Por parte de la Junta de Castilla y León se ha editado la obra del agustino burgalés Enrique Florez, con motivo del tercer centenario del nacimiento, autor de la obra destinada a recuperar una parte de la memoria histórica castellana, escrita entre 1757- 1760, relatando los avatares de las reinas católicas que figuraban coronadas en los reinos castellano y leonés. Alcanzan los relatos hasta Isabel la Católica, y, de su repaso, sobresalen mujeres con una vida unas veces difícil, otras dura y en ocasiones espiritualmente elevada. La historia de nuestra España es tan antigua como rica y esplendorosa, lo cual implica que, adentrarse en ella, es ampliar la sensación de orgullo que provoca.
Ahí están, entra muchas otras, tres mujeres que tienen en común no solamente haber ostentado la corona castellana, sino haber sido repudiadas por su marido, el rey.
Nos referimos a Velasquita Ramírez, reina consorte de León y reina de Galicia por su matrimonio con el rey Bermudo II; a Leonor de Castilla, infanta de Castilla por ser hija del rey Alfonso VIII y la reina Leonor Plantagenet, así como reina consorte de Aragón por su matrimonio con el rey Jaime I de Aragón, y a Teresa de Portugal, infanta portuguesa y reina consorte de León, por su matrimonio con Alfonso IX de León.
Respecto a la reina consorte Velasquita hay un cierto desconocimiento sobre su ascendencia. Algún historiador antiguo afirma que fue hija del rey Ramiro II de León, otros más recientes dan la paternidad a Ramiro Menéndez, hijo del conde Hermenegildo González y Adosinda Gutiérrez. Esta última filiación concuerda con un diploma de 5 de enero de 999, en que el rey Bermudo se refiere a Gonzalo Betótez como bisabuelo de Velasquita, al ser padre del conde Hermenegildo González.
En un diploma gallego de 11 de octubre de 981, aparecen los nombres juntos del rey Bermudo II de León y de Velasquita, lo cual indica que el matrimonio debió celebrarse bien en 980 bien 981. El 24 de diciembre de 988, de nuevo se menciona a ambos, al confirmar una donación al monasterio de Celanova. Este es el último documento sobre Velasquita como consorte de Bermudo, ya que, en noviembre de 901, surge el nombre de su segunda mujer, Elvira García.
Velasquita abandonó la corte con su hija Cristina Bermúdez para profesar en religión en el monasterio de san Pelayo de Oviedo. .
El 29 de agosto de 1006 consta que hizo donación a la catedral de Oviedo del monasterio fundado de san Salvador de Deva. La última noticia documentada de la repudiada Velasquita la hallamos en un documento de intercambio de propiedad con Félix Agelaz, el 15 de agosto de 1028. Su fallecimiento debió acontecer allá por 1035, suponiendo que el cadáver de la reina Velasquita recibió sepultura en el monasterio por ella fundada en 1006 de san Salvador de Deva. De él solamente queda en pie la iglesia.
De Leonor existe más información fidedigna. Fue hija de Alfonso VIII de Castilla y de su esposa, Leonor de Plantagenet, siendo hermana, entre otros, del rey Enrique I de Castilla y de la gran reina Berenguela. Fue ésta quién la aconsejó casarse con el rey de Aragón, Jaime I, lo cual aconteció el 6 de febrero de 1221. Llama la atención que Jaime I contrajo ese matrimonio con solo catorce años y Leonor (imagen) trece.
Lo cual implicó que, “Si que un any estiguem ab ella que no podien fer ço que els homens han a fer amb asa muller, car no haviem l,edat”, según el rey Jaime.
Unos autores, Pere Marsili o Zurita, omiten este hecho, en cambio otros aluden a problemas físicos del rey o resentimiento hacia la reina, aunque esto último no es asumible dado que el repudio se produjo ocho años después.
Hay una cierta ignorancia de las causas de ese repudio, aunque algunos aluden, no a las desavenencias entre los esposos, como principal causa, sino al encariñamiento de Jaime I por una dama de la reina, Elo Álvarez, tratada como “dilecta Nostra” en un documento de 1225. Fue en marzo de dicho año cuando Jaime I hizo entrega a Leonor de la comunidad de Daroca y en abril siguiente la Reina ya se traslada a Castilla, sin tomar en consideración regresar con el Rey. Éste, que había cumplido veintidós años, inició los trámites de repudio o divorcio, a cuyo efecto un legado papal, Juan de Santa Sabina, llegó hasta la corte aragonesa. Jaime I se avino a aceptar la decisión de este legado, respetando los acuerdos de matrimonio. Es decir, dando por buenas la entrega, cuando la boda, de los castillos y villas de Épila, Pina, Uncastillo, Barbastro, Tamarite, San Esteban, Montblanc, Cervera, Ciurana y Prades. Fue el 29 de abril de 1229 cuando se dictó sentencia, en la cual se disolvía el matrimonio por razones de parentesco, dado que ambos cónyuges eran biznietos de Alfonso VII de Castilla.
Leonor, inicialmente, salió hacia la corte castellana de Fernando III y su hermana Berenguela, junto con su hijo Alfonso de Aragón. Todavía Jaime I le hizo entrega, previo acuerdo con Fernando III, de la villa y corte de Ariza de por vida, a condición de que no volviese a contraer matrimonio.
Leonor falleció en 1251 en el monasterio de Las Huelgas de Burgos, donde se había retirado.
Y llegamos a la tercera reina repudiada, así como fundadora cisterciense y la “mais poderosa, influente e enérgica mulher da família real portuguesa da primeira metade do séc. XIII”.
Según nos cuenta el historiador lusitano, Fernandes Marques referido a santa Teresa de Portugal (imagen), primogénita de Sancho I de Portugal y de su esposa Dulce, según indicios, princesa aragonesa. Nacida en Coimbra en 1175, ya en 1190, es decir, con quince años se convino su matrimonio con Alfonso IX de León, cuya boda se celebró el 15 de febrero de 1191 en la villa de Guimaräes, Portugal.
En realidad, dicho matrimonio, nunca existió, al ser nulo de pleno derecho debido a la consanguineidad de ambos contrayentes, nietos los dos de los reyes de Portugal Alfonso y Mafalda, y por lo tanto primos hermanos. La dispensa por consanguineidad no se solicitó previamente. Con anterioridad a la declaración de nulidad por el Papa Calixto III, en 1194, y definitivamente en 1196 por Inocencio III, habían nacido tres hijos, Fernando, Sancha y Dulce. Tales descendientes fueron reconocidos como legítimos por Roma, lo cual significó el reconocimiento como heredero de su padre en el trono leonés a Fernando y a sus hermanas, si fallecía.
Fue en dicho año 1194 cuando, establecida inicialmente la disolución matrimonial, se firmó entre los reyes Alfonso IX, ex esposo, y Sancho I, padre de Teresa, el “Tratado de la solución de arras”. Leonor podría vivir tanto en Portugal como en León; el rey leonés le entregaba una tierra llana, entre León y Tuy, que valiese 4.000 morabetinos rmanas.
Teresa se estableció en Portugal, con su hija Dulce, mientras que Sancha y el heredero Fernando, permanecieron en la corte leonesa. En 1198 falleció la reina portuguesa, Dulce, debido a lo cual, Teresa, como hermana mayor se hizo cargo de la educación de sus otros hermanos, Sancha, Mafalda, Blanca y Berenguela.
Durante los cincuenta años que vivió desde la disolución de su matrimonio, Teresa, sin dejar de mantener contacto con Roma, es decir, con los Papas Inocencio III, Honorio III y Gregorio IX, dedicó sus esfuerzos al Monasterio de Lorväo. Teresa fue la introductora de la espiritualidad cisterciense en el monacato femenino portugués. El monasterio de Lorväo, benedictino y masculino, merced al empeño de Teresa que obtuvo la aprobación de Inocencio III, se convirtió en cisterciense y femenino. Teresa, aun siendo fundadora e instigadora del monacato cisterciense femenino, nunca profesó como monja, sino que designó abadesa para el monasterio logrando que ingresasen en él cuarenta monjas en 1211. El objeto de tal fundación era similar al de Las Huelgas de Burgos; albergar damas de la nobleza y de la Corte hasta el momento de su casamiento. Sus hermanas siguieron el ejemplo: Sancha al fundar el monasterio cisterciense femenino de Celas y Mafalda con el monasterio de Arouca.
Las vicisitudes de los reinos leonés y portugués, así como los desencuentros sucesorios entre Fernando III de Castilla y las hijas de Alfonso IX, es decir, Sancha y Dulce, herederas por la muerte del primogénito Fernando, se saldaron con el encuentro de la dos esposas de Alfonso, Teresa y Berenguela, en Villalobos, primeramente, y en Benavente, después. Fue en dicha villa donde se firmó, el 11 de diciembre de 1230, el acuerdo que lleva su nombre, en virtud del cual las hijas de Teresa renunciaban a sus derechos sobre el reino de León a favor del rey de Castilla, Fernando, hijo de Berenguela, el cual se comprometía a entregar cada año la renta vitalicia de 30.000 maravedís. Desde tal momento, Fernando III se convirtió en rey de Castilla y de León y en ello tuvo un papel relevante Teresa de Portugal. Todavía Teresa intervendría en la disputas y disidencias en la corte portuguesa, en las crisis entre sus sobrinos Sancho II y el Infante Alfonso, conde de Bolonia. Se refugió en el monasterio de Lorväo los últimos diez años de su vida, viendo fallecer a sus dos hijas, con lo cual se extinguía la obligación contractual de Fernando III.
Falleció, por causas naturales, a los 75 años, el 18 de junio de 1250 en el monasterio por ella fundado, en donde se conserva su memoria.
Su gran espiritualidad, su impulso a la obra de san Bernardo, junto con la función cisterciense y virtudes piadosas, la elevaron a los altares bajo el pontificado de Clemente XI, en 1705, juntamente con su hermana Sancha, mediante la Bula Sollicitudo Pastoralis Offici. Ochenta y ocho años después, también fue beatificada su hermana Mafalda.
Estos son retazos de la historia de tres reinas que supieron darle sentido a su vida a pesar de haber sido repudiadas por su reales esposos. ´
Francisco Gilet