llama hoy Río de Janeiro y tres meses después, estáis a pocos días de la Antártida, y las provisiones ya se están agotando. Vas a tardar tres años en volver a España. Mira el globo de la Tierra que tienes en tu cuarto y comprueba qué el océano Pacífico ocupa un tercio de su superficie y el doble que el océano Atlántico pero ¿cómo podía saberlo Magallanes? Y en el océano no se pueden reponer las provisiones…”.
Manuel empezó a sentir mucha hambre cuando leía esto. El libro seguía explicando que las raciones se reducían cada día, por lo que en cuestión de tiempo los hombres se pondrían enfermos y morirían. Manuel pensó “Yo habría puesto rumbo de vuelta en ese mismo momento”. Y es justo lo que Manuel leyó que pasó: “Tienes hambre y mucho frío porque el invierno va a llegar. Algunos capitanes quieren volver a casa pero esto Magallanes no lo puede permitir y los castiga aunque no tiene más remedio que perdonar a algunos de ellos para poder seguir la travesía ¿qué habrías hecho tú?”.
Manuel dijo “Irme como los de la nave San Antonio, que desertó” y entonces el libro parece que le contestó “Si todos desertáis ¿crees que se hubiera conseguido dar la vuelta al mundo? ¿Cuánto tiempo habría tenido que pasar hasta que alguien descubriera las rutas que hicieron que el mundo cambiara para siempre? Os ha costado 28 días pasar el Estrecho, y acabas de llegar al Océano Pacífico, que Magallanes llamó así porque casi nunca había corrientes de aire, solo cuando sopla el viento el viaje puede transcurrir ..”.
Manuel se sentía como un miembro de la tripulación, incluso quería aguantar todo lo que pudiera sin tomar la merienda porque ¿cómo iba a comer mientras leía que muchos marineros murieron de escorbuto por no tener alimentos frescos? Pero todo lo malo tiene su fin cuando llegan a islas en las que recuperan provisiones y se hacen amigos de los indios y de sus reyes. Todo parecía ir bien, por fin los expedicionarios han podido recuperar las fuerzas y también Manuel se ha podido tomar su merienda, pero de repente el libro dice: “…¿Cómo te comportarías tú si te recibieran en cada territorio extraño que pisas con los brazos abiertos, dejándose cristianizar y dándote refugio y comida? Seguro que pensarías que puedes ir de isla en isla sin que nada malo pudiera pasarte…”. Manuel se enteró que así fue cómo Magallanes encontró su final, en la Isla de Mactán, a lo que fue solo con algunos hombres y acabó envuelto en una emboscada en la playa en la que él mismo murió y, luego, otros más fueron asesinados en un banquete que en realidad era una trampa del rey de la isla de Cebú. El libro explicaba lo desesperados que estaban los que consiguieron sobrevivir: “…Perdieron tantos hombres que tuvieron que quemar la nave Concepción, solo quedan la Trinidad y la Victoria. Pero tú tienes suerte porque, aunque te vas a seguir enfrentando a muchas penurias, estás en la nave Victoria con el mejor capitán que podían haber elegido Juan Sebastián Elcano, hasta ese momento oficial al mando de la nave Concepción. Hay que encontrar cómo sea el camino a las Molucas y volver a España cargados de especias…”.
A Manuel le pareció muy inteligente buscar alguien con experiencia para guiarles hasta las Islas de la Especiería, es así como consiguieron su deseado tesoro de especias con ayuda del rey Almansur. Manuel reflexionó, los árabes habían estado por allí antes, de ahí el nombre, claro… Siguió leyendo: “…A partir de ese momento, se tuvo que tomar una dura decisión: las dos naves que quedaban, la Trinidad y la Victoria, tienen que separarse porque la Trinidad tiene que ser reparada. Esto hace que sea la nave Victoria la destinada a dar la vuelta al mundo siguiendo, ya de vuelta, la ruta por el oeste…”.
Manuel se dio cuenta de que esa ruta era muy peligrosa, porque al momento recordó que era perteneciente al dominio portugués ¿cómo iban a lograrlo? Nervioso siguió leyendo:
“…No sabéis cómo vais a sobrevivir los 47 tripulantes y trece indios que habéis zarpado en la nave Victoria con el plan de seguir siempre hacia el oeste, cruzando el Océano Índico y doblando el Cabo de Buena Esperanza…”.
Manuel está de acuerdo con todas las decisiones que toma Elcano de resistir sin tirar la carga, aguantar sin comer hasta que no pueden más y decidir ir a las Islas de Cabo Verde, pese a la amenaza portuguesa. Allí los descubren y solo consiguen huir dieciocho junto con Elcano pero, al menos, han conseguido algo de comida. Elcano sabe lo que tiene que hacer para llegar a España: cambiar el rumbo hacia el sur desde Cabo Verde y luego noroeste pasando por las Islas Azores en vez de por las Islas Canarias. Manuel no entendía por qué seguía Elcano ese camino, y buscó la respuesta en el libro: “… La ruta por el archipiélago de Las Azores es la que seguían los barcos españoles de vuelta desde América, así los portugueses no se extrañarían de verlos por allí. Aún así pasan días hasta que los vientos son favorables, para conseguir llegar al Cabo de San Vicente…”.
Manuel no oía la voz de su madre llamándole a la cena, estaba concentrado y emocionado leyendo cómo por fin Elcano, el 6 de septiembre de 1522, entraba al puerto de Sanlúcar de Barrameda, destrozados y agotados pero vivos y, con todo el honor y la gloria de haber descubierto “la redondeza del mundo”, llegan a Sevilla por el Guadalquivir.
“Ninguna historia de mis libros de fantasía puede igualar esta hazaña”, pensó Manuel mientras miraba asombrado la ilustración con el recorrido diario de la expedición de Magallanes y Elcano: